Capítulo 17.

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Aprovecharon la parada temporal de la meteorología para salir al jardín y caminar por el extenso campo. La hierba estaba mojada, y el aire fresco podía respirarse difícilmente, quebrándote los pulmones a cada inhalación. El tiempo parecía haberse calmado, sin embargo, unas nubes oscuras continuaban tapando a las brillantes estrellas, que no se molestaban en salir tras aquel estorbo ambiental.

Finalmente entraron con cuidado a aquel paraíso floral. El interior, estaba decorado con miles de plantas, colgadas del techo o simplemente apoyadas en el suelo.

En el suelo podías hallar un camino recto bastante ancho, que separaba dos filas extensas de tierra, en las cuales estaban plantadas miles de rosas, lirios, amapolas, tulipanes.....cualquier flor que tuviese un color llamativo, o incluso, cualquier tipo de flor, podrías encontrarla allí, en aquella diversidad casi imposible. Si ella creyese en dioses y en la religión, hubiese pensado que aquello era el mismísimo Edén.

Al final del camino, se encontraba una palo de madera natural unido a una percha, también de madera natural, que le servía de apoyo a aquel ave, que se encontraba resplandeciente, observando el jardín, con sus ojos enromes y profundamente negros observando cada centímetro del lugar.

Sus colores rojizos, se hacían tan llamativos que parecían que estos pudieran sobresalir en cualquier momento y comenzar a realizar un vuelo alrededor del alto techo.

Pero sus plumas no estaban recubiertas solamente de rojo; en sus alas podías visualizar más colores: primero una pequeña capa de amarillo rodeaba alrededor de el ala una pequeña parte de esta, dejando pase a un segundo color; el verde. Un verde oscuro, que contrarrestaba el brillo tan destacable de aquel rojo intenso. Finalmente había dos colores más, que se parecían entre sí: dos azules. El primer azul era más claro que el último, el cual se acercaba más a un violeta.

Observando aquel ave, completamente tiesa, como si fuese un objeto de decoración, se inundaba una sensación de nobleza. Nobleza e que aquel ave, guardián de todas aquellas plantas y flores, las cuales se sentían agradecidas de tener un amo tan silencioso.

-Nunca se me hubiese ocurrido poner paredes de madera y dejar el césped a lo natural.-Pronunció Yon Gi, nada más haber terminado de dar una visión periférica de aquel extenso lugar.-Es precioso.

Se quedó mirando un rato más, en la entrada, mientras ella pasaba, como si lo hiciese todos los días.

El pájaro los observó llegar, y extendió sus alas, en símbolo de relajación.

-Buenas noches, Sócrates.-Saludó, como si fuese una persona capaz de comprenderle.

Él, repitió su nombre, entre tres y cuatro veces, al mismo tiempo que ella se acercaba, y acariciaba con permiso su cabeza. El tacto era muy suave, y a Sócrates parecía agradarle, pues había cerrado los ojos y abierto su pico en más de una ocasión.

Suga apreció la escena, desde lejos.

-Puedes acercarte, no te va a hacer nada, estás conmigo.

Él sonrió débilmente y se acercó lo suficiente como para quedar a unos escasos centímetros laterales de ella.

-¿Por qué Sócrates?.-Preguntó, todavía sorprendido del maravilloso olor que desprendía aquel jardín.

-Dice mi madre que yo le puse ese nombre hace tres años, cuando vivía aquí. He de admitir que es un buen nombre. Me gusta Sócrates, es un filósofo extraño. Aunque últimamente me gusta más Kant...Pero no quiero liar al pobre pájaro.-Rió suavemente.

-Vaya. No sabía que te gustaba la filosofía. ¿puedo acariciarlo o le parecerá mal?

Estaba sorprendido de aquella chica. Realmente, era alguien extraña. A los jóvenes de hoy en día no les preocupaba más que la fiesta o el simple hecho de aprobar por aprobar, no por aprender.

Dulce azucarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora