―¿Lo ves? ―Nicholas me dio una palmadita en la cabeza como si realmente yo fuese un perro― ¿Ha sido muy difícil? ― no le contesté. Me sentía humillada― debes dejar de ser tan orgullosa, Sophie― siguió diciendo mientras pasaba una mano por mi pelo, de nuevo, reafirmando mi posición como perro.
―no vuelvas a tocarme― en un arranque de valentía, que no duró mucho, le pegué en la mano, evitando que me tocara― ¡No soy un perro! ― le grité― ni orgullosa, ¡Tú eres el loco cínico aquí!
Nicholas se rio, pero no hizo amague de nada, simplemente se recostó hacia atrás, apoyándose en los codos y me miró.
―tú eres la mujer más orgullosa y terca que he tenido el desagrado de conocer―dijo― y si te digo que dejes de serlo, ¡Ilumíname! ― se burló― ¿Qué vas a hacer?
Dejar de ser orgullosa.
―no voy a cambiar por un hombre― crucé mis brazos, intentando taparme, tratando de encontrar un escudo aunque fuera así― y menos por un hombre como tú.
―¿Uno como yo? ― me miró burlón― ¿Y cómo se supone que somos los de mi clase?
Idiotas.
No lo dije verbalmente, pero supongo que se dio cuenta por mi expresión qué era lo que pensaba sobre él y los de su clase.
―no vuelvas a tratarme como si fuese un perro― cambié de tema, volviendo a mi enojo inicial.
―pero si tú solita has ladrado, cariño― Nicholas se incorporó, quedándose de frente a mi― ¿Vas a portarte bien, perrita? ¿O debo castigarte?
―muérete ― de nuevo, le di un manotazo a su brazo cuando hizo amague de frotarme el pelo― no soy un chucho.
―si yo quiero que lo seas, lo serás― respondió arrogantemente, como ya era normal en él― ponte ropa decente y sal de la habitación en menos de cinco minutos― dando por finalizada la humillación, se paró y caminó a la puerta― no hagas que entre a buscarte, porque no te dejaré salir de nuevo.
Salió y me apresuré a buscar mi maleta. No me iba a doblegar, pero lo que menos necesitaba era otra zurra. Mi culo no iba a aguantarlo. Además, si él quería desquitarse conmigo de otra forma, todavía estaba resentida y adolorida por la noche anterior.
Estaba terminando― o al menos intentando― terminar de abrochar el corsé, cuando Nicholas entró de nuevo.
―te he dicho cinco minutos.
―¡Pero es que no puedo! ― me quejé― no es que pueda ponerme esto en tan poco tiempo― seguí.
Nicholas se rio.
―¿Crees que me importa? ― se acercó. Retrocedí― te dije que si no estabas fuera de la habitación en menos de cinco minutos, no te iba a dejar salir por un buen rato, Sophie.
―no...― el nudo que ya conocía de la noche anterior se formó en mi garganta y mi estómago. Cerré los ojos intentando calmarme y no darle la satisfacción de verme aterrada.
―¿No...? ― me instó a seguir ― ¿Qué no lo haga? ― dos pasos, tres pasos, cuatro pasos más cerca. De nuevo estaba acorralada. De nuevo iba a violarme. De nuevo iba a golpearme― ¿No quieres disfrutar de tu luna de miel tanto como yo?
Sentía que el corazón se me iba a desbocar de lo acelerado que estaba. La vista se me estaba nublando por el terror y comencé a sentirme mareada. De nuevo.
―basta― tartamudeé― ¡Basta! ― ya le grité, cuando él no me hizo caso y siguió apretándome contra la pared.
No dijo nada. Se limitó a empujar su pelvis contra la mía y agarrar mi cara dejándola de costado. Acercó su rostro al mío y suspiró.
Empujé su pecho con mis manos, pero pareció como si no lo hubiera hecho.
―no me toques o voy a atarte― me advirtió― quédate quieta― puso una de sus mano en mi cintura y me acercó más a él.
―por favor― lloriqueé asustada.
―¿Acaso no quieres que te la meta tan profundo que olvides tu nombre? ― negué, aterrada de que realmente él quisiera hacerme eso― qué pena que vaya a pasar igualmente.
―¡No, no, no! ― grité ya histérica cuando me cargó violentamente hasta la cama, tirándome sobre el colchón para ponerse sobre mí rápidamente, antes de que pudiera escapar.
―cierra la boca, Sophie, ¡Cállate! ― me dio una cachetada, haciendo que soltara un gemido de dolor― te voy a atar si no te quedas quieta, mierda.
No le hice caso y seguí con mi intento de alejarlo. Nada funciona. Él se hartó y en menos de dos segundos me volteó, dejándome boca abajo, lo que me hacía más difícil el intentar sacarlo de encima. Aprovechó esa debilidad para agarrar no sé qué cosa y ponerla en mis manos juntas, atándolas en mi espalda.
―¿No quieres probar cosas nuevas? ― habló cínico― yo sí, ¿No crees que sería lindo?
―déjame en paz― lloré― basta, Nicholas. ¡No te he hecho nada!
―oh, sí que lo has hecho― me gruñó en la oreja― te has casado conmigo, Sophie― se rio― y creo que ese es el peor error que podrías cometer― Desabrochó el vestido que estaba a medio poner, de cuando él me había interrumpido, y lo bajó hasta mis pies, para luego sacarlo por completo, dejándome desnuda ― ¿Qué tenemos aquí? ― pasó su mano por mi culo, por donde me había golpeado y apretó, obligándome a soltar un grito de dolor― ¿Te duele, cariño?
―deja de ser tan...
¡Plaf!
―no hables― me ordenó. Tiró de mi pelo hacia atrás, obligándome a arquear el cuerpo y dejó su boca apoyada en mi cuello. Luego lo mordió ― vas a tener tantas marcas en tu cuerpo que te será imposible no recordar que eres mía.
―no soy tuya― le rebatí, aun sabiendo qué consecuencias traía hacerlo.
―¿Eso crees?
Se incorporó y se sacó la ropa rápidamente. Volvió a ponerse sobre mí― aun acostada con el pecho apretado contra el colchón― y separó mis piernas. Intenté golpearlo, pero me nalgueó como prevención.
―por favor...
―te he dicho que te mantengas callada― gruño, tirándome del pelo nuevamente.
Me instó a arrodillarme sobre la cama y a poner mi culo en lo alto. Grité, chillé e intenté pegarle aunque fuera con las piernas. Nada sirvió.
―¡Nicholas, déjame!
―ahora te voy a follar como la perra que eres ― gruñó.
Cerré los ojos, resignándome a sufrir en silencio.
o
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Ámame.
RomanceLa monótona vida de Sophie Witerpool se ve destrozada cuando el socio de su padre proclama que se casarán. Así, sin preámbulos. Aunque eso no es atípico en el Londres de 1800. Lo que puede ser un poco raro, es que la novia trate de escapar. Con otro...