Ilusión

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Ilusión

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En casa hay una terraza amplia que está en el segundo piso. Muchas tardes subo a ella y veo como el sol se va durmiendo en el horizonte y me quedo prendado de los colores y del silencio. Es un sitio exquisito para aislarse y encontrarme con la inspiración, pensar en las cosas que me importan y en ti.

Muchas noches, así como esta, me recuesto en el suelo, sobre la esterilla que tengo para ello, y miro las estrellas. Los cielos habitualmente despejados de Los Angeles, me permiten apreciar el espectáculo de sus diamantes, y a veces, uno que otro cae y sigo su brillante recorrido hasta que se pierde. No todas mis noches son fuera de casa, muchas de ellas las paso aquí, reflexionando, pensando en mil cosas. Algunas veces miro las estrellas y reconozco la posición de algunas y me pregunto si tú verás las mismas; si desde ese universo desde el que dices que vienes eres capaz de ver lo que veo yo. Muchas veces he deseado tenderme aquí y que en el espacio que he dejado a mi lado, inconscientemente para ti, aparezcas y que me digas alguna de esas cosas extrañas y casi sin sentido, que se convierten en reales y congruentes e importantes.

Cierro los ojos, suspiro y te imagino. Intento saber cómo será tu vida ahí dónde estás, qué harás en este momento. Será de día o será de noche; cuántos soles iluminarán tu cielo. A veces cierro los ojos, como ahora, y comienzo a imaginar las facciones de tu rostro. Imagino tus ojos, los rememoro, los recuerdo; tus cejas y la forma en que el arco se eleva y baja nuevamente. Visualizo la manera en que tus pestañas revolotean cuando eres traviesa, incluso ese gesto triste cuando caen y tus ojos parecen a punto de llorar. Recuerdo tu nariz y tus pómulos que se llenan con una sonrisa. Suspiro ante el recuerdo de tu boca, veo claramente cada pliegue de ella y vuelve a mí el deseo que siento de besarla cada vez que la tengo cerca, de cubrirla con la mía y de saborearla. Anhelo volver a recorrerla con la lengua, formarla; buscar en ella algo, una declaración sin palabras. Te recreo tantas veces que llego a pensar que mientras más detallada sea la imagen que tengo de ti, más fácil será conectar contigo y ver tu cielo desde tu terraza.

Abro los ojos y de pronto el orden de las estrellas ha cambiado ¿Por qué? Me incorporo y quedo sentado; la terraza en la que me encuentro ya no es mi terraza. Escucho unos pasos tras de mí y me asusto, miro y te veo llegar. Sonríes como si me esperarás, como si hubiese estado aquí todo el tiempo. Traes contigo dos vasos que sudan a causa del hielo. Tu ropa es ligera, como sueles llevarla siempre, tan etérea, caminando descalza, siempre exquisita.

—¿Qué hago aquí? —miro a mi alrededor en medio de la emoción, de la excitación, de la sensación de estar maravillado; en medio de la incredulidad. Tú sonríes, te acercas y te inclinas para besar mi mejilla ¡Mi mejilla! Y me parece un beso extraordinario. Es prodigioso lo que puede hacer el amor, convierte cada gesto en algo mágico, agradecido y que valoras por encima de todas las cosas. Comprendes que no importa nada más y no necesitas grandes gestos para sentirte completo y pleno.

—¿Quieres? —me preguntas y me entregas el vaso con un líquido anaranjado que parece muy fresco, muy apropiado para esta noche.

—¿Lo traías para mí?

—Claro —mantienes la sonrisa.

—¿Y cómo sabías que vendría?

—No lo sabía —te sientas en el suelo, aquí a mi lado—, pero te esperaba.

En ese momento lucho entre sólo mirarte o idolatrarte. Quiero caerte encima a besos. El corazón me late tan fuerte; es como si quisiera luchar contra mi pecho hasta salir y encontrarse con el tuyo, como si no pudiese vivir dentro de mí. Tu mano acaricia mi mejilla, lo haces y siento que me comprendes ¿Sientes tú lo mismo cuando llegas junto a mí? ¿Por qué nunca puedo preguntarte todo esto? Pienso que si me escucho decirlo me sentiré ridículo y no me atrevo, porque quiero ser perfecto para ti, no quiero equivocarme. Cierro los ojos y me regodeo en la suavidad de tu mano, giro el rostro y pongo un beso en la palma, la sostengo y sí, te idolatro; me es imposible no hacerlo. Veo luz a través de tus ojos cada vez que te miro, no me importa todo lo que pueda fallar en esto; siento que podemos todo cuando estamos juntos, que eres como una bendición que conecta conmigo de un modo que no encuentra palabras, que me acerca vertiginosamente a lo más esencial de mí mismo y en ese borde soy una unidad contigo y con todo lo existente; y me asusto, porque sé que no seré más el Yo que conozco, el que que soy. Sin embargo, también Soy ese otro, el que está a punto de estallar de amor y crear su propio big bang.

EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora