Tenías que hacer fraude

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Si solo hubiera dicho "si"... si solo hubiera dicho "si". ¿Para que pedir ayuda? ¿Para que tratar de buscar a alguien que te defienda? nadie lo hará porque no lo vales y si es que alguien intentara ayudarte. No podría, porque todos cometen errores, y esos errores terminan aprovechándolo otros, para así arruinarlo.

Mantuvo la bocina del teléfono pegada a su oído durante unos minutos, hasta que alguien del otro lado contesto.

-Buenos días, escuela Friedrich Cox ¿en qué le ayudo?- se escuchó la voz de una mujer.

-Bueno días, habla Héctor Miller, mi madre es Ann Miller, familiar directo de uno de sus estudiantes, su nombre es Adrián, Adrián Miller, me podría decir ¿Cuál es el desempeño académico de mi primo?-

-Permítame un segundo, por favor- el silencio se remplazó por una molesta musiquita de fondo, hasta que de nuevo se retomó la llamada –Si, amm... el estudiante Adrián Miller dejo de asistir a esta escuela desde el inicio del ciclo-

-¿Cómo?-

-Sí, es reprobado del último año escolar y fue suspendido por faltas de disciplina en el colegio, dejo de asistir a la escuela los últimos meses-

Las palabras de esa mujer lo dejaron atónito.

-¿Señor? ¿Se encuentra ahí?...-

-Sí, sí, perdón, muchas gracias.- colgó el teléfono. Adri no había ido a la escuela desde hace varios meses y él no estaba enterado ¿Cómo era posible eso? solo demostraba lo estúpido que podía ser, tomo de nuevo las llaves y salió de su departamento.

Partió en su auto hacia las zonas residenciales de la ciudad, pero a mitad de camino el tráfico comenzó a destruir poco a poco su paciencia, estaciono el auto en un servidor público y comenzó a andar a pie. Paso por la avenida y llego a un parque el cual se encontraba algo vacío y tenía que cruzarlo para continuar.

-¡Oiga!- escucho un grito a lo lejos. Se dio la vuelta para encontrarse con un chico de ojos azules y cabello oscuro. –Disculpe señor ¿no quisiera comprar algunas burbujas?- pregunto de los más normal ofreciendo un botecito con figuras, se había acercado y estaban a pocos pasos de distancia. –Vamos, si es que usted tiene una hija... tal vez alguna hermana-

Héctor miro al joven con el ceño ligeramente fruncido, tenía cosas más importantes que hacer que comprar burbujas. Estaba dispuesto a darse la vuelta sin siquiera contestarle, hasta que sintió un movimiento en su bolsillo y observo la sonrisa socarrona del joven, al darse la vuelta encontró a una niña pequeña corriendo y ya no tenía su billetera en su bolsillo.

-¡Oye regresa!- grito pero no logro nada, la niña sostuvo la billetera con una sonrisa y se dio la vuelta corriendo, hasta quedar atrás del azabache a una distancia larga, prácticamente esperando.

El azabache comenzó a reír también dispuesto a escapar de la situación pero el rubio lo sostuvo de su ante brazo.

-Oye...- lo miro de manera seria – ¿sabes que te puedo meter a la cárcel por esto?- la sonrisa del más joven no se borró, se zafo del agarre del rubio y lo observo de manera burlona, sacó una navaja de su pantalón y empezó a jugar con ella.

-Es una niña... al menos ella lo necesita más que tu- contesto.

-¿Qué quieres decir?-

-¿No es obvio?, ustedes viven en dinero-

-Que tengamos ese privilegio no les da derecho a robar, el tipo de personas como ustedes piensan que es fácil enseñarle a una niña a sacar las billeteras de otros, cuando deberían ponerse a trabajar y así tener que evitar esto- dijo de manera molesta.

No fue mi culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora