Capítulo 27

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Todos los personajes pertenecen a Suzanne Collins

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Capítulo 27

"Porque mi alma es toda fantástica, viajera y la envuelve una nube de locura ligera cuando la luna nueva sube al cielo azulino".

(Alfonsina Storni)

Conociéndome esta situación me tendría muy incómoda. Sé que la gente a nuestro alrededor debe estar mirándonos y el hecho de estar contra la ventana no me hace sentir cómoda, pero los besos de Peeta y sus manos recorriendo mis piernas que tiene sobre sus rodillas, provoca que olvide todo lo demás. Entonces sus manos acarician mi rostro, tocando el golpe provocando que me duela. Peeta se aparta mirándome preocupado.

-- Perdón.

-- Tranquilo no me dolió tanto.

-- Dame la crema que te dio Finnick- pide.

-- Ten- la saco de la bolsa.

Con cuidado y con su suave tacto coloca la crema. La manera en que mueve sus dedos me hace recordar la manera en que ayer los movía y con vergüenza me hace desear estar en un lugar donde solo fuéramos él y yo totalmente desnudos y haciendo el amor.

-- Esto no debió pasar- dice y noto frustración en su voz.

-- Yo sé- tomo su mano entrelazándola con la mía- Que no querías hacerlo, pero ¿qué paso? ¿Qué te hizo...?

-- Que tuviera un ataque.

-- Sí.

Aparta su mirada de mí y la dirige a la ventana. Seguramente viendo los hermosos paisajes que están a mi espalda. Lo traigo a mí, besando su mano lo más amorosamente que puedo y aunque su mirada me evita, termina hablando.

-- Solo recuerdo que mi Papá me presento con la directora del canal y...

-- ¿Qué?- pregunto.

-- No- niega.

Siento como quiere huir y antes de que lo haga aferro más mi mano a la suya y lo tomo del rostro, sin embargo el parece soltarse de mí. Me parece curioso que al igual que yo, él quiera huir cuando siente que no puede enfrentar las cosas, pero no quiero que escape, porque este problema lo resolveremos juntos.

--Dime- le pido apoyando mi frente junto a la suya.

Exhaló fuertemente y cerró los ojos- No sé si sepas, pero yo no tengo muchos recuerdos del secuestro. La droga que me inyectaron tiene ese efecto provocaba confusión, olvidos y alucinaciones, pero ayer... recordé que había una mujer.

--¿Una mujer?

-- Sí, iba de vez en cuando y ayer la recordé.

-- ¿Qué te hizo recordarla?

-- La directora me dijo una cosa que me hizo recordarla.

-- Eso es extraño.

-- Sí, ya que es mi primer recuerdo sobre el secuestro.

Lo miro molesta conmigo misma por no saber lo que me acaba de decir, pero ahora estoy aquí con él para que juntos superemos todo.

- Ya no quiero que pienses en el secuestro. De ahora en adelante solo recuerda una cosa.

-- ¿Y cuál es?- pregunta.

-- Que te quiero.

Aparece una gran sonrisa en su rostro y nuevamente estoy entre la ventana y sus labios.

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