Afán

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Afán

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Me encuentro en uno de los sitios en los que hemos tocado. La adrenalina aún fluye por mi cuerpo, lo noto encendido, excitado. El escenario tiene un efecto exquisito en mis emociones, me llena de una energía que necesito desbordar y apaciguar. En este instante en el que toda esa energía parece atrapada dentro de mí y no encuentra un escape. Podría irme de fiesta, de copas, pero están las responsabilidades, el trabajo... y estás tú. A ti no que olvido y no te saco de mi cabeza. Podría buscar el consuelo del sexo en cualquier desconocido, sin embargo mi mente y mi piel están llenas de ti, siempre de ti; lo sabes y ahora yo también lo sé.

Suspiro e intento distraerme. Me gusta el decorado de este baño; la puerta es bastante precaria, sólo tiene un débil seguro. Tomo mi teléfono y lo enfoco contra el espejo; haré una foto ¿La verás? ¿Habrá algún tipo de enlace entre tú y yo que desconozco? Probablemente sí; quizás por eso no me esfuerzo a arreglar mi ropa, quiero que me veas así, con el pantalón abierto y mi ropa interior a la vista. Quiero que la imagen que toque tu retina te impacte de inmediato y que eso te haga necesitarme y volver a mí. Miro la foto y río con ironía: busco llamar tu atención como lo haría un adolescente. Le doy a enviar; sé que en un instante estará llena de comentarios de toda clase. Quizás haya alguno tuyo, de la de este lado, la que debería estar conmigo, la que aún no encuentro; la que no sé si quiero hallar. Con ese pensamiento bailando en mi mente, comienzo a acomodar mi ropa.

—No lo hagas —te escucho y siento una vez más como se me inflama el corazón hasta causarme dolor. Esa reacción que es tan propia en mí con tu presencia. Miro en tu dirección y noto como el calor inunda todo mi cuerpo, contrastando con el aire, causándome un estremecimiento que apenas puedo contener. Estás a dos metro, apoyada contra la pared garabateada de este baño de aspecto inmundo. Pareces vestida para la ocasión ¿Has estado en el show? Observó el pantalón corto que llevas y que tiene las piernas desflecadas, el frontal del bolsillo roto que deja ver la entretela y una camiseta ajustada bajo un chaleco de algo parecido al cuero.

No dejas de mirarme. Tus manos están tras tu espalda y contra la pared. Dejo el teléfono en cualquier lado y camino hasta a ti para abrirte la boca con un beso. No hay palabras; no puede haberlas en medio de esta necesidad enorme que tengo. Tus manos se liberan cuando te alzo ligeramente desde la cintura para pegarte a mí. Las llevas a mi rostro y me acaricias con la yema de los dedos las cejas mientras miras mis ojos. Siento la enorme necesidad de poseerte, de estar dentro de ti, de oírte gemir y gritar; de sentir tu cuerpo caliente y tu humedad bañándome. No obstante, me detiene la extrema carencia que tengo de este momento, el ansia abrumadora de perderme en tus ojos y dilucidar el modo en que miran a los míos. Quiero conectar con ese yo profundo que existe en ti, que desconozco y que no tiene replica en ninguna parte, ni siquiera en este universo en el que dices que existes.

Te acaricio la mejilla, la barbilla, recorro tu labio con mi pulgar y lo separo. Veo tus dientes y la humedad de la parte interior de tu boca; la pruebo, sólo por gusto, por pasión, sólo porque puedo abrir todos tus pliegues y sentirte mía. Dejó que mi mano baje por tu cuello, tu clavícula, tu pecho y acuno la forma de tu seno, lo oprimo suavemente; no me sirve la ropa, no quiero la tela entre tu cuerpo y mi caricia. Te quito el chaleco y deslizo el tirante para que tu hombro quede desnudo y deposito un beso ahí. Primero es un toque, luego un beso húmedo que se convierte en el roce de mi lengua, para pasar a marcar con los dientes un bocado que no te daré. Me contengo y siento tu respiración acompasada con el temblor de mi cuerpo. Tiro del escote, deslizando la camiseta y la ropa interior; tu pecho se libera y brota como si floreciera con el pezón rosado y excitado. Parece delicioso, quiero probarlo, sin embargo lo tomo entre los dedos y lo retuerzo. Tu respiración se aturde y tu cadera se mueve inquieta contra la mía. Siento tu cuerpo tenso y te aferro a mí, sosteniéndote mientras mi cuerpo emula las embestidas que te daría si estuviésemos desnudos. Quiero abrirte, aunque sea en mi imaginación. Toco tu pezón con la lengua, dejando en él un roce corto y otro roce corto y uno largo antes de metérmelo en la boca. Lo succiono, lo oprimo entre la lengua y el paladar. Qué sensación tan exquisita es sentir el sabor de tu piel; un sabor particular, únicamente tuyo. Siento deseo, mucho deseo y el afán enorme de atravesar tu piel con la mía, hasta convertirnos en un sólo pensamiento.

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