Capítulo 16. Parte 2.

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Ambos suspiraron con paciencia. Inhalaron primero todo el oxígeno de la habitación, simultáneamente. Después, lo mantuvieron en sus pechos, para apaciguar el cálido nerviosismo que ambos poseían en aquel instante. Finalmente soltaron una gran bocanada de aire, primero ella, y después él.

Como si hubiesen terminado de fumarse un cigarro, se sintieron vacíos. Ya estaba todo dicho. Dicho y hecho.

Él había asentido a su pregunta. Únicamente pudo hacer un gesto con la cabeza, débil y mudo, pero sin carencia de significado.

Ahora, eran amigos. Y no sabían de qué hablar. Ya sentían tenerlo todo ganado, y a la vez perdido; pues, la ausencia de aquellos temblores, aquellos continuos pensamientos los dejaban en un estado de máxima relajación, que ellos entendían como vacío.

-¿Quieres hacer algo, o estás muy cansado?-Preguntó al fin, la joven, con cierta despreocupación.

-Estoy bien, no tengo sueño. ¿Qué quieres hacer?-Preguntó, completamente relajado.

Su tensión se había esfumado. Ahora podría conocerla más en profundidad, tendría una excusa para pedirle su número y llamarla; ya tendría una excusa para poder oír su voz cuando la añorase.

Empezó a pensar en todas las cosas que podrían hacer juntos: ir al parque a jugar un rato al baloncesto, pasear por cualquier lado, ir de compras, divertirse haciendo cualquier cosa.... Si era con ella, todo sería algo nuevo, fuera de su aborrecida rutina.

Pensó en todo aquello, en su significado; mientras ella miraba el techo de nuevo, pensando que podían hacer juntos.

Quizá no sería tan fácil. Si la llegasen a ver con ella....Podría meterla en problemas. Quizá la gente enloqueciese, al igual que el resto de fans. Entonces recordó el fan-meeting....

Cerró sus ojos fuertemente por un momento.

¿Por qué había hecho eso? ¿Se notaría demasiado que la conocía? Aquel día, cuando la vio en primera fila, la observó con descaro. Porque él era Suga, no Min Yoon Gi. Estaba acostumbrado a

sentir su otra parte, más despreocupada y con menos miedos, salir en el momento en el que había mucha gente, a la que sabía que jamás decepcionaría. Todas las fans lo adoraban, así que no importaba como fuese, podía ser él mismo, con sus bromas, y su carácter. Por eso la miró. Porque quería. Quería contemplarla un largo tiempo, con aquel precioso vestido de flores que tan bien le sentaba. Y ojalá pudiera decírselo, lo atractiva que le parecía, no solo con aquel vestido, sino con aquella camiseta blanca cubriendo nada más que una pequeña parte de sus bragas. Aquellas bragas apretadas de encaje, que le permitían observar sus piernas notablemente contorneadas.

Agitó su cabeza, tratando de quitarse aquella imagen de sus sesos. ¿Qué le estaba pasando? Eso no era un comportamiento digno de un amigo. Un amigo es un amigo, no se fija en esas cosas. Es guapa, eso cualquier amigo suyo podría decírselo, como Eunji.

Ahora pensaba en aquel chico. En aquel momento, cuando lo vio llegar con ella....sintió verdadero pánico. De que dijese algo o contase por ahí donde había estado. Y también se sorprendió de ver a ella con un chico. Realmente era atractivo. Podría camelarse a cualquier chica. Aunque él sabía que ella no era cualquier chica. Que para ella, todos eran desconocidos, a los que simplemente debía tratar con amabilidad. Y lo entendía muy bien porque así era él, entre otros muchos rasgos.

Sin embargo, un pequeño sentimiento afloró en aquel preciso instante, cuando la vio acompañada por un hombre. Una mezcla de tristeza y molestia. De rabia contenida y desconfianza máxima.

Quizás....¿Se había puesto un poco celoso? Pero...¿por qué iba a hacerlo? Son sólo amigos....Auqnue eso no quitaba que él, a pesar de todo, de lo de su ex, de lo de necesitar soledad pura...

-¿Sabes que tenemos un loro?-Ella interrumpió sus cavilaciones, tras un largo rato observándolo. Había visto como se había trasladado psíquicamente a otra zona que no era la física. Que su mente, había viajado a través de todas sus conexiones neuronales. Por ello, decidió dejarlo tranquilo, hasta que comenzó a notar que su respiración se aceleraba y sus ojos se tornaban más irritados.

-¿En serio?-Formuló, aturdido. Había estado tanto tiempo en sí mismo, que se le había olvidado por completo aquella presencia que tanto necesitaba.

-Lo tenemos en el invernadero, junto a las plantas y flores. Él se siente muy bien allí dentro. ¿Quieres verlo? Es muy simpático.-Sonrió dulcemente, apaciguando a aquel hombre, el cual volvía por fin a sus cabales.

-Me encantan los animales. Me encantaría verlo, por favor. Sería un animal completamente diferente de los que veo a menudo.-Alegó, volviendo a su tono sereno.

Ella se levantó de la cama, para acercarse a la puerta lentamente:

-Anda, ¿tenéis muchos animales dónde vivís?-Preguntó intrigada.

Él se levantó y se acercó a ella, con una sonrisa maléfica de oreja a oreja:

-En realidad convivo con 6. El perro no cuenta, es mucho más civilizado que mis compañeros.-Soltó, con un tono frívolo, pero vacilante.

Ella rió, y él le dio un par de golpes suaves en la espalda.

-¿Tu madre no dirá nada por salir tan tarde?

-Es mi madre, seguro nos la encontramos en la cocina, en su mundo de luz y color, pasaremos por su lado, la saludaremos, y ni se dará cuenta.

-No te metas con tu madre, ¿o acaso eres una mala hija?-Vaciló.

No respondió a aquello. Simplemente se dignó a observarlo, con un recelo fingido, mientras notaba su fría mano recorrer toda su espalda. A pesar de aquellos grados bajo cero a los que debía estar la palma de su mano, se sintió cálidamente protegida.



Dulce azucarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora