Sin saber a dónde ir

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La leyenda "todo pasa por alguna razón" se pudre en mis oídos cada que intenta engañarme. Ya pasaron dos años...ya no sé qué hacer y ya no me recuerdo, ni recuerdo nada de antes... ya no sé qué me espera.

Por ese simple motivo, el hecho de encontrar una puerta abierta fue suficiente para poder intentar salir y luego tratar de cambiar y arreglar lo que hice... porque debo arreglarlo...ahora quiero arreglarlo.

¿Porque se había salido de casa? Ni el mismo lo sabía, pero después de eso no quería volver, puede volver a pasar lo mismo que antes. Pero esta vez sería mucho peor.

Ya estaba suficientemente maltratado y débil, sus pies (que su camisa dejaba ver parte de su pierna y muslo) iban débiles, estaban temblando y tenía varios moretones, parecía que se iban a quebrar y si era muy posible, tanta sangre perdida por tantos golpes, un simple empujón y terminaría en el piso.

Sus pasitos eran muy pequeños y se sostenía de lo que podía, una que otra persona lo volteaba a ver, pero el solo caminaba, no sabía a donde ir, solo quería irse lejos.

Eliot había llegado a su casa después de pasar la fiesta con sus amigos, al entrar se dio cuenta de que dejo la puerta abierta antes de irse. Camino por el recibidor y la sala, pero no vio a el inútil de su hermano. Fue a la cocina y tampoco estaba ahí. Subió por las escaleras, no recordaba muy bien que fue lo que le hiso anoche, pero no le importaba lo que le pasara. No sabía si lo había dejado atado en su habitación, paso por ahí y no estaba. Luego fue al cuarto de sus padres, el idiota tenía la costumbre de ocultarse debajo de la cama pero tampoco estaba ahí.

-¿Pero... cómo?- se preguntaba. Estaba más que arrepentido de no haberlo dejado encadenado. Busco por toda la casa y no lo encontró así que salió de su casa para buscarlo.

Mientras. Después de caminar por horas, con la mente perdida, se dio cuenta de donde estaba. Había dos tumbas enfrente de él. Tenían los nombres de Kira y Oliver Miller. Sin siquiera notarlo había llegado al cementerio y estaba parado enfrente de las tumbas de sus padres. Su respiración se agito mucho. Dio unos pasos hacia atrás tratando de alegarse.

Realmente se preguntaba ¿¿Qué hacía ahí??¿¿Cómo había llegado?? Él no quería estar ahí, no se lo merecía. Estaba tan acostumbrado a que su hermano le prohibiera siquiera llamarlos "mamá y papá" que ya enserio sentía que no eran sus padres.

Sus ojos se volvieron cristalinos, no quería llorar, era lo único que hacía. Pero dolía tanto. Quería acabar con todo el dolor y todo su sufrimiento. Se acercó a las tumbas y cayo de rodillas, sus lágrimas empezaron a caer por sus delicadas mejillas, también con algunas marcas de golpes. Observaba las lapidas enfrente de el con un rostro suplicante. Y solo lloro.

-Perdón-dijo en un pequeño susurro -¡¡Perdónenme!!- grito. Sus ojos seguían inundados de lágrimas -Lo siento enserio... yo... yo no quería... que ustedes murieran- su voz se quebraba mientras hablaba -Se los suplico, pe-perdónenme, no quería ma-matarlos... no quería... yo solo... solo... ¡perdón!- No dejaba de llorar, de sentirse culpable. Tenía en la cabeza las palabras de su hermano, gritándole, que los había matado, que él había traído la desgracia a todo, que había sido su culpa.

-¡Por favor, perdónenme! Prometo que ya no seré un idiota, ni un inútil, ni un débil, pero... por favor... ¡ya no quiero que duela!... sé que no debería pedirles nada, sé que no lo merezco, pero... solo quiero un poco de ayuda, ya no quiero m-más dolor... ¡es demasiado! Por favor... ayúdenme...-

-Oye- esa voz lo hiso estremecer. Esa voz. Que le causaba tanto miedo. Tanto dolor. Empezó a temblar notoriamente. Esa voz se escuchaba a sus espaldas. No podía ser, no podía ser su hermano. Ese que tanto lo había herido.

No fue mi culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora