último capítulo

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Grité de nuevo. Era lo hora, lo sabía— lo tenía más que claro— en especial desde que Nicholas y la nodriza habían compartido una mirada cómplice. Lo sabía. Mi bebé iba a nacer y yo todavía no tenía la entereza mental como para darlo a luz.

—traeré un té de Jengibre y eucalipto— murmuró la nodriza— eso ayudará a dilatar el canal y...

—¿Qué canal? — la miré, con la cara sudada y el cuerpo temblando— es muy pronto— chillé— no puede ser.

—señorita, debe calmarse. Alterarse no le será favorecedor para su estado — me dijo— ¡Mary! — llamó a una de las mujeres de la casa— necesito que traigas telas limpias y agua.

—Nicholas...—me aferré a la mano del hombre, que estaba de pie al lado de la cama.

—señor, será mejor que salga— la nodriza, Stel, lo miró— Sophie debe estar tranquila.

—¡Estoy tranquila! — grité nerviosa.

—Sophie...— Nicholas empezó a hablar, en su enésimo intento de hacerme entrar en razón.

—no, no, no, ¡No! — lloriqueé— tú no me entiendes— medio grazné— estoy cagada de miedo, ¡Esto está mal!

—iré a buscar el té— la nodriza salió de la habitación al mismo tiempo que Nicholas se ponía en cuclillas al lado de la cama.

—Sophie, no debes estar tan alterada— pasó un dedo pulgar por mi mejilla, secando una de las tantas lágrimas que había soltado.

—tengo miedo— tartamudeé— tengo un mal presentimiento sobre esto — sorbí los mocos— no sé qué vaya a pasar, pero...

—Sophie, ¡Dios, no! — se alteró— no te pongas melodramática, ¿Bien? Nada va a pasarte ni a ti ni al bebé.

—sabes que existe esa posibilidad— lo miré— lo sabes. El médico lo dijo— musité— quiero que lo cuides, por favor.

—Sophia...— parecía mantenerse calmado, pero vi un leve temblor en su labio— no. Basta. Ni a ti ni al bebé les pasará anda.

—Nicholas...— volví a agarrar su mano, presionando mis dedos— por favor te lo pido. Estoy dejando todo mi orgullo de lado, por favor.

—Sophie — suspiró— no va a pasar nada.

—es que no entiendes— gruñí— sabes que es muy probable, que con el parto prematuro y todas las complicaciones...

—basta— me cortó— no te va a pasar nada.

—pero...

La nodriza le dijo que saliera del cuarto y pesar de que le pedí unas tres o cuatro veces que se quedara, él salió. Lo entendía. No es normal que el padre presenciara el parto, porque era una cosa de mujeres.

—tome el té, señora— Stel me dio una taza humeante— iremos despacio, ¿Sí?

—esto está mal— lloriqueé— ¿No se puede detener? No estoy lista para que nazca aun.

—debes aceptarlo así, Sophie— me dijo— sé que estás asustada, pero María y yo estaremos aquí para asistirte—tomé varios tragos del té hasta sentirme asqueada y lo dejé con las manos temblorosas en la mesa al lado de la cama. Varias respiraciones profundas después y Stel determinó que era hora. Iba a parir— bien. Abre las piernas y ponte más sentada— me indicó. A duras penas seguí su orden y me enderecé en la cama— sé que duele, pero necesito que pujes— hice fuerza— vamos, vamos, pronto tendrás a tu bebé en brazos— me apremió.

No sé cuánto tiempo estuve pujando y deteniéndome. Pujando y deteniéndome. Tal vez fueron pocos minutos, pero puedo asegurar que se sintieron siglos. Sentía escozor y dolor por todo mi cuerpo. con cada pujada esto empeoraba mientras sentía mi vagina partiéndose en dos.

—¡Arhg! — chillé cuando entre mis piernas punzó un dolor desgarrador.

—está bien, Sophia, el bebé ya salió— dijo Maria, luego de frotar una toalla en mi frente, frenando el sudor— ¿Stel?

La nodriza le pasó el bebé a María y yo estiré el brazo, sin poder mediar palabra, queriendo que me lo dé. Era mi bebé, quería abrazarlo, tocarlo o siquiera verlo bien. Maria, sin embargo, lo alejó hasta la esquina y lo limpio con una tela húmeda.

—Sophie— el rostro borroso de Stel apareció en mi campo de visión— ¿Cómo te sientes?

—no lo sé, estoy mareada— murmuré— no me siento...

Ella musitó algo que no escuché y se movió a la puerta, para hablar con Nicholas. Él entró poco después y María le entregó al bebé. Vi su figura borrosa cargando al recién nacido entre las mantas.

—Sophia...— se acercó a la cama y se inclinó para dejarme ver al bebé— es un niño.

Sonreí y estiré la mano, tratando de tocarlo, pero ésta cayó a medio camino, sin fuerza.

—¿Señorita? — Stel se acercó. La visión cada vez era menor, los sentidos se me iban apagando y todo a mi alrededor se fue apagando, empezando por los rostros contraídos de la nodriza y Nicholas. Ambos me hablaron, porque los escuché varias veces— llamándome— pero no pude mover ninguna parte de mi cuerpo.

—Sophie, vamos, no juegues— Nicholas sonó nervioso— no puedes hacer esto, Sophia— parecía reñirme— ¡Sophia! — le pasó el bebé a Maria, o eso entendí por lo que dijo y me zarandeó. Mi cuerpo no respondió a sus gritos o sus toques.

Dejé de escucharlo. Todo se oscureció en mí desde el interior y no fui capaz de hacer nada. la oscuridad me había llevado con ella.

¡Ya sólo falta el epílogo!

Ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora