Ojala fuera otra pesadilla

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Tener un poco de valor.... Ser algo importante para alguien.

Han pasado diez días desde la muerte de mis padres... Cada día me siento peor, con un dolor en el pecho que me lastima y ese nudo en la garganta que sientes cada que quieres llorar, sentirlo todo el día, obligándote a dejar mostrar lo que sientes. Es de lo más doloroso.

Gritos... Era lo que se escuchaba por toda la casa, una casa grande y bien decorada que ahora era inundada por gritos y llanto.

Eliot se levantó de su cama lo más rápido que pudo al escuchar esos gritos, sabiendo de donde provenían, corrió por los pasillos y abrió la puerta de la habitación de su hermano, encontrándolo despierto, sufriendo, por alguna pesadilla de media noche.

Rápidamente se acercó y lo abrazo aferrándose a él, tratando de calmarlo para que dejara de llorar, tratando de convencerlo que solo era un sueño.

Pero Adri no pensaba así, él sabía que esa pesadilla se estaba volviendo realidad, ese dulce sueño que tuvo de un día de campo en familia, con sus padres y su hermano, todos riendo, todos felices, se convirtió en una horrible pesadilla porque su mente se lo arruino recordándole que ya no estaban. Y el simple hecho de despertar a mitad de la noche de ese lindo sueño y comprobarlo, lo hiso llorar, por haberle creído y no haberse permitido quedarse ahí.

-Cálmate- le susurro, su hermano lo abrazaba de manera protectora. Por más lastimado que él también se sintiera.

-No quería...- decía el menor entre lágrimas -No quería despertar...- solo se quedaron abrazados. Tratando de dormir para poder regresar a ese sueño.

Los días, las semanas y los meses pasaron, ya habían pasado dos meses desde la muerte de sus padres. Era una tarde ruidosa, la ciudad estaba repleta de autos y gente con ganas de regresar a sus hogares y con ciertas probabilidades de que empezara a llover.

Eliot había entrado a su casa después de haber trabajado. Estaba agotado, estresado y de muy mal humor. En esos momentos no tenía humor ni ganas de hacer nada, su miraba mostraba odio y lo peor para él era que tenía que volver a ver a su hermano y aguantar sus lloriqueos, que ya habían empezado a hartarle.

Estaba mal que pensara eso de su hermano, pero de algún modo una parte de su mente culpaba al menor de la muerte de sus padres. Este se la pasaba todo el día encerrado llorando en su habitación o en la sala, no iba a clases y le hartaban las noches de pesadillas en las que tenía que levantarse para hacer que Adrián dejara de llorar.

Él era orgulloso, le molestaban las personas que se hacían las sufridas solamente para buscar consuelo.

Todos esos pensamientos por su mente lo hacían odiar más a su hermano menor. Se recostó en el sillón con los ojos cerrados y así se mantuvo un rato.

Después los volvió a abrir y vio en la mesa de centro la fotografía de sus padres el día de su boda, se veían tan felices. No se merecían morir. Recordarlos le era doloroso.

Ese día (ahora que lo pensaba) si Adrián hubiera puesto más atención en clases, si hubiera tratado bien a los profesores y hubiera hecho sus tareas como debía no hubieran tenido que ir a ese estúpido evento por puntos extra. Si el mocoso hubiera trabajado aunque sean un poco en la escuela, sus padres no hubieran insistido en acompañarlos.

Apretó sus puños con furia. Ahora veía a ese niño como un completo extraño y no como su propia sangre. Trato de distraerse y tomo una botella de wiski de las que su padre solía tomar, el no acostumbraba a beber pero estaba tan estresado que ahora quería olvidar todo.

Adri estaba acostado en su cama viendo hacia la nada. Tenía los ojos hinchados y su cabello revuelto. Había estado llorando, últimamente lo hacía mucho, cada tarde.

No fue mi culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora