Nicholas
La charla con el señor Liverpool fue corta.
—entonces, le diré que venga.
Él se paró y salió de su propio despacho, dejándome a la espera de la joven Sophie.
Golpearon la puerta de manera delicada, por lo que supuse que ella estaría pidiendo permiso para entrar.
—señor, yo...— su cara estaba compuesta por un gesto obstinado y firme, además de un destello de incertidumbre y miedo en sus ojos.
—Nicholas— le corregí. Si, por el destino, ella sería mi esposa, debía acostumbrarse a llamarme Nicholas.
—Nicholas— repitió, como si se forzara si misma a decirlo— si considera que mi opinión sobre los bancos es distinta a la...
—no la llamé por eso, señorita.
Ella me miró con una chispa de desafío.
—Sophie.
—Estoy aquí porque necesitaba cerrar un trato con tu padre, pero para hacerlo debemos unir nuestras herencias— ella asintió en reconocimiento— y la forma de hacerlo es con un matrimonio.
Su cara cambia de color en un segundo y se torna del mismo color que la nieve.
—¿mi padre quiere que me case contigo?
—de hecho, soy yo quien quiere casarse contigo— salí detrás del escritorio y me acerqué a ella, esperando su reacción. Sus ojos se cerraron y respiró profundamente. Cuando volvió a mirarme, su vista estaba empañada por las lágrimas y no tardó mucho en hiperventilar y caer desplomada al suelo.
Grité el nombre del señor Witerpool y él, junto con su esposa, aparecieron segundos después. Al verme sostener a su hija de esa forma, la mujer comenzó a sollozar.
—Indíqueme dónde queda el cuarto de la joven— pedí sonando desesperado al ver que no hacía anda por Sophie.
Ella caminó delante mío, mientras que yo cargaba el cuerpo inconsciente de Sophie hasta su habitación, que, por suerte, quedaba cerca del despacho. Ambas estaban en el mismo pasillo pero a varios metros de distancia.
Me detuve frente a la cama de la chica y acomodé su cuerpo sobre la superficie.
—¿puede traer un paño húmedo con alcohol? — la señora salió ante mi pedido y volvió un minuto después con lo que le había pedido.
Le acerqué el algodón a la cara de la chica. Ella empezó a moverse de a poco y abrió los ojos. Me separé un poco del lecho, dándole espacio. La madre de Sophie salió, conmocionada en busca de su marido.
—¿señor Van Daner? ― me miró confundida. Tal vez por el hecho de que un hombre que acababa de proponerle matrimonio estuviera en su habitación.
—Sophie, ¿se encuentra bien?— me acerqué a la cama, admirando su belleza. Me había percatado antes de que la chica estaba bastante bien, pero incluso pálida lucía bien.
—creo que me abrumó un poco...— se llevó la mano a la cabeza— ¡oh, mierda!— se recostó de nuevo y abrió los ojos desmesuradamente— ¡lo siento, lo siento!
Unos instantes después me di cuenta en que se disculpaba por la falta de propiedad que había mostrado. No estaba bien que una chica― y menos delante de un hombre― dijera algún improperio.
—está perdonada, pero eso me lleva a pensar que usted no está de acuerdo con mi propuesta.
—usted no ha hecho ninguna propuesta, señor— replicó dejándome con la boca cerrada. Lo cierto es que no me había propuesto ante ella, simplemente se lo había informado y había dada por sentada su respuesta— y si su propuesta es la que creo que es, espero que vaya haciéndose a la idea de que mi respuesta será un no― habló. Había un deje bastante grande de orgullo y testarudez en su voz.
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Ámame.
RomanceLa monótona vida de Sophie Witerpool se ve destrozada cuando el socio de su padre proclama que se casarán. Así, sin preámbulos. Aunque eso no es atípico en el Londres de 1800. Lo que puede ser un poco raro, es que la novia trate de escapar. Con otro...