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Sophie

El Puerto estaba atestado de gente. También había muchos barcos― algunos anclados y otros embarcados, que hacían sonar el claxon― que le daba vida al desagradable lugar.

—debemos subir, se nos hace tarde― Nicholas me izó del brazo en dirección a un enorme buque de madera oscura. Nicholas tiró de mí nuevamente, sin mucha delicadeza y me ayudó a subir a la tabla. — ¿Cómo te sientes?

—eres mi esposo, espero que eso sea lo suficientemente explícito.

—Intenta disimular un poco tu alegría, querida—susurró cerca de mi oído, con clara burla—todos pensaran que te has casado por amor.

El viaje duraría dos semanas y no pude pensar en un lugar más cerrado para estar. En el medio del mar, no podría escapar.

—Este será un viaje interesante ―Nicholas cerró la puerta del camarote que compartiríamos.

Todavía estaba adolorida por la brusquedad con la que me había tomado la noche anterior. Mi cuerpo entero dolía y no podía mantenerme grandes ratos en pie debido al dolor de mi pie y mi zona íntima.

Nicholas dejó las maletas sobre la cama y me miró. Rápidamente fijé mi vista en el ojo de buey de la habitación y fruncí mi ceño al ver que el barco ya estaba comenzando a moverse.

Ya no puedo escapar, a menos de que quiera ahogarme en el mar.

Nicholas

Ella me observó mientras ponía una de las maletas debajo de la cama.

—el almuerzo se servirá en media hora, deberías alistarte― le comenté mientras me sacaba el saco.

—no iré a almorzar―murmuró.

Había notado su creciente cambio desde la noche anterior. Desde que estuvo en mi cama. Ella pareció morir por dentro luego de que hayamos consumado nuestro matrimonio.

—no te pregunté, irás― le gruñí.

Estaba harto de que pusiera pegas para todo. Para cada cosa, ella tenía una réplica.

—no quiero, Nicholas, deseo quedarme aquí a descansar― insistió.

—bien― accedí―pero lo de hoy a la noche será peor si no vas, Sophie― la amenacé.

—Vale, iré— ella refunfuñó— eres un chantajista.

—cariño, yo consigo lo que quiero. ¿Acaso ser perseverante es ser chantajista?— puse una mano en mi corazón, ofendido— no digas mentiras.

—tú vives es una mentira— replicó, agarrando el chal que se había sacado minutos atrás para ponerlo nuevamente sobre sus hombros.

—pero a mí no me vendieron a un hombre que odio— susurré cerca de su cara, alejándome segundos después, viendo como sus puños se apretaron. Ella quería golpearme— VAMOS, HAZLO— le grité— sé que quieres pegarme. Hazlo, descarga tu furia, pequeña―Me reí. Ella no esperó nada para impactar su mano contra mi cara. Debo decir que un poco dolió. —Pero atente a las consecuencias— finalicé. Esto no va a salirle gratis.

Ella me miró y sus ojos se entrecerraron.

— ¿sabes qué? ¡No me importa! Haz lo que quieras, no interesa― cruzó los brazos sobre su pecho y no pude evitar reírme.

—Eres tan infantil, querida—le dije acercándome, cerrando el poco espacio que nos separaba.

—y tú eres tan... —ella cerró los ojos y suspiró— mira, no quiero ser irrespetuosa ni decir cosas sin pensarlas antes.

Ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora