Capítulo 40

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Me fui del lado de los chicos.
De eso hace tres semanas.
Veintiún días.
Quinientas cuatro horas.
Treinta mil doscientos cuarenta minutos.
Y un millón ochocientos catorce mil cuatrocientos segundos.
No dejo de contar cada segundo, cada minuto y cada hora.

Los primeros cuatro o cinco días me los pases bastante mal, añoraba mucho a los chicos; los siguientes días estuve bastante mejor, pero aún así no estaba bien del todo.
Durante estos días mi vida ha sido bastante repetitiva, es decir, estoy durante largas horas en el coche y solo salgo o para buscar comida o para patrullar por la ciudad para ver que encuentro.
En fin y hace cinco días entre la frontera de Texas y Oklahoma me encontré con Derek, bueno más bien le salve la vida, un poco más y le habrían matado; después de eso me contó que se dirige a Dakota del Norte; allí es donde vivían sus hermanos y sus padres y quiere ir por que tiene la esperanza que después de tres años sigan con vida, aunque sinceramente creo que es bastante improbable.
Cuando me iba a ir me pidió que si podía ir conmigo ya que yo también voy en esa dirección, le respondí que no, pero cogió sus cosas y se metió en mi coche, así sin más y decía que no se iba a bajar hasta que yo aceptase que me acompañara, así que, no me quedo otra opción.

—Kara, ya es muy tarde, o paras y descansamos, o me dejas conducir
—Derek, no vas a conducir mi coche—le digo
«El mismo coche que conducía Brandom» pienso aunque no lo digo
—Pues vamos a buscar un sitio donde quedarnos
—Vale—suspiro
Al cabo de conducir unos quince minutos más, aparco en una calle desolada en la que hay unas cinco casas bastante grandes.
—¡Vamos! —ordeno saliendo del coche con armas en mano

La puerta de metal esta abierta por lo que no tenemos ningún problema para pasar, el problema viene después, la puerta de la casa esta cerrada con llave, por lo que no me queda más remedio que coger una piedra del suelo y lanzarla contra el cristal rompiendo la ventana de la segunda planta, cuando los trozos de cristal se rompen y caen formando estruendo escucho a Derek maldecir en voz baja, provocando que me ría.
—No tiene gracia— se queja
—Si la tiene, pero da igual, ven aquí
—¿Eh?
—Ven aquí
—¿Para qué?
—Derek, ¿para qué va ha ser? —digo a la vez que señalo el hueco que hay ahora en la pared
El pelinegro se acerca y coloca sus manos juntas, en las que coloco mi pie y me impulso para alcanzar la ventana, con un último empujón consigo agarrarme a la pared de los lados y terminar de atravesar el hueco para seguidamente caer al suelo.
Me dirijo al pasillo y bajo las escaleras hasta llegar a la puerta principal y abrirla para que Derek pueda pasar.
—Vé al garaje y al sótano y mira que hay, ten cuidado—le digo
—Vale—responde el chico y desaparece por las escaleras
Mientras yo voy revisando las distintas habitaciones que hay en la casa cuando escucho que Derek me llama en un grito:
—¡Kara!

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