Capítulo 2.

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Mientras el teléfono daba señal de vida, la joven comenzó a impacientarse. Era la tercera vez que marcaba aquel número , y comenzaba a desesperarse , hasta que por fin, los pitidos incesantes se quedaron en silencio dando lugar a una voz muy grave y entrecortada:
-¿Si? ¿Quién es?- Se oyó desde la otra línea.
Aquella voz le resultó familiar, como si la hubiese escuchado anteriormente , pero no conseguía recordar de donde procedía aquel recuerdo acústico.

-Verá usted...-Trató de decir mientras tartamudeaba con un coreano pobre.- He abierto lo que creía mi maleta, pero resulta que no fue así, por lo que llamé al número que estaba en ella y...

-Ah si, es nuestra.-Le interrumpió aquella voz.-Lamento mucho la confusión.-Respondió educado.

-¿Por casualidad no tendrán ustedes mi maleta?
Hubo una pausa no tan silenciosa , debido a los ruidos de fondo que producían ambos móviles.

-Si, aquí hay una maleta negra con un llavero colgando con la foto de una niña pequeña. ¿Es su maleta?

-Si , si lo es. -Dijo aliviada, mientras se quitaba un peso de encima.- Por favor, dígame donde puedo localizarle y le llevaré sus cosas lo más pronto posible.-Se serenó.

-Em...-Dudó.-Casi que mejor me acerco yo por allí, nuestro hogar es un poco difícil de localizar.

Aquellas palabras sonaban a excusa barata, pero decidió no decir nada. Simplemente se presentaría en un lugar concurrido, por si algo pudiese pasar, y se devolverían sus pertenencias.

-Está bien.-Respondió amable.-No conozco demasiado Seul, soy nueva. Bueno , hace años que no vengo aquí, al menos unos tres , y no recuerdo muy bien todo...

-¿Conoces una cafetería con las cristaleras muy grandes , en el centro de Seul? Es una que tiene una figurita de un oso en la entrada.

-No...Lo siento. Pero no se preocupe.- Dijo con tono relajado.- Le diré a mi madre o mi abuelo, que me lleven allá. Si me dice la dirección, un día y una hora, estaré allí sin ningún problema.

-Le parece bien mañana a las seis de la tarde en aquella cafetería?-Preguntó amable.

-Oh , si, por supuesto. Sin problema.

-Muchas gracias, pequeña. Asegúrate de venir con tus papás, no vaya a ser que te pierdas.-Dijo tiernamente.

-No se preocupe señor, iré bien segura.-Rio amablemente.

De pronto, una palabra resonó en su cabeza cansada: "Pequeña". Aquella palabra, con aquel tono de voz, la había escuchado anteriormente. El teléfono quedó unos segundo en el más puro silencio hasta que preguntó sorprendida:
-Un momento. ¿Usted es el hombre que cogió mi maleta cuando yo iba a hacerlo? Que me dijo: "te has confundido , pequeña" ¿o algo así.?

-El mismo.-Suspiró.-Pero me temo que soy yo el que me he equivocado. Y me gustaría pedirte un favor, si no te importa.

Estaba asustada ante aquel hombre, que con tanta amabilidad comenzaba a tenerle pánico , pues al fin y al cabo era un simple desconocido que ahora le estaba pidiendo extrañamente un favor , del cual tenía miedo a pesar de no saber ni lo que era. Se quedó muda y no supo que palabras pronunciar. Pero el hombre no dudó en continuar hablando:
-Esa maleta no es mía. Es de un chico, yo me encargo siempre del equipaje. He hablado con él y me ha prometido que no le diría nada a mi jefe , porque él es muy amable. Así que le agradecería que no tome ningún tipo de medidas extremas, por favor. Le prometo que le devolveré su maleta con todo lo que hay en ella, pero por favor , no le diga nada a mi jefe.

