Capítulo 19

146 12 0
                                    

La caminata fue silenciosa, unida por la sensación de la incomodidad.

Ella, en el medio de aquellos dos chicos, tratando de contener las ocurrencias mentales que a cada uno de ellos se le pasaba fugazmente por la cabeza. En aquel preciso instante se sentía un muro de hormigón, quizá como el muro de Berlín: separando dos fuerzas totalmente contradictorias.

En el lado derecho se encontraba Suga, con las manos en sus estrechos pantalones azules pitillo, cabizbajo, observando el suelo como si tuviese miedo de caerse, o por evitar desviar la mirada a la izquierda, donde estaba Eunji, silbando tranquilamente, con las manos apoyadas sobre su cabeza, y posando sus pies en el suelo terrestre firmemente, de manera despreocupada, como un auténtico psicópata....o un sinvergüenza al que no le importaba realmente nada.

-¿No se escandalizarán al verte?-Preguntó el joven de cabellos anaranjados, rompiendo la mudez.

-No.-Respondió Suga, seco y distante.

Él sabía perfectamente lo que sucedería si lo viesen con una chica "común" o tan si quiera con una chica. Pero en su interior, sentía unos celos profundos hacia aquel petardo, el cual podía sin ningún tipo de problema llevarla a donde quisiera, como quisiera y cuando quisiera. Y eso le daba envidia; porque sinceramente, él quería llevársela a todas partes, como quien se lleva su ipad con sus canciones favoritas, para escucharlas siempre que lo necesitase; quizá en un momento de mal augurio o simplemente por placer. La música era un estado de relajación inminente en cuanto las ondas vibratorias se colaban clandestinamente en sus oídos. Ella, era exactamente esa misma sensación, en cada sentido: En la vista, era la ansiedad. La ansiedad de ver el ipad, eso que tanto necesitas, tan cerca, y a la vez tan lejos, porque quizás no es el momento adecuado de escuchar música; escuchar, es parte del oído. Él quería escucharla, y saborear su música. Si, tenía que probar su gusto, si sus papilas gustativas se adaptaban a las suyas en una perfección armoniosa.

Estaba enloqueciendo, mientras observaba el suelo. Si, estaba empezando a sentir algo, no podía dudarlo; pues su mente, aunque él no quisiese, se disipaba y volvía a aparecer de un momento a otro, cambiando intermitentemente como un semáforo, de la realidad a la ficción, o del pensamiento interno al mundo externo.

-Yo no estoy tan seguro de eso. Eres un idol. Todos te verán, quieras o no. Hablarán de ello, de verte acompañar a una chica a clase, a una chica que no conocen. Y hablarán. ¿No te preocupa?- Sus palabras eran como cuchillos. Saetas voladoras hacia la herida abierta tras las puñaladas. Aquel chico era realmente irritante, pero tenía razón, una razón que ojalá no fuese cierta.

Suga simplemente volvió a mirar el suelo, desconectado de la realidad, evadiendo la pregunta infeliz, a sabiendas de que nada sería fácil.

-Jung-su, no lo digas así tampoco....-habló por fin la joven, tratando de equilibrar la balanza del asunto.

-Es que es cierto, le estás poniendo en peligro, ___.-Se pausó un momento, para observarla directamente a los ojos.-Bueno, tu no. Tu madre. Ella fue la de la maravillosa idea....¿Es qué acaso no pensáis, o no queréis pensar?-Su voz sonó casi paternal. La riña le hacía retroceder a aquellos tiempos en los que vivía con su padre, en aquella pequeña casa de su país, en la cual estaba también su hermano pequeño y abuela por parte paterna.

Aquel diminuto hogar, alejado de todo concepto urbanístico, era completamente diferente de su nueva vida en Seul. No había calles empedradas, ni ciudades iluminadas por las tiendas nocturnas, ni personas caminando y comprando a altas horas de la noche. Es más, en su pueblo, donde ella vivía, no había ninguna tienda, a excepción de un ultramarinos desgastado por los años, que comenzaba en su último año de estancia a perder clientela, ya que la mayoría de los vecinos habían decidido mudarse al centro, por la proximidad a los institutos y otros establecimientos comerciales y no-comerciales.

Todos, se habían olvidado poco a poco de aquel pueblo, de todos sus habitantes. A excepción de ella, que los mantenía en su memoria, pero que sin embargo esta fallaba y solo aparecía un vano recuerdo de su padre regañándola cariñosamente, tratando de persuadirla para que no cometiese ningún error que pudiese dañarla, como ahora estaba haciendo Eunji.

-Lo siento....-Respondió automáticamente por la costumbre de las regañinas que su padre constantemente le echaba. Sabía perfectamente que era por su bien, y era capaz de razonar el concepto, pero no una solución.

-Quizá debería irme.-Alegó al fin el chico evasivo, listo para afrontar el problema.

-S...Suga.-Tartamudeó, sin decir palabra alguna que no fuese el sonido intenso de su apodo.

-Jung-su tiene razón.-Se acercó con valentía, agarrándole los hombros.-He de irme cuanto antes. Si aún llevase gafas y gorra quizá no llamaría tanto la atención. Pero ahora he de irme, ¿está bien?.-Se inclinó sobre ella, en un intento fugaz de oler su aroma dulce de aquella colonia tan embriagante.

Ella asintió con la cabeza, con los ojos abiertos como platos, nerviosa. En estado de shock. Lo tenía tan cerca, que no podía evitar pensar en miles de cosas, miles de cosas que le hacían elevarse a las nubes, a miles de kilómetros de distancia de la realidad tan próxima a la que se encontraban ambos, donde apenas unos centímetros los separaban.

En cuestión de segundos, se percató de lo que había sucedido. Suga estaba rodeándole con sus manos el cuello, mientras su cuerpo estaba lo máximo pegado posible al suyo. Si, la estaba abrazando, no sabía cuando había sucedido, no podía haberse percatado y desmayado en el instante, porque su mente no estaba presente cuando él llevó a cabo la acción, pero ahora si podía hacerlo; porque él, el chico que le gustaba, estaba cerca, sin barrera de aire de por medio, existiendo en un mismo momento, a la misma distancia, juntos.

-Estudia mucho, que es muy importante.-Le dijo con tono dulzón mientras acariciaba su espalda.

-Hm.-Asintió ella, con un sonido débil y atolondrado.

Él se separó un poco, sin despegarse aun de ella, sin querer hacerlo. Su altura le proporcionaba ventaja sobre ella, pudiendo observar su brillantes ojos tratando de mirar hacia arriba, en expresión de duda y alegría. Él la miró, y Jung-su, el cual permaneció seco e inmóvil hasta aquel momento, comenzó a silbar, interrumpiendo aquel silencio, nervioso.

Yoongi observó de reojo al joven silbante, con una mirada agresiva, y como un proceso natural de temerosidad, Eunji no volvió a permitir entrar el aire más en su boca.

Cuando ella creía que se iba a separar, abandonándola y dejando todo en un simple abrazo exacerbadamente amistoso, pudo sentir sus cálidos labios en su frente, la cual pasó de un temperamento medio a uno excesivamente elevado, haciéndola enrojecer y morir de locura, de emoción reprimida, de ansiedad.

Por último se separó, y sin nada más que un saludo con la mano se despidió, observando por último a Eunji, completamente abatido y retraído, sabiendo que la batalla, estaba más que perdida ante aquel idol, el cual le parecía tener demasiada valentía, como para hacer aquella locura en medio de la calle.




Dulce azucarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora