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Para cuando me percaté, había recorrido cerca de cinco kilómetros. El enojo no me dejaba sentir dolor físico ni nada más allá, así que por ahora, estaba bien. Sabía que no estaba lo suficientemente lejos como para reiniciar mi vida, pero era un gran paso.

—hola, bella dama— un hombre se acercó y rápidamente me tensé.

—con permiso— esquivé su camino, pero se interpuso nuevamente.

¿Acaso era un imán para los problemas?

—una bella dama como tú no debería estar sola a esta hora— comentó. Su sonrisa relució en la oscuridad.

—con permiso— repetí. Apreté los dientes, cerré mis puños y volví al ruedo— ¡Con permiso!

El hombre se rio.

—¿Por qué me movería, muñeca? — se burló— jamás dejaría que una ricura como tú se me escapara.

—será mejor que te muevas— retrocedí un paso, dispuesta a volver a esquivarlo.

—no.

—¡Maldición! — miré al hombre, enfurecida— mire, señor— lo apunté con un dedo— he tenido uno de los peores días de mi vida, ¿Sabe? Mi esposo resultó ser un asqueroso sucio de mierda pirata y el hombre al que amo resultó no ser el pirata que yo esperaba, así que por favor, mueva sus malditas piernas a un lado y déjeme avanzar a sumirme en la miseria.

—malditos ingleses, se creen los dueños del mundo— masculló.

lo somos— le gruñí. Esta vez, me dejó pasar, no sin antes tocarme el culo— pensé que hablábamos el mismo idiomas— no sé de dónde salió esa parte de mí, pero me giré, cerré mi puño y lo estampé contra su cara.

—¡Hija de...! — antes de uqe pudiera tocarme o lastimarme, un hombre s einterpuso.

No, no era Nicholas ni William. Era un rostro similar a uno de ellos, pero no sabía identificarlo bien.

—¿Sophia Witerloo?

—¿Sophie Witerpool? — lo corregí.

—debe venir conmigo— empujó al hombre y éste cayó— la hemos estado buscando todo el día.

—¿Quién? — lo miré. Su traje pulcro me indicaba por qué lado podía venir aquél tipo— Nicholas.

—así es.

—Dígale a su jefe, socio o lo que sea— mascullé— que se vaya a la mierda, por favor.

—Nicholas es mi hijo.

—¿Usted también es un pirata? — Comencé a alejarme— ¿Sabe qué? No me importa. Debería estar en su barco, hundiéndose— le escupí con odio— y llevándose a su hijo de ser posible.

—Nicholas es el hijo de mi difunta esposa — gruñó— y si pudiera calmarse por un segundo, entendería que mi hijo está preocupado por usted.

—¡Su hijo me violó, me lastimó y tuvo el descaro de pretender que nada de eso pasó! — retrocedí otros dos pasos— por favor, por el bien de todos aquí, váyase, dígale a Nicholas que no me busque más que yo... luego hablaré con mi padre y que haré que sus negocios no se arruinen por esto.

—Sophia...

—No. Me. Diga. Así — chillé. Estaba histérica— se lo pido por Dios, no insista.

—No puedes irte del lado de tu esposo y lo sabes— se mantuvo tranquilo— será mejor que vengas conmigo.

—no.

—No hagas que use la fuerza y te avergüence delante de todos, Sophia— se mostró condescendiente— ahorrémonos el show.

Miré a mí alrededor. Algunas personas miraban nuestra escena con increíble curiosidad y preferí hundirme en un pozo que seguir allí.

—No quiero verlo— me crucé de brazos— a Nicholas.

—pero él sí y eres su esposa — puntualizó— debes estar con él.

—Me lastimará nuevamente— gruñí, teniendo pequeños fragmentos de sus abusos en mi mente— él lo hará de nuevo.

—No, no lo hará—aseguró— tienes mi palabra de que él no te tocará mientras permanezcan en mi casa.

El pecho se me prensó cuando dio largos pasos hacia mí— ¿Vamos? —extendió su brazo.

Lo miré. Miré el suelo, miré todo a mí alrededor y luego me miré a mí misma, dentro de mí. ¿Qué debía hacer? ¿Qué me aseguraba que ese hombre no sería cómplice de Nicholas y que en realidad las cosas se pondrían peor? El padre de Nicholas no parecía un gilipollas, como su hijo. Tampoco podía decir que su sangre estaba sucia, porque no era su padre biológico.

—no...

—Nicholas me dijo que eras una apasionada por la política— abruptamente me indagó— recuerda, Sophie, que el sabio puede cambiar de parecer— me apuntó con un dedo— pero el necio jamás lo hará.

—¿Qué tiene eso...?

—estoy esperando a que tomes tu decisión correcta y aceptes ir a la casa, con Nicholas y mi hija— ladeó la cabeza— estoy seguro de que harás bien.

Mi pie dio un inseguro paso más cerca de él.

—¿Puede prometerme algo, por favor? — La voz me salió temblorosa, como si una ráfaga de gélido viento me hubiera calado los huesos— prométame que no dejará que Nicholas me haga daño de nuevo.

—haré todo lo que esté a mi alcance porque así sea.

Entonces, caminé detrás de él, en dirección a un carruaje antiguo. Sentí que estaba cerrando mi propia puerta a la libertad y a la vez, me sentí segura, entre cuatro paredes desconocidas, pero que brindarían todo.

La casa no estaba lejos. Mi cuerpo pareció sentir la presencia de mi esposo cuando nos acercamos cada vez más, porque mi mano izquierda, aún con el anillo, comenzó a picar. Mi pierna no se detuvo de hacer un repiqueteo contra la madera hasta que los caballos rechinaron por ser detenidos.

—hemos llegado — el padre de Nicholas abrió la puerta y bajó— deme su mano—— me ayudó a hacer lo mismo.

Recorrí el gran terreno con mis ojos para luego enfocarme en una distinguida figura en la entrada. Era Nicholas, claramente.

Tuve un pequeño destello de cordura y solté mi mano de la de su padre para dar un paso atrás. ¿Qué hago aquí?

—Sophia, te di mi palabra de caballero de que mi hijo no te hará daño dentro de mi casa— el señor VanDaner me observó— no tienes nada por lo que temer.

—lo sé— levanté mi frente, obstinada— no tengo miedo.

Él sonrió lentamente, casi de manera imperceptible.

—te pareces mucho a su madre, ¿Sabías?

—¿De Nicholas?

—ella era una mujer muy valiente y decidida— pareció perderse en sí mismo— y él vio eso en ti, estoy seguro.

—no creo que sea así.

—con el tiempo lo verás— dijo— deberíamos entrar, él estará ansioso por verte.

Tanto como yo por correr lejos de aquí.

Ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora