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Una vez en el camarote, me liberé y solté un poco del dolor que tenía contenido.

Nicholas me miraba con lástima y yo odiaba la lástima.

Tal vez no era muy obvio a primera vista, pero mi familia no había sido sacada de un cuento de hadas. Ni de una fantasía medieval. Mi padre era un hombre de negocios al que no se le movió un pelo al usar a su hija como garantía para firmar un trato con Nicholas VanDaner.

Me saqué el chal que había usado para cubrir mis hombros del frescor de la cubierta y lo doblé pulcramente sobre la cama. Si iba a compartir la habitación― y la cama― con otra persona, debía tener un poco de conciencia sobre no dejar todo tirado por cualquier parte, como hubiese hecho en mi habitación, en la casa de mis padres.

Busqué las maletas ― que estaban debajo de la cama― y saqué la que parecía ser mía. Para mi suerte, así lo era y pude revisar la ropa que mi madre había metido. No me había permitido armar mi maleta, alegando que su gusto en telas era mejor que el mío y que debía distinguirme entre las demás mujeres en el barco.

―a las cinco servirán el té.

Me sobresalté al sentir la presencia de Nicholas detrás de mí. Me recompuse rápidamente y seguí con la ropa.

―bien.

―¿Qué estás haciendo? ― Nicholas se colocó detrás de mí y apoyó su boca en mi oreja, molestándome.

―¿Qué parece que estoy haciendo? ― incómoda, me moví para salir de esa posición― doblando la ropa.

―Vamos afuera.

―estoy ocupada ahora― me excusé.

Lo que menos quería era estar con él.

―no te lo he preguntado, ¿Acaso has escuchado eso como una sugerencia, Sophie? ― me miró divertido― te he dicho que vayamos afuera.

―estoy. Ocupada― repetí, insistiendo.

―no me estás entendiendo― Nicholas perdió un poco los estribos y me agarró del brazo, haciendo que soltara una de las prendas que seguía sosteniendo― si yo te digo que vayamos afuera, ¿Qué crees que vas a hacer?

―seguir doblando la ropa― tiré de mi brazo, presionando para soltarme, pero apretó más su agarre. Sabía que me dejaría marcas.

Más marcas.

―que graciosita que estás, esposa― me gruño cerca de la cara― si quieres quedarte en la habitación tengo muchas opciones más entretenidas que encargarte de la ropa― murmuró.

―déjame― de nuevo, lo esquivé y me puse del otro lado de la cama― ¿No tienes negocios que cerrar u hombres con los que tomarte un Whisky?

Él se rio.

―¿Tú crees que voy a cerrar negocios en nuestra luna de miel, Sophie? ― caminó lentamente, con pasos medidos alrededor de la cama. De nuevo, me tenía bloqueada la salida y de nuevo, estaba acorralada.

―esto no es una luna de miel― repliqué― esto fue un simple cierre de negocios con mi padre.

―esto― con la mano nos señaló a ambos― es un casamiento― caminó más cerca, dejándome cada vez más cerrada la salida― y esto― señaló el lugar, supongo que refiriéndose al momento― es nuestra luna de miel― terminó de acercarse, poniéndose lo suficientemente cerca como para chocar nuestros pechos― te guste o no.

―tengo que terminar con esto― me excusé, buscando cualquier cosa que me sirviera como pretexto para salir de entre su cuerpo y la pared.

―no― Nicholas ladeó la cabeza― no tienes que terminar con esto― puso ambas manos en la pared, una de cada lado de mi cabeza y me miró fijamente― acabamos de empezar.

Ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora