CAPÍTULO 21

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En un lado de la ciudad, la señora Rodríguez mantenía una intensa conversación con su hijo mayor.

– Y, ¿Qué hacia ella ahí? – le preguntó ella, con los brazos cruzados y una actitud desafiante.

– No sé, mamá – contestó él, sentado en la encimera de la cocina –. Yo solo llegue a casa de la abuela y ella ya estaba ahí.

– Sí, eso ya lo sé. Pero, tu abuela me dijo que habías quedado con ella.

– Pues, es cierto – asintió, apretando los labios –. Yo no la pude llamar para cancelarle ya que no tengo teléfono, ni celular.

– Tú ya sabes por qué razón, hijo – dijo, por encima, su mamás –. No te son necesarios.

– En este momento, sí. Nos hubiéramos evitado este problema.

– Bueno, tienes algo de razón. Aunque, ella no la tenía para montar semejante escándalo.

– Madre, la dejé plantada – le recordó, serio.

– Ella fue la de la falta, David – comentó –. Deja de echarte la culpa de todo, hijo.

Él suspiro.

– No quiero que te vuelvas a juntar con ella...

– ¡Mamá, ella es mi amiga! – refutó, interrumpiéndola.

– ¡Si fuera tu amiga, no te hubiera gritado de esa forma!

– Sí, ya entendí – susurró –. Yo me quiero estar con ella. Cuando llegue al colegio, ella fue la primera en hablarme. Mi primera amiga.

– David, no lo estas pensando bien. Además, ¿por qué la defiendes tanto?

Él bajo la cabeza.

– Me gusta Melisa – reveló en voz baja, sintiéndose cohibido.

– Ay, cariño – expresó ella, acercándose a abrazarlo –. No está bien que la quieras, cuando ella te trata de esa forma.

– No puedo hacer nada, ma – dijo, contra su pecho.

– ¿Para ella son las cartas?

Él asintió.

– Yo te comprendo – aseguró su mamá –. Más bien, olvidemos esto y sube a cuidar a tu hermana.

– Vale.

David se separo de su mamá y fue hasta la habitación de Valeria, sin dejar de pensar en el daño que le hacia la chica que le gustaba.

Mientras, en la casa de la familia Pineda, Melisa también se encontraba en cama.

Había pillado un resfriado, además de un castigo.

Alguien toco a su puerta.

– Pase – contestó, apagando la TV donde veía "Los cuentos de los hermanos Grimm".

– Hola, hermanita – saludó Camilo –. Te traigo el desayuno.

El niño puso la bandeja en la mesa de noche y acostó al lado de Melisa.

– ¿En dónde estabas, anoche? – le pregunto el pequeñín.

– En casa de la abuela de tu amiga, Valeria.

– ¿Cómo está ella?

– No lo sé – respondió, extrañada con la pregunta –. Ella no estaba.

– Cierto – dijo Camilo, mirando hacia la nada –. Valeria estaba en el hospital.

– ¿Hospital?

– Si. Se cayó de las escaleras de su casa ayer en la mañana o eso me conto Tomas, un amigo del colegio.

– Joder – susurró ella, dándose cuenta de todo.

– ¿Me estas enseñando otra mala palabra? – preguntó su hermano, riéndose.

– No, esa nunca la digas – habló ella, siguiéndole la risa –. Excepto en ocasiones muy malas, donde tengas la culpa de algo.

– ¿Tu de que tienes la culpa, Mel?

– De hacerle mucho daño a alguien – respondió, sintiéndose realmente mal.

Pensó que mañana tendría que hacer mucho, demasiado, para poder volver a tener a David. Asi fuera solo como amigo.

Nota de Autora:

She loves you, yeah, yeah... Quien sepa de los Beatles me entiende.

Hola. ¿Cómo han estado?

Hoy llegue mucho más temprano de lo normal, pero aquí traigo este capítulo. Corto pero decisivo.

Gracias por leer esta historia, como siempre les digo y no olviden comentar lo que sea.

Ejemplo comentario:

@XXX: "Amo las bananas"

Bueno, más o menos.

Nos vemos en el siguiente Cap.

Un besote.

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