Ella se quedó atónita. <<¡Menuda educación!>> pensó.
Estas cosas no pasaban en su país, en la que si perdías una maleta, seguramente esta no regresaría contigo jamás. Y si regresase, tampoco sería en buenas condiciones, algún objeto siempre suele desaparecer por arte de magia.

-No se preocupe, no voy a tomar medidas, ha sido un malentendido y no hay razones para hacerle a usted algo así.-Sentenció por fin , tras unos largos segundos en mute.

-Muchas gracias , de verdad.-Exhaló, propagando una gran cantidad de aire que pareció haber pasado a través del teléfono móvil.

Continuaron hablando un buen rato, como unos quince minutos más, hasta que apuntó la dirección de la cafetería. Entonces se despidieron el uno de otro, de una manera más cercana.

Era bastante tarde, así que pensó en avisar a su madre sobre lo ocurrido mañana por la mañana, y hoy simplemente dormiría con sus ropas, por un día, no pasaba nada.
Se quitó los jeans azules, que comenzaban a molestarle demasiado, tras llevarlos tanto tiempo puestos.
Los dejó encima de la silla del escritorio, y su camiseta holgada le sirvió de un buen camisón durante la primera noche después de tres años en Seul.
Iba a tirarse de nuevo en cama, para poder descansar de una vez, hasta que se dio cuenta del desastre que había provocado.
-¡Me cago en dios!-Gritó para llevarse después las manos a la boca por haber alzado tanto la voz. Podría haber despertado a su madre o a su abuelo. -Tengo que hacer la maleta, la he desordenado toda.-Susurró para sí, nerviosa.
Tras un suspiro que expresaba el máximo estado puro de cansancio, se dio unos golpecillos en sus mofletes, y comenzó a encartar y guardar la ropa de aquel extraño.
Se fijó en la gran cantidad de boxers que llevaba. Se sonrojó al notar el tacto de un calzoncillo , como si fuese una cría de cinco años que nunca hubiese visto o cogido alguno con la mano.
Estaba avergonzada de tener que hacer aquella maleta.
Se apuró en guardar la ropa interior, y después cogió los pantalones y las camisas, percatandose en la cintura tan estrecha que debería tener ese chico al que perteneciese la maleta. Le pareció algo adorable, por alguna extraña razón.
Mientras guardaba las camisas, se fijo de nuevo en aquella chaqueta de cuero negro. Era preciosa.
<<Tiene buen gusto.>> Pensó mientras acariciaba la tela.
Continuó guardando la maleta, tenía ganas de dormirse ya , pero la impaciencia no le dejaba hacerlo.
Cuando por fin abrió la cama y se tumbó en ella, sintió el frío de las finas sábanas pasar a sus finas piernas. Pensó que se helaría, hasta que por fin se acostumbró a la temperatura.
Cogió su teléfono móvil y se puso los cascos. Pensó que quizás un poco de música le provocaría el sueño , o al menos la tranquilizaría.
Puso el reproductor en la última canción que había escuchado , y una dulce melodía comenzó a sonar al mismo tiempo que una voz grave y ronca acompañaba el ritmo. Poco a poco , la voz desgarrada de un rapero comenzó a sonar. Siempre que escuchaba aquel rap , se daba cuenta de lo profunda que era la letra, de su sinceridad , de esa emoción que la hacía sentir más viva.
Let me know era sin duda de las mejores composiciones de Suga.
Y allí se quedó, profundamente dormida, mientras escuchaba aquella letra.
"Chica, hazmelo saber", "Chica, hazmelo saber." No paraba de pronunciar aquellas palabras con las que tanto empatizaba.
"Solo di algo" , "Hazmelo saber", "Solo di algo."
Se quedó profundamente dormida con aquella melodía, y sin decir absoultamente nada, mostró en los latidos de su corazón, el nerviosismo y el estado de relajación que esa canción le hacía sentir al unísono.

Dulce azucarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora