Capítulo 32

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Su cabeza estaba mucho más arriba de las nubes. Sentía escasamente la presencia de la realidad entre los objetos que acariciaba. En su cabeza, sólo se hallaba un nombre, que de repente había tapado cualquier contacto con la realidad.
Una y otra vez repetía el nombre en su mente. Aquellas cuatro letras daban un infinito sentido a su vida.
Se había quedado maravillada al verlo. Sus ojos se habían abierto quizá para poder apreciarlo mejor.
Cuando lo vio allí, sentado en aquella mesa, con la paciencia de un doctor, se estremeció. Se estremeció hasta tal punto que se quedó completamente muda, in albis. Sin saber como actuar tan si quiera.
Ella pensó que jamás pasaría de aquel momento. Y sin embargo pudo sentir sus labios rozar su piel en más de una ocasión.
Aquellos labios cálidos y tiernos, incomprensibles a su lengua. Jamás entendería a aquel hombre que contradice su mirada y sus actos con la falsedad de muchas de sus palabras.
Él era tan contradictorio que le encantaba. Quizá tan tímido como Min Yoon Gi, o quizá tan valiente como Suga. Pero era ambas cosas, contradictorias totalmente.

Estaba sentada en la cocina, enredada entre sus pensamientos, deshaciendo los nudos con suma cautela, cuando el timbre sonó por un instante.
Pensó que su madre abriría y prosiguió en su dulce hazaña de dejarse llevar por una pequeña esperanza.
El timbre volvió a sonar, incordiándola.
Entonces se levantó, y se decidió a abrir el portal, deseando que Suga estuviese tras aquellas llamadas.
Sin embargo, cuando se acercó al telefonillo, pudo darse cuenta de que, aquel que deseaba ver, no era precisamente aquel que se encontraba tras el portal.
Abrió la puerta desilusionada, pensando en que ojalá hubiese sido él, con su preciosa sonrisa iluminando su mañana.

Se dignó a saludar a Eunji, perfectamente arreglado, con un traje grisáceo y unos pantalones del mismo color a juego.

-¿De dónde vienes así?.-Preguntó incrédula.

-De una boda. Ignora mi vestimenta. He venido a darte una cosa.-Respondió, para después entregarle una bolsa marrón de cartón.

-¿Qué es esto? Eunji...no entiendo, ¿es para mí?-

-Si, es para ti.-Enfatizó la última palabra.-Feliz Navidad.-Dijo sonriendo alegremente.-Siento no haber podido verte estas vacaciones, he tenido problemas....pero no quería que pensaras que nuestra relación se termina cuando acaba el trimestre. Quiero que seamos algo más que simples compañeros de clase...

-Eunji, tu y yo somos amigos.-Interrumpió, con un amplia sonrisa.

-¿De verdad?-Preguntó atónito.

-Si.-Respondió seca.-¿Quieres pasar? ¿Qué problemas has tenido? ¿Quieres hablar?

Entonces enmudeció. Sus ojos se tornaron rojizos. Sintió perecer la angustia de su corazón. Aceptó con un suspiro de pájaros voladores.

Una vez dentro, ella le preparó una taza de chocolate caliente. Ambos, sentados uno en frente del otro, se observaron. Se miraron durante un largo tiempo a los ojos, entre profundos suspiros.

Sus cabezas parecían avecinar la calma tras la funesta tormenta que los había bañado durante años.

-Mi padre se ha casado.-Soltó al fin.-Con una arpía.-Añadió todavía incrédulo.

-¿En serio? Pero... Tu madre?-Musitó.

-Está muerta.-Aquellas palabras directas revolotearon con gran estruendo por todo el eco de la cocina-salón. Aquella brutalidad en las palabras solo podía llevar consigo el dolor y la angustia ante un destino final jamás esperado.

-Lo siento....-Se lamentó, sin saber que decir.

-Tuvo un accidente de coche cuando yo era pequeño. Me dejó cuando solo tenía nueve años.-Su voz sonó serena, neutra, que parecía querer ocultar un resquebrajado corazón.

Dulce azucarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora