Tampoco es que tenga muchas opciones, pensé, ¿Qué más podría hacer?
Estaba ya con los pelos de punta e histérica. Necesitaba hacer algo aparte de estar metida en la cama. No podía estar tanto tiempo postrada porque me ponía de malas.
—Nicholas, el reposo no es solo estar en cama, es no hacer esfuerzos físicos — repetí— y caminar o estar bajo el sol no matarán a tu hijo— grazné.
—¿Has estudiado medicina? — me picó— no, no lo has hecho. Así que cierra la boca y quédate aquí— ordenó.
Me crucé de brazos, mirándolo con enojo.
—¿Vas a hacer que esté nueve meses en la cama? — lo miré asombrada— No servirá de nada y lo sabes.
—cállate— me miró serio— te traeré libros o cosas para que pintes, si quieres, pero no saldrás de esa cama— sentenció.
—no eres mi dueño.
—soy tu esposo— se acercó— y él— apoyó una mano sobre mi estómago, haciendo que me sobresaltara— es mi hijo.
—no me toques— apreté su mano y la tiré lejos de mi cuerpo— ¿No tenías que irte, ya?
Nicholas sonrió, satisfecho de mi rechazo. Para él, eso significaba que yo le temía y amaba eso.
—nos veremos a la noche, cariño—habló. Agarró mi cara y dejó un beso agresivo en mi boca— pórtate bien. Le diré a Gretel que te traiga algún libro.
Su hermana entró un largo rato después, con una pila de libros en sus manos.
—Nicholas me ha pedido que te trajera esto. Dijo que podrían gustarte— dejó varios tomos a mi lado en la cama— ¿necesitas algo?
—Necesito salir de esta cama— la miré. Creo que notó mi desesperación.
—No puedo dejarte salir y lo sabes. Si Nicholas descubre que siquiera te dejé poner un pie fuera, se olvidará de que soy su hermana y me mandará amatar.
—Él no se enterará.
—lo siento, Sophie— suspiró— pero no puedo arriesgarme— me dejó de nuevo sola en la habitación y pasé una muy extensa cantidad de horas leyendo.
Era muy irónico que Nicholas le hubiera dicho a su hermana que esos libros me gustarían. Los odié. Todos trataban sobre el comportamiento de la mujer y su función como adorno al lado del hombre. Quise prenderlos fuego.
Me molestaba muchísimo que Nicholas intentara atenuar mi parte salvaje. No era mi culpa ser así. Al principio, él había establecido que le gustaba que yo fuera una mujer con las ideas claras y toda otra harta de tonterías. Sin embargo, todo lo que él había destacado, era lo mismo que quería que cambiara.
¿Para qué compras un pájaro al verlo volar si cuando lo tengas cortarás sus alas?
—Me has hecho caso— casi dejé caer el libro por el susto que me dio su voz en la entrada.
—me has asustado— lo miré.
—¿Has comido algo? — Nicholas cerró la puerta de la habitación detrás de él y dejó su abrigo en la silla que estaba frente al escritorio.
—no tuve hambre— cerré el libro.
—No deberías estar sin comer mucho tiempo.
—y tú no deberías darme estos libros— empujé la pila hacia el costado—¿Crees que con esto me aplacarás? — ladeé la cabeza— no lograrás nada metiéndome el conocimiento a la fuerza.
—no es la única cosa que tuve que meterte a la fuerza.
El estómago se me revolvió.
—¿A qué has venido, Nicholas? Dudo mucho que tu propósito sea molestarme. Debes tener cosas más interesantes que hacer.
—he venido a ver cómo estaban— por un segundo su vista cayó al bollo de mantas sobre mi estómago— y a decirte que la cena estará lista en breve.
—no cenaré. No tengo hambre.
—No me has escuchado— carraspeó— ¿En qué momento te pregunté si quería bajar a cenar?
—No vas a obligarme a comer— lo miré estupefacta— esto tiene un límite, ¿Sabes? No eres mi dueño.
Fingió pesar al hablar:
—no es por resaltar lo obvio, Sophie, pero le he dado dinero y un maldito contrato a tu padre a cambio de tu mano. Has sido un negocio—remarcó.
—un negocio que te ha salido mal— rebatí.
—no creas— pasó la lengua por sus labios y sonrió. Me recordó al diablo— sigues conmigo y estás embarazada. Tendré un heredero antes de lo que esperaba y sigo casado con una mujer, que aunque esté loca, es bastante decente.
—¿Acabas de decir que soy decente? — lo miré obstinada— yo soy mucho más que decente.
—tendremos distintos niveles de decencia— Nicholas se inclinó sobre mí — pero sigues siendo decente.
Alguien golpeó la puerta antes de que él pudiera hacer algo.
—Nicholas— Gretel entró a la habitación— la cena ya está lista, ¿Bajarán o prefieren que traiga una bandeja aquí?
—iré en un minuto— Nicholas no dejó de mirarme al contestarle a su hermana— Sophie y yo cenaremos aquí.
—No— la desesperación me invadió— bajaremos.
—tú pon un pie fuera de la cama y te haré sufrir, Sophia— Nicholas no escatimó en amenazas.
Su hermana jadeó.
—yo...subiré una bandeja con la cena.
Nicholas me apretó el brazo cuando hice el intento de protestar al ver salir a mi única esperanza de no estar a solas con él.
—no vuelvas a faltarme el respeto de esa forma— me riñó— de no ser porque estás...—Gretel volvió a subir con una bandeja de plata cargada con cosas. Nicholas se acercó y la agarró— gracias, hermana.
Ella se fue luego de darle una leve sonrisa a Nicholas.
Agarré nuevamente el libro que estaba leyendo antes de que Nicholas me interrumpiera y retomé la página en la que me había estancado.
—come— empujó la bandeja hasta que chocó con mi pierna.
—no lo haré— seguí con mi vista clavada en el papel, a pesar de que no estaba leyendo realmente— no tengo hambre.
—me estás poniendo de mal humor, Sophie. si así van a ser los meses de embarazo, lo pasarás realmente mal.
Levanté la mirada y la clavé en sus gélidos ojos azules.
—tú la pasarás mal. A menos de que quieras lastimar a tu hijo, no me tocarás un pelo durante los siguientes nueve meses — le advertí.
—ya lo veremos, Sophie, ya lo veremos.
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Ámame.
RomanceLa monótona vida de Sophie Witerpool se ve destrozada cuando el socio de su padre proclama que se casarán. Así, sin preámbulos. Aunque eso no es atípico en el Londres de 1800. Lo que puede ser un poco raro, es que la novia trate de escapar. Con otro...