Gracias por entender lo de la publicación anterior.
—esto debería ser ilegal— me quejé cuando Nicholas extendió el brazo para que lo agarrara—tendría que poder cuidar de misma.
—las mujeres son incapaces de hacer eso y por eso se casan con hombres que puedan cuidarlas — se sornó— entra.
Abrió la puerta de madera en la que había una placa dorada con la inscripción "Dr. Gregorio Fauve". Entré, con sus pies pisándome los talones y me quedé parada, esperando a que él dijera algo. Nicholas caminó hasta una puerta de madera antigua y golpeó.
—adelante.
Nicholas me miró, indicándome que entrara. Lo hice de mala gana, casi chocando con un hombre mayor, de unos cuarenta y muchos, casi cincuenta—¿Sophia VanDaner?
—Witerpool—lo corregí.
—es VanDaner, doctor—mi esposo hizo gesto para que me callara—¿Me vas a dejar hablar?— me miró, pero sonó más como un "cierra la boca, hablaré yo"— ella está embarazada o al menos, eso creemos.
El hombre me miró. Sostuve mis ojos en su contra, hasta que sonrió.
—Recuéstate —Estaba hasta la médula de hombre dándome órdenes. Nicholas me dio otra de sus miradas de hazlo o habrá consecuencias y apoyé mi cuerpo en la camilla de metal. Parecía que fueran a diseccionarme.
—¿Puedes salir? — miré a mi esposo.
—Ya te he visto desnuda— se apoyó contra el escritorio, estancado a quedarse— y es mi hijo, también.
Tenía suerte de estar con un vestido que no llevaba enaguas, ni nada similar. El médico no encontró difícil el levantar la falda y palpar lo que necesitara para decir:
—efectivamente, está embarazada.
Pum.
¿Es cierto? Yo solo lo dije para que Nicholas...
—Bien—Nicholas sonrió—solo eso queríamos saber.
—¿Cuántos años tiene? — ni siquiera me miró a mí, parecía que Nicholas fuera mi interlocutor.
—ella tiene diecinueve— le respondió—¿Pasa algo con eso?
—deberá hacer reposo— determinó— comer carne y verduras y no hacer fuerzas y esas cosas.
Debería estar diciéndomelo a mí, no a él. ¡No estoy sorda!
—eso hará— mi esposo me miró— ¿No es así, Sophie?
Me incorporé. Ya parada, lo miré.
—¿Podemos irnos?
—Sal— Nicholas abrió la puerta para mí y esperé fuera, con los brazos cruzados y sin saber qué hacer con mi vida, por unos cuantos minutos. Mi esposo salió casi un cuarto de hora después, despidiéndose del hombre—en un mes, sin duda.
—nos vemos, señor VanDaner— el doctor cerró la puerta.
Ignoró mi presencia del mismo modo que yo había hecho con él.
—al menos sirves para tener hijos, Sophia— Nicholas me izó del brazo hacia la puerta— de no ser porque estás esperando un hijo mío, ya te habría mandado a la calle.
Tiré de mi brazo y me soltó.
—no dijiste lo mismo antes— me quejé— me encantaría que me mandaras a la calle, al menos ahí estaría lejos de ti— le gruñí.
—sabes que eso no pasará—rebatió.
—acabas de decir que...— frustrada, salí — olvídalo, no tiene sentido discutir contigo.
—no, no lo tiene. Jamás ganarás una discusión conmigo.
Gilipollas, pienso.
Nicholas encaró hacia el carruaje nuevamente, pero me estanqué en el suelo.
—no quiero subi ahí, cada vez que lo hago me mareo y comienzo a sentirme mal— me quejé— quiero caminar.
—no, sube.
—pero...
—te dije que subas— de nuevo me agarró del brazo y me instó a subir. Tampoco es que me quedara de otra— iremos a la casa, comeremos algo y te irás a la cama.
—no estoy enferma— refuté.
—estás embarazada— me dio su mirada de cierra el pico— y el medico ha dicho que debes hacer reposo.
—me vale lo que diga el médico— me dejé caer lo más cerca de la ventana que podía— él jamás se embarazó.
—tú tampoco sabes lidiar con esto, Sophia—me chilló— así que será mejor que cooperes y hagas todo lo que se te indique. Por tu bien y el de mi hijo— su contestación no dejaba lugar a replicas.
Ninguno de los dos volvió a hablar hasta que el carruaje se movió.
—necesito bajar de aquí— corrí la cortina— joder, me siento mal— abaniqué mi cara con las manos, pero no parecía aire suficiente.
—no saques la cabeza— Nicholas me tiró hacia atrás— Sophia, mírame—me sentó a su lado—¿Qué te pasa?
—¡Ya te he dicho que viajar en carruaje me hace mal, joder! — le chillé— ¿Acaso no me escuchas cuando te hablo?
—respira profundo, se te pasará— dijo sin más dilación— es por el embarazo.
—me importa una mierda por qué sea— me senté en el asiento de enfrente— no quiero esto, no quiero tener un hijo tuyo, ni que sigamos juntos— murmuré— ¿Por qué no puedo ser feliz?
—serás feliz el día que aceptes tu vida tal cuál es— respondió— ese día verás lo feliz que puede ser— habló cínico, con burla y sacó sus ojos de los míos para mirar por la ventana— ya verás.
—jamás aceptaré esto — señalé el espacio entre nosotros— no hay manera en que lo acepte.
—entonces peor para ti— el carruaje se detuvo.
Bajamos y agradecí enormemente que ya no estuviéramos en esa caja con ruedas. Odiaba los carruajes. Los odiaba mucho, en especial cuando hacían que mi estómago se diera vuelta.
—Nicholas— me detuve antes de avanzar— no quiero decirlo, aún— lo miré— quiero esperar hasta que sea notorio.
—bien—ni siquiera me miró— lo notarán tarde o temprano.
—lo sé— espero que sea más tarde que temprano, para poder hacer algo.
—y Sophie— esa vez sí, me miró— te irás a la cama.
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Ámame.
RomanceLa monótona vida de Sophie Witerpool se ve destrozada cuando el socio de su padre proclama que se casarán. Así, sin preámbulos. Aunque eso no es atípico en el Londres de 1800. Lo que puede ser un poco raro, es que la novia trate de escapar. Con otro...