Secreto

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Secreto

Mi amor por ti comprende un espacio intransitable de deseos que se convierten en cuchillas afiladas, sinsabores, dolor y en el fondo, allá a lo lejos, una luz que lucho por alcanzar y que ni siquiera sé si es para mí.

¿Crees que podrías, mi amor, tocarme y no romperme? ¿Crees que podrías acercarte a mí, abrir el campo que me escuda del mundo para poder tocar tu alma y no destrozarme? Porque cuando estoy frente a ti soy frágil y dúctil, tan mansa y entregada que me asusta dejar de ser ¿Crees, mi amor, que podrías tocarme y que la piel no sea una defensa o una protección? ¿Crees que podrías acercarte hasta mí y hacer desaparecer todo el temor, toda la tristeza, la decepción que mi propia ansia genera?

Tu mano en mi cintura es una respuesta que espero, pero aún así me sorprende. El suave contacto de tu palma en la curva me acelera el pulso, el corazón, me electriza la piel y olvido la respiración práctica, pasando a la acelerada, a la desarmónica; la que busca sobrevivir. Me quedo prendada de tus ojos con esa mirada magnética y felina; clara y misteriosa a la vez. Me observas sabiendo todo lo que quiero y me instas a suplicar por ello. Oh, amor, tus ojos me abren el pecho y mi alma brota como una flor de infinitos pétalos y se extiende hacia ti.

—Mírame así, Bill, mírame —pido en susurros.

Tus manos están sobre mi cintura y las mías sobre ellas, su tacto me es tan familiar y a la vez nuevo, porque nuestra unión es finita y cada gesto es atesorado como un obsequio y guardado en el alma como un secreto. Acaricio tus manos, las amo, amo la forma en que captan la vida, en que tocan el vacío y le dan forma a un sentimiento.

Me miras y me pierdo en la profundidad de tus ojos; hacemos el amor de un modo salvaje, sólo con mirarnos. Son largos minutos en los que nos buscamos, nos hallamos y nos reconocimos, un momento extenso en los que se llenan de emociones nuestros pensamientos y ellos llenan el alma, la mente, el aura y la piel. Sin tocarnos estamos convirtiendo la magia en realidad. Sin un roce, te siento plenamente dentro, tan dentro que jamás saldrás; te has quedado prendado en la prisión de los sentimientos, que está hecha de barrotes que no aprisionan, que se forman de la unión entre ambos. Tú, amor mío, le das libertad a mis alas; me elevas y me aíslas de todo lo frívolo, a través del clamor de tu mirada. Hacemos el amor de un modo perfecto, nos hemos transmitido la excitación, el palpitar, el sudor, el ansia, el deseo, la ternura, el abatimiento, la angustia previa, hasta llegar a la culminación de los sentidos, sólo con mirarnos, transmitiendo la pureza del sentimiento, abriendo nuestro espíritu con honestidad, entregando todo lo que somos, no hay forma más perfecta de amar y aún así necesito más, más de ti; necesito que esa sonrisa traviesa y sutilmente malévola, calme el ansia, sólo un poco, porque quiero abrirme para ti. Aquí estoy, por ti, pidiendo el sabor de tu boca y de tus besos que aún no quieres dar; quieres que sufra y te suplique. Oh, mi amor, no hay suficiente suplica para declarar el modo en que te deseo. Mi cuerpo alterado, mis pezones erguidos, mis labios húmedos, mi piel débil a tu tacto, todo ello es una muestra que te oculto. Tus manos se deslizan un poco más atrás y se cruzan en mi espalda para acercarme a tu cuerpo y te siento el vientre, ha tocado el mío y me hago más blanda en el abrazo y suspiro al sentir el movimiento lento de tu cadera, es irreprimible para ti, presionas tu sexo contra mi ingle y el calor asciende con tanta violencia que me causa escalofrío. Ajustas otra vez el abrazo y me encierras, envuelta en la manta chamánica que vistes y que amo. Tu boca desciende para buscar mi cuello y poner en él un beso que detona las sensaciones erógenas de mi piel, encendiéndola, me hace temblar y gemir, llevándome casi al límite. Luego el beso se convierte en una caricia de tus labios hacia mi oído y mi sien. El abrazo se hace más grande, me rodeas y yo a ti, nos envolvemos y escucho tu corazón. Oh, qué angustia tan deliciosa, mi amor, estar así, ansiando y deseando y a la vez sin querer mover ni un músculo, porque sólo quiero tenerte y abrazarte y oír este latir agitado y maravilloso.

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