33. Castiel yo...

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Llegamos a casa, al parecer mí tía y el padre de Castiel ya estaban durmiendo.

Entramos al cuarto de Castiel, Castiel cogió una toalla y empezó a pasarela por todas las partes de mí cuerpo para secarme.

El momento que paró de secarme se fue a dejar la toalla en el baño cuando a mí empezó a sonarme el móvil no sabía quién era, ya que no ponía el número, lo cogí y empezó a sonar por la otra línea cómo si una pareja estuviera haciendo el amor, oí el nombre de Kentin, me quedé blanca, ella seguía diciéndole que no parará, que le encantaba. Y ahora habló él.

-No voy a parar, me encanta Debrah.

Me quedé sin palabras, tenía ganas de llorar, tenía ganas de decirle lo cabrón que era, y el asco que me daba.

Colgué el teléfono, ya que no podía seguir.

Intenté mantener el no llorar, pero no pude. Era demasiado débil.

De nuevo lo mismo, otra mentira.

Era tonta por sufrir por algo así, debería de haber aprendido la primera vez, y no lo hice.

Castiel volvió del baño.

Vino a mí, y me miró.

-Se han acostado, verdad?

Empecé a llorar más.

-Cómo lo sabes?

-Esa perra tiene todo lo que quiere, intentaba ponerme celoso, pero se ha dado cuenta de que no puede, que quien me importa eres tú. Y sabes una cosa, al fin y al cabo, estoy aquí. Te he visto besar a Kentin, te he visto llorar por alguien a quién has querido, y sin embargo no disfruto de la noche con otra chica, de esta manera la disfruto más contigo. Aparta a quién te hace daño Sucrette, es mi consejo.

Me lancé hacía Castiel, y lo abracé.

-Castiel yo...

-No digas nada, solo abrázame.

Los dos nos metimos en la cama de Castiel, nos abrazamos. Solo queríamos pasar la noche juntos, abrazados sin saber que nada nos pasaría juntos.

No imaginé nunca que Kentin me haría esto, estaba muy dolida. Yo lo había elegido, y él me pidió tiempo, ya sabía para que. No volvería a confiar más en ningún chico, realmente yo me entregaba, y ellos jugaban conmigo. Y si Castiel me hiciera los mismo? Tenía ganas de llorar, tenía ganas de que alguien me dijera que eso no pasaría.

-Castiel...-Dije llorando.

-Qué pasa?

-Me quieres?

-Castiel se levantó de la cama.

-Sucrette, no te voy a decir que te quiero. No voy a sufrir, no voy a decirte hoy te quiero, para que tú cuando te levantes te des cuenta de que tú no lo haces. Soy como soy ahora, sólo contigo. Por qué tú haces que sea diferente, pero no puedo decirte que te quiero, sucrette.

En realidad lo entendía, pero entonces no sabía si lo hacía, o no.

Pero, necesitaba sentir amor en aquel momento, estaba dolida, y lo necesitaba.

Me levanté, y me puse enfrente de dónde estaba Castiel.

-Solo dime hoy que me quieres, y mañana no se me habrá olvidado.

Castiel me miró sorprendido.

Pero antes de que él pudiese hablar, yo lo corte, mis labios estaban sobre los de él, que bien sabían.

Castiel me tumbó lentamente sobre la cama, sin dejar de besarme.

Se tumbó encima mía.

Me besó el cuello, volvió a mí boca.

Después me incorporó, y me quitó el vestido, seguido se quitó él su camiseta.

-Castiel yo... Quiero que me hagas sentir que te quiero, quiero que me hagas sentir que estas aquí, y que no me vas dejar sola, lo necesito, por una noche.

Castiel se quitó los pantalones, después me quitó mi ropa interior, empezó a lamer uno de mis pezones, haciéndome sentir placer. Se quitó su ropa interior, y se dirigió hacia mi entrada. Poco a poco la fue metiendo. Esta vez lo hacía lento, con amor. Mientras lo hacíamos Castiel me dijo.

-Te quiero.

Cayo una lágrima por mí rostro, lo abracé mientras lo sentía.

Estaría toda la noche así con él.

La metía lentamente, y la sacaba.

Cuando acabamos, ninguno de los dos habló, habíamos tenido ambos una mezcla de sentimientos. Castiel me abrazo, y nos dormimos.

La vida de SucretteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora