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Ya habrá tiempo para arrepentirse, recordaba haberle oído decir.

Y, finalmente, el arrepentimiento había llegado. Por eso, en parte, no era capaz de abrir los ojos. No quería abrirlos y arruinar todo. Yo ya me conocía. Me conocía lo suficiente como para saber que de mi boca iba a salir alguna cosa que la cagara por completo, como siempre. Ya que últimamente, era yo la que estaba complicando la relación.

Nicholas había salido de la cama mucho antes. Yo había fingido estar dormida, porque no me creía capaz de poder mirarlo a la cara.

—Sophie, es casi mediodía— era él— ¿Te sientes mal?

—no— ahogué las palabras contra las mantas— estoy bien.

—entonces ya sal de la cama— me apretó la pierna por encima de la sábana y se sentó— Sophie— me volvió a llamar.

—ya voy— destapé mi cabeza y suspiré. Nicholas me miraba divertido— ¿Qué tengo?

Ahora lo caga él, ahora lo caga él.

—¿Te ha pasado un huracán por la cabeza? — estiró la mano y agarró uno de los mechones sueltos, que estaba todo revuelto.

—no, simplemente di muchas vueltas al dormir.

Estaba comenzando a dudar de que todo lo que pasó hubiera sido real o tal vez lo había imaginado. ¿Tan patética eres, Sophia?

—bien— Nicholas frunció el ceño— el desayuno está listo. Gretel y mi padre han salido, así que baja en camisón si quieres— carraspeó— yo... iré abajo.

Asentí levemente y salí de la cama luego de que él atravesara la puerta. A pesar de que no habría otras personas, me puse un vestido que no era ceñido— porque ya no toleraba nada que me apretara el frente del cuerpo— y bajé descalza. No toleraba los zapatos tampoco.

Nicholas estaba sentado en el extremo de la mesa, con el diario y una taza de café. El café era otra de mis renuncias. Me caía mal.

—te enfermarás si sigues descalza, Sophie — me miró los pies.

Él parecía tener un sexto sentido sobre el tema de mis pies.

—estoy bien así— carraspeé y me senté a su izquierda. Una de las chicas del servicio rápidamente me trajo una taza con agua hirviendo y le puse el té— gracias.

Ella me dio un leve asentimiento y se alejó.

—¿Pudiste dormir, finalmente? — inquirió, sin mirarme.

—sí, pude hacerlo— evité levantar mis ojos y mirarlo, todavía me sentía avergonzada por lo que le había insinuado— gracias.

Él murmuró una respuesta y siguió con la cabeza sumergida en el diario por unos cuantos minutos, mientras yo tomaba el té. Este sentó bien en mi estómago, que estaba un poco revuelto.

—¿Te sientes bien hoy? — preguntó. Asentí— ¿Quieres salir de la casa? — lo miré un poco sorprendida— joder, no me mires así, Sophie.

—sí, si quiero— me apresuré a responder.

—bien, porque tengo que hacer algunos papeles en el centro y puedes venir, si quieres.

—sí, está bien— dejé la taza— ¿Iremos ahora?

—luego de que te pongas unos zapatos — miró de nuevo mis pies descalzos— y un abrigo.

Tomó nuevamente café dejó el diario doblado sobre la mesa.

Ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora