Intimidad

548 33 10
                                    


Cierro los ojos y suspiro, entregándome a las sensaciones que me brinda tu boca. Tan suave. Tan diestra.

No sabrás jamás, porque no seré capaz jamás de contarte, todo lo que siento cuando te tengo junto a mí. Eres como el agua de amor para un sediento del alma.

—Cuéntame...—me insistes, ahora que es tu mano la que toma su turno en la caricia.

Abro los ojos y te observo algo extraviado, completamente cautivo de las sensaciones.

—No te distraigas... —digo, y me miras con coquetería. Tu lengua acaricia la zona más sensible de mi anatomía, la mantienes prisionera en tu mano.

¿Y me pides que no me distraiga?

Parece una tarea imposible cuando estoy siendo víctima y testigo del modo en que me posees.

—¿Qué?... —te pregunto, incapacitado.

Tu lengua vuelve a acariciar el extremo de mi sexo. Jadeo. No dejo de mirarte. Me mantengo alzado sobre la cama formando un ángulo con mis brazos flexionados.

- Cuéntame tu primera experiencia... - vuelves a pedir, trayendo de vuelta, a esa parte de mi mente capaz de razonar, tu anterior petición.

- No es algo demasiado digno de contar... - te digo, liberando el aire en pequeñas respiraciones agitadas observando, y sintiendo también, la forma en que tu mano cerrada en torno a mi sexo sube y baja con una calma pasmosa.

Me miras. Puedo leer la intención en tu rostro. Eres tan exquisitamente sensual.

Te humedeces los labios y llenas tu boca con mi sexo. Vuelvo a cerrar los ojos, desvalido ante aquella sensación húmeda, intensa, caliente.

Vuelves a liberarme.

—Cuéntame... —repites, y siento que me voy a morir de deseo.

Te miro otra vez, creo que con la suplica plasmada en el rostro.

—Continúa —te pido.

—Cuéntame —insistes tú, masajeándome lentamente con tu mano. Muevo mis caderas, acentuando aquel movimiento, buscando un contacto más intenso.

No cederás.

—Eres malvada —te acuso, jugueteando con el piercing de mi labio.

—Y tú... —me acusas también, observando con lujuria mi boca.

Yo insisto con mi lengua en aquella zona, tú me observas hipnotizada. Parece que en cualquier momento vas a arrojarte sobre mí. Lo deseo.

Entonces te haré mía.

—Dime —pides con la voz contenida, moviendo tan despacio tu mano que parece que te has detenido.

Echo la cabeza hacia atrás. Suspiro.

—Fue a los dieciséis —comienzo a contarte. Tu mano aumenta ligeramente el agarre. Te miro—... en una fiesta luego de un concierto...

—Recuerdo como estabas por ese entonces —tus ojos brillan con la expectativa de la historia.

—¿Cómo estaba? —te pregunto, perdiendo el aliento.

—Entusiasmado con las chicas —respondes con cierta diversión.

Mueves tu mano algo más rápido

—¿Quieres su nombre?—te ofrezco.

—No, eso no me importa —el ritmo se mantiene.

EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora