Señor Malik

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Marck me observaba cada cierto tiempo hacia atrás y luego volvía la vista a la carretera, por mi parte lo único que hacia era llorar y observar el camino, quería desaparecer, ni siquiera tenía ganas de llegar a la casa del Señor Malik, pero ya había firmado el contrato y tenía que trabajar.

-Llegamos señorita- susurro con dulzura mientras me observaba apenado. Odiaba tanto cuando la gente me miraba de esa forma, no tenían porque sentir pena de mi, solo tenía una mala vida y ya.

Asentí y volví a limpiar mis lagrimas para salir del auto. Al salir todo el mundo me estaba esperando hasta el señor Malik. Quise salir corriendo al ver la cara de horror de todo el mundo, de seguro estaba mucho peor que ayer. Me gire y comencé a llorar dándoles las espalda. Estaba tan acostumbrada a la humillación que no sentía pena a llorar frente a ellos.

-Retírense por favor- escuche que decía él. Inmediatamente se escucho que todo el mundo se iba, también podía escuchar unos pasos acercándose a mi- ¿Qué es lo que le ha pasado?- preguntó tan cordial como siempre.

-No creo que sea de su interés- respondí mientras limpiaba mi nariz.

-Es una orden- dijo y coloco una de sus grandes manos en mi hombro haciendo que me girara.

Rodee los ojos y limpie mis lagrimas.

-Mamá me hecho de casa luego de darme una paliza- respondí y un sollozo salió de mis labios.

-¿Hoy en la mañana?- preguntó mientras limpiaba mis lagrimas con su pañuelo.

-Ayer por la noche luego de llegar de aquí- respondí bajito.

Alzó su vista hasta mis ojos y me observo horrorizado.

-¿Donde ha pasado la noche?- preguntó aun sorprendido.

-En un árbol- respondí avergonzada.

-¡Eso es inaceptable! ¡ninguna madre haría eso con su hija!- gritó perdiendo el control.

-La mía si- dije y mordí mi labio para no continuar llorando.

Trato de calmarse y me observo fijo.

-Vamos a dentro, se dará una ducha, comerá algo y luego iremos por algunas cosas ¿Por qué supongo que no logro sacar nada de casa?- preguntó mientras me tomaba por el brazo y caminábamos hasta la casa.

-De todos modos no era mucho lo que tenía- dije y largue una risita tratando de buscarle algo gracioso a esto.

Pero al parecer al señor no le hizo nada de gracia, ya que solo me observo aun mas horrorizado.

-Usara algo de ropa de mi hermana, que es casi la misma talla que usted y luego nos iremos- Comenzamos a subir las escaleras y él me llevo hasta la misma habitación que ayer. Se sentía tan bien estar aquí- Por favor no demore mucho, la esperare en la sala, Marta traerá la ropa hasta acá, permiso- no dijo más y se retiró dejándome sola en esta gran habitación.

Cerré mis ojos e inhale todo el aire que pude y luego lo solté. Me coloque frente al espejo y las lagrimas no demoraron mucho en salir, estaba hecha todo un desastre; mi cabello estaba todo desordenado, mis ropas sucias, rotas y con sangre, y para que hablar de mi cara, toda golpeada y morada.

Un completo desastre.

Volví a inhalar y luego exaltar y me fui hasta el baño, me quite toda la ropa y la deje dentro de un cesto que supuse era para la ropa sucia. Tempere la ducha e ingrese. Esto tenía que ser el cielo, sin duda el agua tibia en la ducha es lo mejor que se invento. Lave muy bien mi cabello, me enjabone, depile mis piernas y axilas, me enjuage y salí de la ducha, aunque si me preguntan podría pasar mi vida ahí. Luego de eso me acerque al lavamanos, tome de la repisa que estaba junto al espejo un cepillo y cepille mis dientes. Me sentía tan bien y limpia. Sentía que había dejado que todo lo malo se fuera por la cañería, pero era obvio que no era así, aún tenía muchas cosas por las que luchar. Pero por ahora todo estaba bien.