Para... por favor

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El sol comenzaba a asomarse, la ciudad se llenaba de autos y gente por todas las calles. El día era frio y se esperaba una semana así, el otoño iniciaba y las hojas de los arboles ya empezaban tornarse de un tono anaranjado, para luego comenzar a caer y pasar una temporada así volviendo a iniciar con el ciclo.

Eliot estaba despierto, recién salido de bañarse, por lo que su cabello estaba húmedo. Estaba recargado en la pared y veía la ciudad desde la ventana de su habitación. No tenía que trabajar ese día, por lo que no estaba preocupado, pero su reloj interno lo había obligado a levantarse temprano.

Su mirada sobre la ventana era atenta, hasta que dejo de prestarle atención al paisaje y se observó a sí mismo en su reflejo.

Escucho unos pasos por la casa. Todo estaba en silencio y él estaba tan relajado, que pudo escuchar esos pasos por la casa que empezó a escuchar con atención.

Era Adrián, a lo mucho eran las 6, el menor había despertado, probablemente debía creer que era el primero en levantarse. Podía escuchar esas pisadas comenzando a bajar las escaleras. Sus pasos eran desiguales por lo que pensó que el menor seguía caminando con sueño.

Salió de su habitación, sin hacer mucho ruido, tenía curiosidad de saber que hacia el menor. Se asomó hacia la sala y lo observo. Su ropa de la piyama estaba descompuesta y su cabello desarreglado, tenía un leve sonrojo en sus mejillas y estaba sentado en el sillón con la mirada perdida, dio un bostezo sin hacer un sonido, pudo ver esas lágrimas por bostezar.

Termino de bajar las escaleras estaba en la misma sala que el menor. Este se tallaba un ojo, el más alto lo miro, esa escena le pareció incluso tierna. No, no podía pensar eso de nuevo, dejo de lado sus pensamientos.

-Adrián- el más bajo salto de su asiento, despertando por completo, se puso de pie y miro al mayo que lo había llamado.

-¿Qué... pasa?- pregunto.

-Vete a bañar, no te quiero ver así- le dijo con una voz severa. Adri bajo la mirada y se fue. Eliot se quedó solo en la sala. Entro a la cocina y se preparó un desayuno simple y un café. Cuando termino de comer pensó en Adri, así que solo para que no le molestara decidió prepararle algo de comer, con unos huevos revueltos era suficiente para que no molestara, o pasaría lo de la última vez.

Adri bajo las escaleras ya limpio, vestía un pantalón de mezclilla y sus convers negros. Lo más usual. Camino hasta la cocina y vio el plato de comida servido en la mesa. Lo observo atentamente y luego desvió la mirada. Vio que su sudadera estaba recargada en la silla de la mesa así que la tomo y se sentó en esta mientras se ponía su sudadera.

Tenía hambre pero no sabía si eran para él, con eso de que no podía siquiera acercarse a la cocina cuando Eliot no estaba le molestaba y también le asustaba. Se acurruco en sus brazos ocultándose, con su capucha.

Eliot entro a la cocina ya que había salido un momento al recibidor por correo que habían dejado. Se acercó a Adri y le quito la capucha, el más bajo brinco del susto y miro al mayor.

-¿Ah?- estaba confundido.

-Si no te comes eso no comerás nada en el resto del día ¿escuchaste?-

-Si- se acercó el plato con los cubiertos y comenzó a comer. Le pareció raro que su hermano le haya dado comida, más bien que el mismo la haya cocinado. A pesar de todo, la comida seguía teniendo el mismo dulce sabor que tenía cuando su hermano le hacia el almuerzo todas las mañanas para irse a la escuela.

En el resto del día, Eliot no salió de casa. Adri esperaba que se fuera, siempre hacia eso cuando no trabajaba, se iba y regresaba en las noches, normalmente ebrio, así que se quedaba encerrado en casa y con una esposa en su mano derecha atado al sillón.

No fue mi culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora