Capítulo 28

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Se había preparado con delicadeza. Había comprado un set de maquillaje y se lo había puesto con cautela y ayuda.

Nunca se había preparado para ninguna ocasión. Siempre había sido una chica de "poco glamour" para cualquier ojo femenino. Sin embargo, aquel evento se merecía un cambio en su forma de actuar y pensar.

De alguna manera quería llamar su atención. De alguna manera quería volver a repetir aquel instante....Sus profundos ojos suspiraban entre deseos el aliento ajeno que todavía se conservaba en su interior.

Se colocó su único vestido negro de flores. Su cabeza al instante pensó en si esto sería repetitivo, si quizá debería comprar más ropa llamativa.

Aquello era un cambio de hormonas fugaz. Ahora, quería llamar su atención, fuese como fuese. Quería que la mirase a ella, y solo a ella. Sentía egoístamente la necesidad de que él, sólo fuera para ella. 

No quería tratos ni recompensas. No quería dulces cortos. Quería un eterno manjar de futuro a su lado. Definitivamente, estaba enamorada. Lo suficientemente enamorada como para hacerse un desastre en la cara, y maquillarse el rostro con cosméticos que jamás se había dignado a usar. 

Sus rojos labios ardían en la necesidad de una nueva pasión, y sus ojos sombreados inspiraban una mirada felina y juguetona, pero con cierta agresividad.

Se había preparado durante horas, ayudada por la sonrisa de su madre, quien parecía haberse vuelto loca con la cita navideña, y había desordenado todo su armario en busca de un vestido que le gustase a su hija. Revolviendo cada cajón y cada estante, probando miles de vestidos de cuando ella era joven, sin gustar ninguno a su hija.

<<Eres como tu padre.>> Le había dicho una vez, con siete años, mientras corría con los brazos estirados hacia ella, con unos pantalones flojos y una camiseta blanca completamente manchada de tierra, sonriendo dulcemente mientras pedía abrazos.

-Eres imposible.-Le dijo su madre, mientras le peinaba la dura cabellera.

-Es lo que tiene peinarse por primera vez en la vida.-Sentenció con tono burlesco.

-Bueno es admitirlo....Ahhh...Tu pelo está hecho un desastre. ¿Es qué no usas champú?-reprochó mientras le agarraba un gran mechón de pelo, con las puntas completamente abiertas y cada cutícula capilar completamente rota.

-Ah....¿Pero al pelo no se le echa gel?-Preguntó con sorna.

Su madre le respondió con el silencio, y una breve sonrisa de oreja a oreja.

Trató de peinarla un rato más. Sin embargo, aquello solo podía servir como nido de pájaros. Cansada, depositó el cepillo en uno de los cajones de la coqueta, y después se sentó en un sofá verde, mientras su cabeza daba vueltas.

-Ma, ¿qué ocurre?.-Preguntó mientras giraba sobre la silla, con aspecto infantil.

-Tu. Tu eres lo que ocurre. Ahhh mírate.-Respondió.

-¿Qué pasa?-Preguntó incrédula, girando sobre sí misma.

-Para con la silla.-Refunfuñó,deteniéndola en el giro.-Tienes muy pocos modales, tu pelo es un desastre y tu comportamiento es muy introvertido....Creo que no estás preparada.

Los ojos de la joven se tornaron oscuros. Cabizbaja, se ocultó en una marea de pensamientos, que no dudó en compartir:

-Mamá. Esta soy yo. Infantil, si. Siempre lo he sido. Muy poco femenina, descuidada, siempre estoy mirando las moscas y a veces me concentro demasiado en mis pensamientos y parezco una psicótica. Pero esta soy yo. Así. Sin peinados bonitos, sin atracción por el rosa, ni por los vestidos. Solo quiero ser yo misma. Ni si quiera se por qué me he maquillado. Nunca lo había hecho, y me veo horrible en el espejo.

-Porque no estás acostumbrada, pero estás muy guapa cariño.-Interrumpió, sonriendo dócilmente.

-Pero no se trata de eso.-Volvió a hablar.-Se trata de ser yo misma. Solo me gusta un vestido, pues me pongo ese porque, sí, me gusta. Y al gustarme se nota en la actitud y también en como favorece la ropa. Este maquillaje no me queda bien, porque no me gusta maquillarme. Lo detesto. Mira mis ojos, parezco un mapache.-Soltó, riéndose.

Se colocó frente al espejo de la coqueta y acercó su rostro al objeto. Tras un minuto de silencio preguntó:

-Oye ma.

-Dime.-Dijo preocupada ante aquel silencio.

-¿Qué sonido hacen los mapaches?

Su madre soltó una carcajada enorme, seguida de una gran asfixia. Se había quedado sin aire de tanto reír. En esos instantes de falta de oxígeno pensó que en parte, no era tan infantil. Ella le había enseñado una nueva forma de ver la vida, más despreocupada. Y estaba segura de que eso le gustaría a su pretendiente.

-Quítate esa mierda de maquillaje. No quiero que Suga te vea siendo una pija que no eres.

-¡Oh mamá, cual improperio! ¡No oses!-Continuó, burlona y sobreactuada.

-Venga, quitatelo y se tu misma. Eso es lo único que importa. Si tu no eres de las de llevar maquillaje, no lo eres. Eso si, nada de ir en pijama que te conozco.

-Pero no hay nada más cómodo que el pijama....-Refunfuñó, con guasa.

Finalmente decidió irse al baño, se quitó las pinceladas de "glamour" y decidió convertirse en una bella ave capaz de hacer todo por su cuenta. Sin embargo, se quedó con aquel vestido negro de flores, que tanto le comenzaba a gustar.

-Maaaaa, me voy.-Dijo, acercándose a la puerta principal.

-Ve, te están esperando fuera. ¡Ánimo!-Completó su madre, completamente alegre y extasiada.

-Ma....-Bajó el tono.

-Dime pequeña.-Dijo mientras le acercaba un chaquetón marrón a su mano derecha.

-No quiero dejarte sola...sería nuestra primera navidad juntas después de mucho tiempo....

Cristal enmudeció al ver a su hija, con aquel vestido de flores, rechazando el abrigo marrón y poniéndose una chaqueta rockera, muy típica de ella. Al pronunciar esas palabras se sonrojó internamente. Realmente no se sentía tan mala madre. Su hija la quería, a pesar de haberla abandonado desde muy joven.

Sus ojos se encharcaron, y decidió que ese no era su momento, sino el de ella. Que su hija, sería la osa polar del cielo aquella noche.

-Vete y no te preocupes.-Le dijo sonriente, mientras se acercaba a abrazarla.

Su hija correspondió al abrazo, y le acarició la espalda al mismo tiempo.

-Ah. Y en casa a las diez.-Reprochó, brusca.

-Pero si son las siete....-Bufó.

-He dicho a las diez, no he dicho que diez.

-¿En serio me dejas hasta las diez de la mañana?-Preguntó, sorpendida, mirándola a la cara.

-No.

-Había que intentarlo....-Rió dulcemente.-¿A qué hora entonces?

-Mientras llegues antes de las cuatro y vengas bien acompañada a casa me basta. Pero mañana comes conmigo eh. Hoy es nochebuena, mañana Navidad. Así que, pasaremos la Navidad juntas. ¿Qué me dices?

-Me parece estupendo mamá.-Respondió, sonriente, para tiempo después salir por la puerta, hacia un coche negro aparcado tras el portal.

Se subió en el asiento copiloto, y observó a su alrededor. El interior era muy cómodo, de cuero. Y estaba más ordenado que su habitación. 

En el asiento piloto, se encontraba el ángel de los dulces azúcares que tan golosamente deseaba probar, con aquella pizca de pura inocencia.

Saludó tímido y arrancó el motor, incorporándose a la vía, en un nuevo trayecto que cambiaría el rumbo de sus vidas.





Dulce azucarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora