SOMOS

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SOMOS

Hoy te he visto por primera vez, después de meses de buscar la luz en los lugares más oscuros. Te he mirado y ha sido difícil encontrar lo que amaba, tras las gafas oscuras y el negro de tu pelo; pero cuando finalmente te he visto, mi corazón cambió su ritmo y me he sentido transportada a ese segundo en el que descubrí mi amor por ti. Aún sigo observándote, descolocada, como si estuviese viviendo un instante del pasado y me siento más viva y me descubro más enamorada. Supongo que no es extraño, el pasado, en realidad, se conforma de todas aquellas cosas que ya no despiertan emociones en nosotros y para mí este amor es presente, porque te he visto y me has tocado el alma.

Ojalá no fuese ya tan difícil verte tras las capas que te cubren.

Camino paralela a ti, casi pegada a ti, por el sendero que hay en el jardín junto a tu casa. Cada uno en su lado de la realidad. Sonríes al pasar junto a las puertas de cristal que te devuelve la imagen, ignorante de mi presencia. Hay vitalidad en tus gestos, pareces feliz y conforme con tu vida; algo se ha clavado en este corazón mío que acababa de volver a latir. Sí, debo ser feliz por ti, sé que debo serlo, pero soltarte es un acto divino de amor que un ser tan cargado como yo no sabe afrontar. Quizás sea por eso que los humanos nos sentimos más cómodos en nuestros egoísmos, esos que se mullen bajo nuestra espalda como un satisfactorio colchón que se nos amolda al cuerpo.

De pronto te giras y miras de forma errática en mi dirección, quizás me buscas, quizás tu espíritu, ese pétalo de luz que aún te conecta a mí, te ha avisado de mi presencia; debo confesarlo, casi sollozo al pensar en la posibilidad. Soy una tonta, cómo puede tocar mi alma algo tan etéreo como una posibilidad. De pronto me miras claramente a los ojos, estamos tan cerca que lo adivino tras los cristales de tus gafas y esta vez las emociones de mi corazón se han concentrado en mi estómago y han formado un nudo de incertidumbre que por un momento no sé dirigir ni equilibrar. Entonces alguien te habla y te giras como si yo no estuviera; tal vez no me has visto en realidad y sólo has percibido el aura que desprendo cuando te tengo cerca, pero me tomas de la mano, sin mirar, y la incertidumbre se transforma en una emoción diferente, que sube y me llena el pecho, para atorarse en mi garganta y brotar como dos enormes lágrimas que contengo en los ojos y que comienzan a nublarme la vista. Te despides de quien sea que te acompaña y siento la presión de tus dedos entorno a los míos.

Caminamos los pasos que nos quedan del sendero y entramos por una de las puertas. Intento alcanzar el largo de tus pasos dando pequeñas carrerillas que me hacen sentir niña. No me has mirado ni una sola vez desde que me has enlazado la mano, caminas y me llevas contigo, rasgando del todo el velo que nos separa. No has dicho nada, ni yo tampoco; sin embargo, el enlace es tan poderoso que aunque el universo entero tirara de mí para equilibrase, no podría arrancarme de tu lado. De pronto siento el peso de la eventualidad, en mi mente se gesta la absurda idea de estar creando un nuevo espacio entre universos; uno que nos contenga a los dos. Te miro, con el brillo de la esperanza reflejada, tú sólo te enfocas en la distancia que debemos recorrer para encontrar un lugar para ambos. Pareces distante, pero sé que todo tu ser, ese que es real, el que emite esta energía maravillosa que traspasa la mía y me cosquillea en la piel, ese está anclado a mí.

Recorres conmigo la escalera que nos lleva a tu habitación ¿Cuántas veces he recorrido estos mismos escalones yo sola? con miedo, devoción y con la angustia que nunca me abandona, esa que me dice que estoy rompiendo todas las reglas. Te detienes frente a la puerta y finalmente me miras, tu agarre corta la circulación de la sangre en mi mano, aún llevas tus gafas oscuras que tomo con dos dedos, desde el centro, y deslizo para mirarte a los ojos. El sollozo que antes contuve se expresa abiertamente cuando me encuentro con el marrón claro de tu iris, atravesado por un delgado rayo de luz que entra por la ventana del fondo. A veces me gustaría saber cómo puede un cuerpo tan débil como el mío, contener tantas emociones y no estallar.

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