Añoranza

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Añoranza

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La añoranza se aviva con la nostalgia y se convierte en algo más cruel y visceral. Es dolorosa a un grado paralizante y casi destructivo.

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¿Por qué no puedo estar contigo?

Habitualmente las cartas comienzan con un hola o un querida, pero ésta comienza del único modo que puedo expresar. Empieza con una pregunta triste y oscura como el sentimiento que me invade. He querido responderla con opciones, con todas las alternativas que puedo imaginar... con olvido. Es en ese punto en el que se retuerce mi alma cuando busco un modo de gritar sin voz lo que esta añoranza brutal taladra en mi pecho noche a noche. Y es así como surgen estas palabras de mala caligrafía y sin esperanza; poblan el papel en blanco, convirtiéndolo en una súplica errante. La congoja me ciega los ojos, me cierra el pecho y me nubla la razón. No hay capacidad en medio de la añoranza, no hay forma de abrir el cielo cuando la tormenta está sobre nuestra cabeza

¿Sabrás leer entre los claroscuros de las nubes todas las frases melancólicas que te he dedicado?

No lo sé, mujer, no lo sé. Son de tinieblas los días cuando no penetra la luz en mi alma. Son oscuros y cargados de amargura... son momentos perdidos en los que querría dedicarle un suspiro a tu forma de mirarme, de contemplarme y de saciarme.

El papel a medio garabatear tiembla en mi mano. Lo sostengo mientras releo las miserias que te confieso. Quiero romperlo y con él arrancarme del pecho el lamento, pero apenas lo arrugo, porque hay una dulce agonía en esperarte y saber que la gloria es posible cuando te abrazo. Saber que ninguna espera es demasiada cuando horado tu cuerpo con el mío y te siembro de ilusiones. Es el recuerdo de esos momentos el que me mantiene en pie, a veces a penas en pie.

Vuelvo a las letras y te cuento lo difícil que se me hace vivir sin vivirte. Te cuento de todas las noches en las que me duermo con tu recuerdo en los labios, y murmullo entre gemidos ahogados de placer solitario y frustrado, todos los te amo que quisiera dejar en tu piel. Marinera de aguas de superficie mansa, arrástrame contigo a las profundidades. Ciega estos ojos a la luz de un sol que ya no me calienta.

Miro hacia la oscuridad de mi cuarto con la esperanza de encontrar tu silueta en algún rincón. Las sombras danzan bajo la luz de la única lámpara que ilumina, danzan y se burlan de mi anhelo vacío. Tú no estás, no escuchas mi llanto callado de noches insomnes y paseos silenciosos.

¡Muéstrame que te importo!

Si tan sólo pudiera atravesar el universo para tocar la punta de tus dedos con mi amor.

He intentado vaciarme de ti, pero comprendí que todo lo que florecía en mi interior se iba contigo. Me anclé a tus recuerdos, a los espacios de sonrisas cómplices y vaivenes desesperados en los que intente retenerte. Me he aferrado a cada respiración vacilante y a cada gemido placentero. Cierro los ojos y soy capaz de reproducir el roce de tu piel sobre mi piel.

¡Basta ya!

Dime, dulce mujer vagabunda, cómo puedo doblar el universo.

Observo la página que estuvo en blanco. Miro la triste forma en que mis letras se amoldan a mis sentimientos: torcidas, curvadas y difusas. Me quedo prendado del diagrama que representan, todas ellas son como una pintura que expresa algo que sólo el alma afín puede comprender.

Una cosa más —te digo en esta carta mal comenzada y que casi no tiene final.

Es la añoranza un sentimiento quebrado antes de nacer. Es peregrino, es inesperado. Se alimenta de la soledad, del miedo y de la desesperanza. Se cobija en la oscuridad del alma.

Y es que en la nada el amor se ahoga.

Una cosa más —insisto. He intento explicarte que en medio de la soledad y la añoranza, aún hay ilusión. No consigo llegar a ti, no estoy preparado para traspasar todas las barreras que tú has cruzado... pero te espero...

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Es tan triste la ausencia, tan mezquina y vanidosa. Se regodea en todo lo que nos perfora el alma, nos ciega y nos impide observar los colores del horizonte.

Observo los colores del cielo de primavera. Una nueva noche se avecina en este lugar al que he escapado. He escuchado las voces a mi alrededor decir: ve y descansa, es un buen momento, te hará bien. Y aquí estoy en medio de la naturaleza, intentando encontrar la belleza de las cosas simples: un atardecer, la llama vibrante de una chimenea.

Sentado y solo contemplo el atardecer. Los tonos anaranjados, violetas y azules acentúan la nostalgia que dormita en mi alma. Siento tus manos sobre mis hombros, y contengo el aliento ante la inseguridad: ¿Eres real?

—El cielo parece en llamas —susurras a mi oído. Y las lágrimas me queman los ojos. Los cierro y éstas caen.

—El sol se quema en soledad, esperando a la luna —te respondo con un hilo de voz, mientras sostengo una de tus manos sobre mi pecho.

—Pero la luna siempre llega. No sabe brillar sin la luz del sol —dices, acariciando de forma ínfima mi oído con tus labios. Siento la piel erizarse, clamar por ti, pero no me muevo.

¡Tócame!

Suplica mi alma acongojada y llena de la añoranza de tu voz rota por mis besos. Tócame y bébete mi tristeza, transfórmala en vida y vive.

Me rodeas y te acomodas sobre mí. La silueta oscurecida de tu cuerpo se rodea del atardecer.

Te quiero sobre así, entregada y posesiva. Deseo estar dentro de ti... porque el amor es más que piel y vaivén; es más que dolor y añoranza cuando mis manos te tocan y te convierten, extrañamente, en realidad.

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N/A

Hay demasiados sentimientos en esta serie que no puedo expresar con claridad. Una vez alguien me dijo que el amor no se podía explicar ni definir porque si lo definimos lo limitamos y el amor debe ser infinito. Erótica es una serie abstracta, extraña y quizás algo lúdica. Espero que la disfruten.

Un beso.

Siempre en amor.

Anyara

EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora