Los dedos vendados

6.7K 368 63
                                    


Mi cuerpo tiembla y mi corazón late con algo de desespero, pero no se cuál es la emoción que me ataca en estos momentos. ¿También contaran los regalos? O ¿Es solo la frase de todos los años?


Entro a su habitación algo aturdido, su cabeza le punzaba y sentía mucho dolor en su pecho. Se acercó al pequeño escritorio que decoraba su habitación y tomo de la silla su chamarra negra, se la puso abrigándose y protegiéndose con aquella prenda, aun estando techado se puso la capucha. Se sacó los tenis que portaba y froto sus pies con la alfombra, es sus pies se llegaban a notar pequeños moretones.

Se mantuvo quieto un momento y noto los mechones claros de cabello que se pegaban en sus ojos y llegaban a taparlos. Frunció el ceño. Levanto su mano y tomo uno de los que reposaban cerca de su nariz ¿Cuándo fue la última vez que se cortó el cabello? Le molestaba tenerlo tan largo y no se sentía cómodo.

Se preguntaba si Eliot lo dejaría cortarse el cabello, pero lo dudaba bastante. Desde aquella vez en la que intento escaparse (que en realidad esas no eran sus intenciones) Eliot lo dejaba encerrado y sin contacto con el mundo y eso también lo lastimaba. Sentía que se asfixiaba.

Suspiro pesadamente y se sentó en su cama. Acaricio las sabanas duras a las que ya se les habían formado hoyos y bultos, nunca fue bueno lavando ropa.

Estaba aprovechando de ese momento en el cual no tenía esposas desgarrándole la piel. Separo sus piernas del lugar donde estaba sentado y se inclinó hacia delante, saco de debajo de su cama, entre el colchón, un libro grande que llevaba escondido.

Había comenzado a leerlo después de que termino con los libros de poemas y geografía, ahora había comenzado con historia. Se recostó en la cama para comenzar a leerlo, lo veía más como un cuento.


No paso más de una hora cuando se desesperó de que su cabello se pasara por sus ojos estorbándole en su lectura. Se puso de pie y dejo el libro en la cama. Se dirigió al baño y al entrar se observó en el espejo. Odiaba su rostro y el mismo no se reconocía al verse. Se acercó más al espejo y acaricio con sus dedos una marca morada que rodeaba su ojo la cual ya comenzaba a disiparse.

Al pasar sus dedos por esta, noto las manchas rojas que iba dejando en su piel. Se susto al verla y dio un paso con brusquedad hacia atrás, empezó a respirar agitadamente miro sus manos.

Sus dedos eran lo más demacrado que tenía, sus uñas estaban rotas y algo despellejadas por lo que sangraban constantemente. Hacia el trabajo doméstico de la casa por lo que sus manos se lastimaban bastante.

Se sacó las vendas que llevaba en cada uno de sus dedos y las tiro al bote de basura. Abrió la llave de agua y se enjuago las manos esperando que pararan de sangrar, se secó y comenzó a abrir varios cajones con desesperación.

Tomo de entre todo una cajita de banditas y las saco todas en el fregadero. Con sus manos algo temblantes las destapo y comenzó a atarlas de nuevo a sus dedos.

-Se...se me acabaron- susurro cuando termino de sellar su dedo meñique.


Salió de su habitación y camino por el pasillo hasta el cuarto de Eliot, se pegó a la puerta y se asomó levemente a la puerta la cual estaba entreabierta, podía escuchar el sonido de la televisión y el agua de la regadera corriendo.

Bajo las escaleras procurando no hacer tanto ruido y se fue al recibidor donde quito el seguro que agarraba la ventana de lado de la puerta.

Se separó de ella y volvió a subir las escaleras. Mientras Eliot estuviera en la ducha no tendría ningún problema, no podría escucharlo. Paso sigilosamente por la habitación de Eliot ya que después de esta se encontraban el otro par de escaleras que lo llevaban a la habitación de sus padres, subió con la misma cautela y entro a la biblioteca.

No fue mi culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora