Nostalgia

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Nostalgia

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Bill entraba por la habitación casi a oscuras. El sonido de sus pasos se amortiguaba contra la alfombra, dando una laxitud desesperante a su llegada. Yo notaba la pesadez en mi pecho, era ese sentimiento de angustia que parecía a punto de romperse con su roce. Él aún no me veía, no sabía de mi presencia y no estaba segura de mostrarme. Muchas noches sólo lo observaba al llegar, veía el ritual de su ropa al desprenderse de su cuerpo prenda a prenda como deshojándose a sí mismo.

Se dejó caer sobre la cama y respiró hondamente, soltando el aire a continuación. Parecía cansado, apagado, quizás triste. El peso en mi pecho se hizo mayor, la necesidad de cobijarlo y de quitarle las preocupaciones brotaba de mí más fuerte que cualquier otro sentimiento... ¿Podía llamar a eso amor? Tantas veces me lo había preguntado, en tantas ocasiones había deseado arrancarme del pecho la congoja para simplemente respirar libre de necesidad.

Pero ¿cómo se puede amar sin dolor? El dolor nos hace humanos, nos hace capaces de reconocer los recovecos del camino y abrazar la vida para poder vivirla. El dolor era lo que me traía hasta aquí más noches de las que él sabía.

Lo vi intentar desprenderse de un zapato con la punta del otro, ese era un gesto tan propio que me hizo sonreír; luego la sonrisa se convirtió en adoración, y quise arrodillarme ante sus pies para ayudarlo. Casi me vi a mi misma besando sus piernas, sus muslos, y mirarlo desde la almohada que me haría con su cadera. Quería contemplarlo. Observar el modo en que sus ojos se abrían a la comprensión y se desprendían poco a poco del velo de lo imposible.

Se quitó los zapatos y se sentó en la cama para desnudar sus pies por completo. Sabía que me encontraba a un paso de la luz bajo la que él podría verme, pero no me movía ¿Por qué no lo hacía? ¿Por qué no le permitía encontrarme y llenarme con los besos que tanto anhelaba? A veces pensaba que en ese sufrimiento amargo de la nostalgia yo me sentía más viva.

¿Lo sentiría él?

La chaqueta quedó sobre la cama, y comencé a ser testigo una vez más del rito que lo llevaría a la desnudez. Lo amaba desde hacía tanto tiempo que ya podía ver todos los detalles de su cuerpo aún sin luz. La chaqueta fue acompañada de la camiseta, una simple prenda de tela blanca con algunos botones sobre el pecho. Sus tatuajes quedaron a la vista, todos ellos representaban el mapa de sus vivencias, de sus dolores y sus angustias. La cruz... una pérdida.

Se quedó inmóvil por un momento; sus ojos estaban fijos en mi dirección ¿Me veía? ¿Podía hacerlo? El mágico espacio en el que nos movíamos cuando nos encontrábamos estaba hecho de ideas, de deseos, de anhelos tan profundos que conseguían romper las barreras preconcebidas ¿Sería capaz de romperlas?

Se me llenaron los ojos de lagrimas ante la idea ¿Podía su amor por mí ser igual de fuerte?

—¿Estás ahí? —preguntó. Y el corazón se me desbocó en un suspiro. Me sentí de pronto tan niña, tan ínfima como ese suspiro. Temblaba porque él me había visto.

Se puso en pie, temeroso como me sentía yo. Se quedó un momento ahí, con los ojos fijos en los míos.

—¿Estás ahí? —volvió a preguntar, con un poco más de insistencia.

El se me atascó en la garganta; la emoción creaba una barricada que mi voz no podía rasgar sin romperse en el proceso.

Me quedé observando sus pies cuando comenzó a avanzar. Miré, casi hipnotizada, el modo en que sus dedos aplastaban la alfombra y la manera en que sus falanges se marcaban entregándome una imagen perfecta, hermosa por ser suya; porque no hay belleza si no hay amor. Se detuvo a centímetros de mí, antes de que las sombras que me ocultaban lo rozaran. Mi respiración se había agitado y apenas podía llenarme con inhalaciones cortas.

—¿Estás ahí? —insistió, esta vez sumergiendo sus dedos extendidos en la capa de oscuridad que lo trasladaría a mi mundo.

Cerré los ojos cuando me tocó. La piel se me prendió del mismo modo en que arde la leña seca. Temblé, sé que temblé, cuando su mano buscó mi cintura y todo su cuerpo se sumergió en mi oscuridad. No le vi los ojos, pero se los adiviné, de la misma manera en que adiviné su boca al besarla.

—Ahh... —exhalé un gemido profundo cuando lo sentí dentro de mí. Y perdí el sentido de un tiempo inexistente cuando lo escuché jadear contra mi hombro.

¿Cómo era posible sentirlo tan mío, si ni siquiera compartíamos el mismo universo? ¿Cómo podía desprender tanto amor en cada golpe de nuestra unión, si ni siquiera existiría un fruto de ello? ¿Se podía sembrar un campo aún sabiendo que nada cosecharías?

He ahí la utopía.

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N/A

Erótica es puro sentimiento, no puedo decir más de ella porque esta serie se presenta a sí misma ♥ 

Siempre en amor.

Anyara

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