PREFACIO

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David entro al salón con pasos lentos, sin levantar la mirada, pero con todas encima de él. No era para más, él era el chico nuevo. Sus padres se habían mudado de barrio y decidieron buscarle un colegio cercano a su residencia. Terminó aquí y ahora tenía que enfrentarse a la difícil tarea de conseguir amigos.

Camino hasta el único puesto vacío, ubicado al fondo y a la esquina derecha del lugar.

Bufó suavemente, mientras veía como su directora de grupo entraba.

- Hola, bellezas -saludó, con una sonrisa. Aunque David no la conociera, se dio cuenta que aquellas palabras eran sarcásticas.

- Buenos Días, profesora Ángela - contestó el grupo entero en un hablar monótono.

- Espero que la hayan pasado muy bien en sus vacaciones -comentó, típicamente, mientras escaneaba a sus estudiantes.

Sus ojos se enfocaron en el cabello oscuro de David. Sonrió, viéndolo como carne fresca.

- Veo que tenemos un nuevo estudiante -anunció, buscando un nuevo nombre en la lista de alumnos -. ¿David Rodríguez?

- ¿Señora? -inquirió él.

Su voz masculina había salido tan fluida que todas las chicas habían girado al verlo. Incluyendo a la que se encontraba en frente de él.

Sus ojos azules se encontraron con los amarillos de ella. Él se fijo en lo guapa que era su compañera en tanto esta apartaba su mirada.

- Bienvenido a su nuevo colegio - terció la señora Ángela, sacando a ambos de sus pensamientos.

Él asintió.

La profesora empezó a hablar de las reglas básicas de convivencia y el desempeño que esperaba de su grado. David no la escucho. Él estaba observando el cabello de la chica que se encontraba frente suyo. Primero, pensó en cómo se sentirían los rizos suaves de la chica. Luego, contó los lunares que había sobre sus hombros y en la piel de su espalda que la blusa dejaba al descubierto.

La chica lo atrapo observándola. Él volvió a subir su mirada a la de ella y, esta vez, ella no la aparto.

David sabía que debía decirle algo, cualquier cosa, pero al lado de aquella chica se sentía más inseguro y tímido que nunca.

Ella espero y al darse cuenta de lo callado que era su compañero, tomó la iniciativa.

- Tienes lindos ojos, David - habló, sonriéndole.

"Pero nunca se compararan a los soles infinitos que posees tu" pensó, sin poderle contestar.

- Melisa Pineda, ¿podría poner atención a lo que hablo? - demandó la profesora.

Ambos quitaron sus miradas de la del otro y estuvieron pendientes a la clase, o así lo aparentaban.

Melisa. Ese fue el nombre que estuvo en la mente de David toda esa semana.

Se había dado cuenta que ella olía a vainilla y que frecuentemente se humectaba sus grandes y perfectos labios. Notó que era inteligente, pero hablaba con pocas personas.

No había hablado con él desde el primer día y eso lo estaba matando.

Llego el sábado y David volvió de casa de su abuela. Abrió la puerta de su casa y se encontró con que su hermana Valeria veía televisión con otro niño.

"¿No está muy pequeña para ese tipo de citas?" Se preguntó, mentalmente.

Avanzo hasta la sala. Valeria lo notó.

- Hola, David -le saludó -. ¿Podrías hacerme un favor?

- ¿Cuál, nena?

- ¿Llevas a mi amigo, Camilo, hasta su casa? -preguntó, poniendo su cara más tierna. Ella sabía cómo convencer a su hermano.

- Lo hare, si no queda muy lejos -ofreció él.

- Está a solo unas cuadras de aquí -respondió Camilo.

- Vale.

- Gracias -dijo el pequeño ­-. Mi hermana Melisa me debe estar esperando.

El corazón de David empezó a latir más rápido. ¿Era ella?

- ¿Tú eres hermano de Melisa Pineda? - logró preguntar.

­­- Si.

Efectivamente, se trataba de la misma Melisa y eso hizo que el día de David fuera más feliz. Había tenido la pequeña idea de mandarle alguna nota a ella y, ahora, que tenía a su hermano todo empezaba a encajar.

-Me esperas un momento y ya te llevo - avisó.

Camilo asintió.

David corrió hasta su cuarto y busco las mejores hojas de papel que tenia. ¿Qué le escribiría?

Se sentó en su escritorio y tomo su lapicero.

"Melisa, te escribo esto porque soy demasiado tímido como para romper el hielo. Soy aquel que se sienta detrás de ti en clase y tengo que admitir que me pareces excelente persona. No he hecho amigos todavía y me gustaría poder contarte como una. ¿Te apetecería serlo? - David. Posdata: Tu también tienes unos ojos muy bonitos."

Leyó una y otra vez la pequeña carta. Tenía que empezar despacio, lo sabía. Ella le gustaba, pero estaba seguro de que a ella solo le gustaría ser su amiga.

Suspiró.

Puso el papel en un sobre amarillo y lo doblo. Volvió a la sala.

- Nos vamos, Camilo -anunció.

Los niños se despidieron con un juego de palmas.

David fue guiado por el pequeño hasta su casa. Al llegar al pórtico de esta, lo detuvo.

- Camilo, hazme un favor -pidió.

- ¿Cuál?

- Entrégaselo a tu hermana -respondió, dándole el sobre.

Camilo lo miro raro. De igual manera, tomo el sobre y entro a su casa.

David volvió a la suya, pensando que tendría un buen lunes.

TAG 4/11/16

Entrégaselo a tu hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora