Nicholas no dijo nada más por un rato. Simplemente se dedicó a dar caladas al cigarro. Yo me mantuve contra el respaldo del banco, mirando el cielo despejado y tratando de imaginar cuántas estrellas había en el cielo.
—Deberíamos entrar— Nicholas arrojó el pequeño resto de cigarrillo al suelo — es tarde.
Lo seguí al interior de la casa, negándome a pensar qué pasaría. ¿Tendría que dormir con él? No sabía si sería capaz de tolerarlo tan cerca de mí. El señor VanDaner y Gretel se habían ido a dormir ya. Los trabajadores de la casa también lo habían hecho. Solo quedábamos él y yo. Y joder, sentía que el pecho iba a explotarme.
—ve a la habitación, yo tengo cosas que hacer — Nicholas se sacó el abrigo y lo dejó colgado en el perchero— es la tercer puerta a la derecha, arriba.
No dije nada más. Subí la escalera y busqué la puerta— muy similar a la de Gretel—, la abrí y observé. No tenía nada que me diera indicios de que fuera su habitación. No había ropa a la vista que pudiera decirme algo, ni maletas, por lo que pensé que existía una mínima posibilidad de que ese cuarto no estuviera en uso y que Nicholas estaría en otro lado.
Me quedé con la parte de adentro del vestido para dormir y dejé todo en el perchero vacío. Me metí dentro de la cama— tamaño grande— y apreté mi cara contra la almohada, feliz de poder descansar sin el vaivén de un barco. No me había percatado de lo mucho que extrañaba la tierra hasta que la tuve nuevamente debajo de mis pies.
Tardé pocos minutos en dormirme. Estaba muy, muy cansada y la cama era demasiado cómoda. Estaba tapada, caliente y con sueño. ¿Qué más podía pedir?
En algún momento, entre sueños, la cama se movió, pero estaba demasiado cansada como para poder abrir los ojos y ver qué pasaba.
—no sabes lo que es tenerte de vuelta—era claramente la voz de Nicholas. Se acostó del otro lado de la cama, pero no hizo intento alguno por tocarme. Creo que temblé, porque de un momento a otro, había algo más cubriendo mi cuerpo y dándome más calor— no vuelvas a irte, Sophie— murmuró. Esta vez, sí, me tocó. Rozó mi cara y rápidamente la alejó, como si temiera despertarme— no lo soportaría.
De repente, el peso de él sobre la cama se fue y abrí los ojos, con pesadez. Lo único que vi, fue su cuerpo saliendo de la habitación, dejándome nuevamente sola.
—tal vez las plantaciones de arroz no sean mala idea— Nicholas miró a su padre.
Yo seguí revolviendo el cereal con leche. No me sentía muy bien. Estaba un poco mareada y estaba segura de que era por los recientes sucesos.
—puede ser, pero deberíamos invertir en algodón— el señor VanDaner miró de refilón a sus hijos— ¿No creen?
Seguí moviendo la cuchara dentro del cereal, sin darles mucha atención. Aunque hablar de producción y política era lo que más me gustaba hacer, en ese momento me sentía demasiada ida como para charlar.
—Sophie, si sigues mezclando eso, terminarás comiendo puré— Nicholas frunció el ceño en dirección a mi plato— ¿No tienes hambre?
—lo siento— solté la cuchara— no, no tengo hambre— mi cara se coloreó cunado los tres pares de ojos se giraron a verme— con permiso.
Necesitaba aire. Si, tenía que ser eso. Necesitaba salir al patio y refrescarme. Nadie me dijo nada cuando me paré y salí del comedor. Atravesé el pasillo y la entrada y volví al mismo lugar en el que estuve la noche anterior con Nicholas. De día, el sol daba de frente y cerré mis ojos, dejando que la luz me embriagara.
—¿Qué coño crees que haces? — la voz enfadada de Nicholas me hizo abrir los ojos. Además, su cuerpo me obstruía de la visión del sol.
—necesitaba aire.
—tú y yo tenemos un trato, Sophia— graznó en mi dirección— y si no empiezas a comportarte como dijiste que lo harías, será difícil que te liberes de mí en un mes.
—solamente necesitaba aire— gruñí— no hice nada que te dejara en ridículo.
—te fuiste de la mesa— replicó.
—pedí permiso— le rebatí.
—no esperaste a que te lo dieran.
—joder, Nicholas. Aire, necesitaba un poco del maldito aire— lo miré— y sol. He estado durante más de un mes arriba de barcos, sin pisar tierra y vivir con nubes a la altura de mi cabeza y solo quería sentir el sol y pisar el césped. Nada más.
—eso no fue mi culpa.
—tampoco fue mía— argumenté— por si no recuerdas, no me fui voluntariamente con los piratas— le dije— que luego me hayan caído mejor que tú, es otra cosa.
Joder, deja de cavar tu propia tumba, Sophie.
—no estás liberándote de mí en un mes si sigues con la lengua viperina, Sophie— Nicholas sonrió— cambia de actitud y sé la esposa que prometiste ser.
—¿Y qué implica eso? ¿Debo estar todo el día lamiendo tus botas?
—no— Nicholas se inclinó sobre mí— pero mañana iremos a una cena, en la casa Jasper y tú te comportarás como es debido.
—no iré a ningún lado— me ofusqué— ¿Sabes lo que dirán de mí? De la esposa del idiota que escapó con los piratas en su luna de miel.
—no dirán nada de ti, Sophia— se cruzó de brazos— y si lo dicen, ignóralos. Los estadounidenses son idiotas.
—pero...
—prometiste comportarte como una esposa decente — me riñó — y eso es lo que espero de ti.
—Nicholas...
—Sophie, quiero que algo te quede muy claro— me agarró por la cara— si durante este mes, tú llegas a cometer la más mínima injurie hacia mi persona, o si intentas escapar, huir o dejar que te rapten los piratas, yo te prometo por lo que más quieras, que no te liberarás de mí hasta la muerte—Mantuve mis ojos en los suyos hasta que me soltó— irás con Gretel a comprarte ropa.
—no...
—tu mes está corriendo, Sophia. Fíjate bien lo que dices y haces— antes de poder decirle algo más, él se alejó de nuevo al interior de la casa.
Solo un mes. Un mes de fingir ser lo que no era y podría ser libre. Libre de Nicholas.
ESTÁS LEYENDO
Ámame.
RomanceLa monótona vida de Sophie Witerpool se ve destrozada cuando el socio de su padre proclama que se casarán. Así, sin preámbulos. Aunque eso no es atípico en el Londres de 1800. Lo que puede ser un poco raro, es que la novia trate de escapar. Con otro...