Déjate llevar

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CAPITULO 11.

Me aferré fuertemente de él pasando mis manos por esos grandes y fuertes hombros. Me encantaba besarlo, él hacía que me sintiera tan completa. Nuestros labios se movían mientras que sus manos acariciaban mi cintura con toques furtivos y nerviosos.

—(Tn)—habló con esa voz ronca y medio grave que me hacía estremecer. Sabía que tenía intensión de detener el beso, pero yo no lo quería, y sus labios me daban la certeza de qué en su interior tampoco quería hacerlo, pero aquel hombre respetuoso y caballeroso que lo caracterizaba lo obligaba a detenerse. —Será mejor que... la lleve a casa —habló, separándose de mí. Justo como lo había imaginado.

—Sr. Rojas por favor no siga pensando en que lo que estamos haciendo es malo. No siga con esa incómoda barrera que ha formado. —susurré. —Soy una chica que tiene la edad suficiente como para saber lo que está bien y está mal. Esto no tiene nada de malo.

Y ahora, después de lo que acabábamos de hacer, tratarlo de "usted" se me hacía verdaderamente incómodo.

Me miró, antes de poder encender el motor del coche. Parecía estar en una batalla consigo mismo.

—¿Y según usted, que es lo que deberíamos hacer?

—Dejarnos llevar. —solté, totalmente nerviosa.

Negó.

—¿Sabe lo que pensarían de mí si alguien se llega a enterar de esto?

—Al parecer usted no entiende el significado lo que le he dicho desde que llegamos a este lugar. Lo que estamos haciendo no tiene nada de malo.

—Si usted fuera mi hija, (Tn)...—

—¡Pero no lo soy! —exclamé, ya cansándome de su actitud. ¿Por qué simplemente no se dejaba llevar por lo que sentía y se olvidaba de aquellas cosas que lo tenían tan atormentado? Eran estupideces. Solo eso. —¿Sabe que Sr. Rojas? Creo que lo mejor es que me mantenga alejada de usted. —comencé a quitarme el cinturón de seguridad.

—¿Para donde va, (Tn)? —espetó.

—Para mi casa. —abrí la puerta del coche.

Su mano agarró mi brazo, haciéndome girar. —Deje que la lleve. Si la he traído a este lugar, debo llevarla a casa.

—Es que no quiero.

Frunció el ceño.

—Berrinches de niña pequeña. Debí imaginarlo. —apretó el volante con la otra mano.

Negué, tratando de no abrir la boca en forma de "O". Me solté de su agarre y me salí del coche. Di dos pasos adelante y me crucé de brazos. A través de los arboles que tenía enfrente pude observar un gran y hermoso río.

Escuché el sonido de una puerta cerrarse y unos pasos que se dirigían a mí.

Tal vez si me estaba portando como una niña pequeña y estaba haciendo un berrinche, pero no quería volver a la misma incertidumbre que por los últimos días no me dejaba tener vida. Quería tener las cosas claras con el Sr. Rojas. Era o no era.

Entonces, cuándo no pude estar menos desprevenida, sentí sus manos agarrarme y volverme para que pudiese mirarle a los ojos.

Sus ojos café asimilaban cada detalle de mi rostro.

Una de sus manos apretando fuertemente mi brazo mientras qué la otra se acomodaba en mi nuca. Se inclinó nuevamente y plantó un beso en mis labios.

Habían pasado pocos minutos desde el ultimo beso, pero se puede decir que había extrañado sus labios. La forma en la que sus toques mandaban un escalofrío por todo mi cuerpo.

Arrastré mis manos hasta que llegaron a su nuca donde las dejé acariciando el cabello del Sr. Rojas. Sus brazos me abrazaron el cuerpo, tirándome hacia él. Era el primer movimiento "inapropiado" «pensando como el Sr. Rojas» que se había animado a hacer. Eso prendió aún más fuego dentro de mí.

—Te haré caso. —susurró en mis labios, al fin cediendo. Sin contar que me había tuteado. —Intentaré olvidarme de todo... al menos por unos minutos. A ver que tal nos va. —suspiró.

Sonreí ampliamente.

Tomé su brazo y jalé de él, llevándonos a través de los arboles, dejando atrás la carretera y su coche.

—¿Para donde vamos? —preguntó.

—¡Para allá! —señalé aquel río que mis ojos habían encontrando minutos antes.

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El padre de mi mejor amiga(Prince Royce & Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora