Capítulo 23

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Abrió el portal principal y observó que justo detrás de este se encontraba él. Con esa chaqueta de cuero que había tenido entre sus manos, y esos pantalones pitillo negros tan estrechos. Su camiseta blanca contrastaba con su vestimenta oscura.
Su piel también lucía más pálida. Si Suga ya era blanco, su tez se atenuaba aun más con los colores poco vivos. Sin embargo esto producía en su cara un aspecto más varonil, a pesar de sus  pequeños ojos y la forma de su cara, que le quitaban años de encima.

Con sus zapatillas negras se posaba sobre el terreno, firmemente y observando a aquella joven que se había levantado solo por él.
Él sabía perfectamente lo que quería decirle realmente. Sin embargo no encontraba las palabras adecuadas. Por ello se encontraba allí, inmóvil. Con sus pies sobre el terreno y su cabeza en el aire, buscando inconscientemente aquellas palabras que seguramente se albergarían en lo más hondo de su ser.
En aquellos momentos quería abrazarla, como aquella vez en la que para su sorpresa se abalanzó sobre  ella.
Allí estaba, con sus ojos todavía brillantes y lagrimosos de haberse despertado por resignación. Aquella dulce mirada de incerteza y felicidad extrema. Toda aquella inocencia se expandía a su alrededor, junto con las flores ornamentales de las calles por las que habían marchado sin decirse una sola palabra.
Todo era silencio. Las miradas espías acompañaban el ritmo sereno y firme de aquel ambiente invernal.
-En nada terminarás tu primer trimestre.-Espetó al fin el joven.
-Sí, lo sé. Será una felicidad extrema poder descansar un poco.-Trató de decir para poder al menos mantener una conversación en aquel incómodo silencio.
-Pronto llegará también la Navidad.-Encaminó a pronunciar mientras sacaba de su chaqueta negra de cuero sus manos.
-Ya....-No respondió nada más.
Ella se había planteado si quizás podría pasarse las navidades con su padre. Todavía no lo había decidido, por lo que la palabra Navidad causaba en ella cierta dolencia y resignación.
-¿Te irás con tu padre?-Preguntó, como un adivino que te augura el futuro sin ni si quiera saber absolutamente nada de ti.
-No lo sé. Me gusta estar con mi padre. Pero hace años que no paso una sola navidad con mi madre.
-Tampoco quieres volver allí, ¿cierto no?
Aquella pregunta la enmudeció. Quizá porque sabía con demasiada determinación la respuesta y quería ignorarla en un intento de ser una mejor hija que no se dejaba ganar por el miedo.
-No lo sé.-se paró en mitad de la calle, a la entrada del parque, incapaz de dirigir sus pies hacia alguna dirección.
Él se quedó mirándola con preocupación y tristeza. Quería que se quedara, pasar más tiempo con ella. Conocerla. Pero no sabía como decírselo. Y ahora solo sentía que la estaba hiriendo.
Se quedó callado mientras ella, con la mirada fija a sus pies, se mantenía confusa, quizás encerrada en sus propios pensamientos.
Tras unos minutos dio un paso hacia unas zapatillas negras deportivas.
Dio otro paso más, y alzando su faz mojada por las lágrimas se desplomó sobre su pecho, y entre sollozos musitó: "No quiero volver, lo siento papá."


Dulce azucarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora