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El padre de Nicholas caminó conmigo hasta la entrada de su casa. Cada paso me resultaba más difícil de dar cuando notaba el ceño fruncido de Nicholas.

—hola, hijo— totalmente relajado, como si nada hubiera pasado y nosotros recién llegáramos de una tranquila tarde, le habló— ¿Sabes si María está haciendo la cena ya?

—Eso creo— Nicholas me miró a mí.

No fui capaz de decir algo.

—bien— el señor VanDaner caminó dentro de la casa, dejándome atrás con mi esposo. Joder, no. ¡Vuelva aquí! — ven, Sophia— en un momento se giró a mirarme— te presentaré a Gretel.

Agradecida porque recordara mi existencia, caminé rápidamente. Tuve que pasar por al lado de Nicholas y su hombro rozó el mío, pero no significo nada. Él no hizo comentario alguno y yo intenté reprimir el escalofrío que me produjo.

—luego hablaremos tú y yo— masculló en voz baja, pasando rápidamente y adelantándose.

El señor VanDaner apareció seguido de una muchacha de unos veinticinco.

—hola, soy Gretel— extendió su mano— ¿Sophia, verdad?

—Sophie—la corregí— es un placer conocerte.

Intenté no mostrarme nerviosa ni un poco fuera de lugar.

—Ven conmigo, te daré algo para que te cambies y te bañes— me hizo un gesto y la seguí escaleras arriba— esta es mi habitación—abrió una puerta de roble, que parecía ser muy pesada— ve al baño, ahí— señaló una puerta que parecía más ligera— para cuando salgas tendré algún vestido listo para ti.

—Gracias — me metí dentro del baño y me saqué los harapos que estaba usando como ropa, para meterme en la bañadera cargada de agua caliente.

Agradecí la relajación que eso produjo en mis músculos y froté concienzudamente cada poro de mi cuerpo, sacando mugre y todo lo que pensaba dejar atrás. Entre esas cosas, William.

Terminé algunos minutos después. Intenté no tardar demasiado. Cuando abrí la puerta, asomándose, la hermana de Nicholas estaba acomodando un vestido en la cama.

—¡Justo a tiempo! — Gretel me sonrió— ten, creo que además combina con tu color de ojos — exclamó. Era un vestido color vino tinto, oscuro y sofisticado, pero al mismo tiempo simple. También había unos zapatos color crema en el suelo, con el tacón de madera — dejaré que te vistas, luego baja al comedor para cenar.

—claro, muchas gracias.

Me vestí rápidamente, peleando un poco con los listones para atar el vestido. Le había perdido la mano al estar tres semanas vistiendo pantalones y camisas de talles grandes. Joder, voy a extrañar los pantalones.

Abrí la puerta y comprobé finalmente que sí, si era bastante pesada. Miré la escalera y tomé varios segundos para reflexionar sobre qué coño estaba haciendo para mi vida. ¿Estoy arruinándola o simplemente estoy dejando que Dios decida? No era una persona muy creyente, a pesar de que mi familia me llevara todos los domingos a misa, con el padre Franco. Por eso, no sabía si pedirle ayuda a Dios, al destino o nadie en particular, simplemente pedirle ayuda a eso que fuera superior a mí, a nosotros, los seres humanos.

—Podríamos probar suerte con el algodón, este año— esa voz era de Gretel.

Apreté mi mano en el vuelo del vestido y comencé a bajar las escaleras.

—no creo que eso sirva, en especial si notas el ajuste que han hecho. Nadie va a renovar su guardarropa.

—Nicholas— el señor VanDaner parecía enojado— la gente le da más importancia a su aspecto que a lo que comen— dijo— creo que deberías hacerle caso a tu hermana.

Ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora