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William se separó de mí unos segundos después, cuando un sonido proveniente del exterior nos alertó. Alguien iba a entrar y nos vería en una situación demasiado comprometedora, sobre todo para una mujer casada.

―escóndete― William me izó del brazo para dejarme detrás de unos fangos grandes, en donde no podía ser vista. Él se sentó sobre el heno donde estábamos con anterioridad y agarró una paja, poniéndola entre sus dientes para hacer algo.

―¿Quién demonios eres tú?

Intenté no caer en la desesperación cunado me percaté de que quien estaba hablando era Nicholas.

―¿Disculpe? ― William habló con sorpresa― William Deston.

―sé tu nombre, maldito imbécil― dijo bruscamente― quiero que me digas qué mierda buscas con mi esposa porque no me voy a tragar el cuento― sentí sus pasos acercarse cada vez más al mismo tiempo que mi pulso se desbocaba.

―no sé de qué hablas― William hablaba tranquilo, como si realmente no supiera de lo que le hablaba Nicholas.

―claro que lo sabes― Gruñó mi esposo― lo sabes perfectamente y quiero que dejes de verla, de buscarla, de siquiera mirarla o respirar el mismo aire que ella porque terminaras siendo la comida de estos peces― lo amenazó.

―yo no tengo nada que ver con su esposa, señor ― se mantuvo tranquilo.

―¿Acaso me ves la cara de imbécil? ― Nicholas elevó más el tono de voz ― sé que ella está aquí― siguió― ¡Sal de donde estés, Sophie!

Me pegué más al fango, asustada. Si Nicholas me veía, me mataría.

―Ella no está...

―¡Sal o te juro que lo mato! ― gritó. Sabía que hablaba en serio. No podía permitir que le hiciera nada a William. Él no tenía la culpa. Tendría que haberme comportado. No debí ponerlo en peligro, no debí, no debí...― tienes cinco segundos, Sophie. Uno...― sentí el ruido de un arma ser cargada.

―oye...― William se quejó. No me podía mover, tenía miedo.

―dos... ¡Oh, vamos Sophie! ¿Quieres cargar en la conciencia la muerte de este infeliz? ― habló con sorna― tres...― de nuevo, el arma. Esta vez, le sacó el seguro― cuatro...

―¡Espera! ― no sé cómo logré darle la orden a mi cuerpo para que saliera del escondite― no le hagas nada. Él no tiene la culpa ― me apresuré a ponerme cerca de William― Nicholas...

―eres una maldita perra, Sophie― escupió con odio en mi dirección― eres una maldita prostituta.

―no te permito que hables así de ella― William dio un paso al frente y se me salió el aire cuando vi a Nicholas empuñar con más precisión el arma en su contra.

―tú no te metas― le gritó― tú, Sophie, eres mí maldita esposa, ¿¡Entiendes?! ― bruscamente me agarró del brazo, dejándome a su lado y mirándome con odio― no vas a volver a ver a este hombre ni a ningún otro en tu maldita vida, ¿Me has entendido?

―Nicholas...― intenté razonar, encontrar algún argumento válido, pero me calló cunado apretó mi brazo con más fuerza.

―¿Entendiste?

―sí― bajé con miedo la cabeza, con terror de que me hiciera algo o, peor aún, que le hiciera algo a William― lo he entendido.

―bien― me alejó más de William, tirándome en dirección a la puerta― esto será solo una advertencia― antes de que pudiera hacer algo, disparó el arma hacia la pierna de William― si te vuelve a acercar a mi esposa, irá al pecho, ¿Entendiste?

William gimió de dolor y quise correr en su dirección. Lo hubiera hecho, sin importarme Nicholas de no ser porque me tenía fuertemente sujetada por el brazo y me era imposible soltarme.

―Nicholas...

―nos vamos, tú y yo― caminó sin mirar atrás, jalándome con él hacia fuera del ahora horrible cuarto, sin dejar que ayudara a William― espero que te hayas quedado claras las cosas, William.

Pude ver como se formaba un pequeño charco de sangre alrededor de la pierna del hombre, para que luego Nicholas cerrara la puerta y guardara la pistola.

―no tenías que hacer eso― hablé compungida― él no ha hecho...

―se ha metido con algo que me pertenece, él ha hecho demasiado ― masculló en mi dirección― y si no quieres que entre de nuevo y lo mate, será mejor que camines― me puso la mano en la espalda, de manera poco delicada y me instó a caminar hacia la habitación.

Internamente estaba paralizada. Sabía que una vez dentro de ese cuarto, él me haría algo. Algo que me dañaría demasiado.

―no...

―¿No qué? ― sabía que él estaba esperando una respuesta, pero también sabía que él sabía que yo no respondería porque estaba demasiado asustada― entra ― una vez que llegamos a la puerta del camarote, abrió la puerta y me metió dentro, sin esperar consentimiento alguno o siquiera a que entrara por mis propios pies.

―Nicholas, yo...

―¿Tú qué, Sophie? ― dijo retóricamente― te he dado una mísera libertad y la has tirado con otro hombre ― me habló― me has engañado.

―no he hecho tal cosa― mentí. Sabía que besar a William era traicionarlo, pero no quería admitírselo, no quería admitírmelo.

―Te he visto, Sophie. Te he visto mirándolo y aunque me creas idiota, sé que te has estado juntando con él estos días― se acercó, encerrándome cada vez más en la de por sí no tan grande habitación― ¿Acaso es porque yo no te doy algo? ― se me aceleró el pulso. Comenzaba a sentirme como un animal acorralado; un pequeño ciervo que estaba siendo acechado por un león dispuesto a comerlo, dispuesto a matarlo.

―no...― empecé a balbucear, como cada vez que él hacía esto.

―¿No qué, Sophie? ― furioso desparramó las cosas del escritorio, tirando los libros y las cosas que estaban sobre él― ¿Me vas a negar lo que por derecho me pertenece?

―detente― cuando se acercó e intentó tocarme, frené sus brazos entre nosotros ― no hagas nada de lo que vayas a...

―tú― antes de que pudiera detenerlo, agarró mi cuello con una de sus manos y sostuvo mis brazos con la otra― no vas a decirme qué mierda debo hacer, Sophie― me gruñó cerca de la cara― tú eres mi maldita esposa y si quiero que te tires sobre la cama y abras las piernas para mí, lo haces― apretó un poco más sus dedos en mi cuello y me miró, cínico― ¿Entiendes, esposa mía?

―¿Qué quieres? ― logré decir― pretendes que te haga caso como si fuera un perro...

―quiero que me ames, Sophie―me sonrió con burla― ámame y tal vez considere el no matarte en este preciso instante.

―sabes que eso nunca pasará.

―entonces teme de mí ― gruñó, su cara transformándose con una seriedad absoluta― porque si no tengo tu amor tendré tu miedo, Sophie.

―no conseguirás nada de esto― mascullé, dolida tanto emocionalmente como física, porque su agarre estaba empezando a asfixiarme.

―eso crees tú― me arrojó con fuerza sobre la cama y me retuvo antes de poder hacer algo― ¿Vas a darme lo que quiero o tendré que sacártelo a la fuerza? ―Cerré los ojos, negándome a entregarle parte de mi voluntad, negándome a ser sometida, negándome a ser nuevamente abusada por mi esposo ― eso creí.

Sentí la cremallera de su pantalón ser bajada y solté un grito desesperado que no me sirvió de nada.

SI LLEGAMOS A VEINTE ESTRELLITAS HAGO UN PUNTO DE VISTA DE WILLIAM, ¿QUÉ LES PARECE?

Ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora