Capítulo 2

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Todos los personajes pertenecen a Suzanne Collins

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Capítulo 2

"Loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo, todo menos la razón" (Gilbert Keith Chesterton)

--Me alegra que te hayas animado a ir a la boda- dice Johanna- Lo que no entiendo es ¿por qué te vas desde ahora? ¿Qué no falta como 3 semanas para que se lleve a cabo?

-- Es que si no lo hago ahora, quizá me termine arrepintiendo y no vaya- digo- Es mejor irme ahora que ya tome la decisión.

Después de haber hablado con Prim, fui a investigar cuando salía el siguiente tren. Pienso que es una señal cuando resulta que mañana justamente sale uno, así que compre el boleto, sin ninguna duda. Esa noche me costó dormir y cuando finalmente logre conciliar el sueño las pesadillas hicieron su aparición.

En la pesadilla iba corriendo por el bosque, corría desesperada por escapar de esos mutos que me perseguían como animales hambrientos. Finalmente llego a un enorme árbol el cual pienso subir para escaparme estoy por hacerlo hasta que escucho su voz gritar mi nombre, mi cuerpo tiembla de miedo y aunque quiero subir al árbol, me alejo para ir a buscarlo, grito su nombre esperando encontrarlo, es hasta que lo encuentro, intento llegar a él para tomarlo de la mano y buscar donde escondernos, estoy por alcanzarlo cuando lo veo caer, cae sin que pueda detenerlo.

-- ¿Pesadillas?- pregunta Johanna con la lámpara en mano desde su cama.

-- Sí- contesto.

-- Vuelve a dormir, que tu pesadilla empieza mañana- aconseja apagando la lámpara y volteándose para seguir durmiendo.

Los primeros días Johanna se molestaba porque no la dejaba dormir bien, con el tiempo se fue acostumbrando a mis pesadillas, tanto que muchas veces ya ni se despertaba. A la mañana siguiente me despedí de ella y me dirigí a la estación de trenes. Al llegar, veo muy poca gente en la estación, seguro porque la mayoría de los que viven aquí no son capaces de enfrentar la vida que dejaron. Eso me hace preguntarme, ¿soy capaz de enfrentarme a todo lo que deje?

-- ¿Va a subir?- me pregunta uno de los hombres de la estación. Lo miro sin saber que responder, sin saber si subirme o no- El tren está por salir si va a subir...

-- Sí- contesto de repente subiéndome al tren.

De pequeña jamás pensé en salir del Distrito 12, ese lugar era mi hogar, el sitio donde yo era inmensamente feliz, donde no había malos sueños, ni tristezas, ni miedos. Mi Papá es el protagonista de esos buenos recuerdos, esos dulces recuerdos donde yo lo esperaba en las escaleras de nuestra pequeña casa y corría a su lado cuando alcanzaba a ver que se acercaba, esos recuerdos donde el bosque era verde, los rayos del sol se colaban entre las ramas de los árboles y la voz de mi Papá lo llenaba de sonido acompañado de los sinsajos. Esos años fueron muy felices, hasta que un día dejamos de ir al bosque, un día en que mi Papá ya no llegaba a la misma hora del trabajo y que note que su piel de color bronce, cada día se perdía tornándose más pálida. Una tarde mientras cuidaba a Prim, mientras le cantaba esas hermosas canciones que mi Papá me enseño llego un hombre rubio que nos miró a ambas y con unas palmadas en la cabeza me pregunto.

-- ¿Y tus Papas?

-- Adentro- conteste.

-- Voy a entrar- me dijo.

Mire al hombre hasta que se cerró la puerta y desapareció adentro de mi casa, yo seguí cantando con Prim, hasta que la voz de mi Madre me llamo para que entrara. Agarre a Prim de la mano y ambas entramos a la casa donde mi Padre, mi Madre y el hombre rubio nos miraban muy serios. En esa tarde cuando el sol se ocultaba, se nos explicó que mi Papá estaba enfermo que por esa razón ya no podía seguir trabajando y que el hombre que era un viejo amigo de mis Padres nos ayudaría con nuestra situación llevándonos a vivir a su casa.

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