Detalles

31 2 0
                                    

Detalles

.

No sé si alguna vez te he hablado de la nostalgia que me invade cuando llega el otoño. No, seguramente no he llegado a decirlo, son tan pocos los instantes en los que podemos hablar de la vida y del mundo y de la inmensidad del universo y del lunar que tienes en la mejilla. Son tan pocos los momentos en los que he podido contemplarte sin que el pensamiento de tu partida me pese como una losa sobre los hombros. No, no te he dicho lo mucho que me gustan los tonos de esta estación, con sus pigmentos en verdes mortecinos que dan cabida a rojos y amarillos. Tampoco te he hablado de cómo la luz traspasa las hojas, del mismo modo que lo hace en la piel deteriorada de un anciano. Cuando percibo esos ínfimos detalles, la belleza y la decadencia se chocan dentro de mí, causándome una melancolía que no consigo explicar ¿Sonrío? Sí ¿Soy feliz? Sí, también lo creo. Sin embargo, me pesa el alma como en ningún otro momento del año.

Fumo una calada más, el humo me pica en la garganta, a pesar de que ya debería estar inmunizado. Lo retengo dentro de mí, como si retuviese la muerte por unos instantes y luego lo libero en una nube que aporta su grano de arena a la destrucción de este planeta. Entonces miro las pocas estrellas que se dejan ver al inicio de la noche y pienso en ti, inevitablemente en ti, completamente en ti. El dolor revive en mi pecho y a pesar de que no tengo razón para llorar, siento como las lágrimas se acumulan en mis ojos y respiro hondo para apaciguarlas, para esconderlas del mundo en el que existo y que no será capaz de comprenderlas. Mi alma es extraña, extranjera en un espacio que no acepto. A veces siento cómo todo lo que soy tira de mí hacia otro sitio y no puedo evitar pensar que es hacia ti.

Amor, amor... mi amor...

Los matices del otoño se pliegan con los matices de mi alma. Sé que no debería darle tanta importancia a mi dolor, que comparado con otros dolores es pequeño y egoísta, pero es el mío y abarca ahora mismo todo mi caos.

Vuelvo al cigarrillo, sólo le quedan un par de caladas. Es tan hermosamente efímero el humo, brota denso, después de recorrer mi interior. A veces me pregunto ¿Cuánto de mí conforma el humo que expulso? ¿A dónde van esas microscópicas partes? ¿Qué componen luego? Hoy me enteré de que vemos el arcoíris por los fotorreceptores cónicos que hay en nuestros ojos y que los animales que no los poseen no pueden verlo; de alguna forma, nuestra forma nos lleva a crearlos. Si miro a lo lejos, a la estrella más lejana que consiga vislumbrar ¿Crearé tu mundo?

Suspiro.

Descubro la luna que ha crecido hasta su estado de plenitud. La envidio porque aunque cambie, ella siempre conoce su ciclo; gira sobre sí misma, segura de lo que es y del espacio que posee. Quizás en el miedo a lo desconocido esta nuestro verdadero enemigo.

Hoy me has tocado el alma en un momento en que no lo esperaba ¿Conoces esa sensación de que el tiempo se ha parado? Hoy lo experimenté casi como un golpe en el pecho e irremediablemente pensé en ti, en que estarías haciendo o con quién compartirías ese instante en el que yo te pensaba. No es lo mismo que ahora, que mis ideas se enlazan todas hacia ti, por voluntad, porque necesito atraerte a pesar del dolor. Hoy me has tocado y las personas que estaban a mi alrededor se convirtieron en bosquejos de la realidad. Miré a mi alrededor buscando tu rostro, tu andar, tu pelo, pero no te encontré... Sin embargo, oí tu voz. No puedo definir las palabras que me dijiste, no puedo contarlas como si las hubiese aprendido de memoria, porque era un lenguaje hecho para mi ser, más allá de mi cuerpo; te sentí en mí.

Ahora añoro ese instante vibrante y luminoso.

El cigarrillo se la terminado y lo apago contra el piso, luego descanso las manos sobre el barandal de metal que mira hacia la ciudad. La luna se ha elevado plena y la noche ha tomado su sitio, desplazando al día. Entonces veo tus manos, casi a la par con mis manos, apoyadas sobre otro barandal. Me emociono y siento como el corazón se me agita. Quiero tocarte, llegar a ti como un caballo encabritado que rompe la barrera que lo priva de su libertad. Sin embargo, me quedo estático, observando el velo que nos separa y que me recuerda al humo del cigarrillo que acabo de fumar. Miro tus dedos, que permanecen tranquilos sobre la madera de tu barandal, están a una distancia tan corta de los míos que podría extenderlos y tocarte.

EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora