8.

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Soy consciente de Daen tirando de mi brazo con delicadeza, alejándome del alboroto que se había formado en la sala. Las voces en el primer piso retumban con fuerza.

Por lo poco que había llegado a mí, sabía que Cabo llevaría aquella caja con la policía. El llevaría nuevamente la cabeza de Bertha con la policía...

Un grito queda atrapado en mi garganta cuando tropiezo con un extremo de la alfombra, antes de ser capaz de darme contra el suelo, estoy entre los brazos de Daen. Este me mira con intensidad y por un momento, lo noto nervioso.

—¿Estás bien? —Su voz es un ronco susurro, siento mi cabeza asentir por si sola mientras Daen vuelve a colocarme sobre mis pies. Su brazo se desliza de mi cintura, retirándose con lentitud y, cuando estoy a punto de perder el contacto de su piel, mi mano se sujeta a la de él con rapidez.

—¿P-por qué está pasando esto?... Y-yo no hice nada malo. —Una fuerte mano se amolda a mi mejilla sin cuidado alguno, los dedos de Daen acarician con suavidad mi mejilla mientras me observa con intensidad.

—Esto terminará, ¿sí? prometí a tu padre que te cuidaría si le ocurría algo y soy hombre de palabra... —Sus ojos se cierran por un segundo y, luego de otro parpadeo, añade: —después de todo el me crió.

Estoy a punto de soltar un "¿Qué?", pero una fuerte y ronca voz nos interrumpe.

—Señor Hamilton, acaba de llegar una mujer. —Me giro, alejándome del toque de Daen para poder observar a Cabo, este parece algo incómodo por lo que atino a aclararme la garganta.

—¿Dijo su nombre?

—Mila Smirnov. —No puedo evitar que la emoción de agolpe en mi sistema, le doy una mirada rápida a Daen, quien solo termina asintiendo en mi dirección.

Antes de ser capaz de pensar con claridad, remuevo los tacones de mis pies y empiezo a correr hacia el piso principal. La montaña de hombres en la sala no me sorprende mucho, pero el que estén limpiando todo, me deja algo dudosa.

—¿Me puedes decir qué diablos está pasando aquí? —Mila murmura, completamente fuera de sí—. ¿Quiénes son todos estos hombres?

—Ejército de mi padre. —murmuro, fulminando con la mirada al hombre que le negaba la entrada a Mila, este, hace un mueca hacia mi mejor amiga, pero termina retirándose, dejándonos a ambas en la puerta de entrada.

—Vi el periódico... Lo siento mucho, Hel —los brazos de Mila se cierran a mi alrededor y sin dudar, le regreso el abrazo—. Sé lo importante que Bertha era para ti.

—Fue horrible —musito, apoyando mi barbilla en su hombro—, agradezco que no hayas visto eso... o nada de lo que ha pasado. —Me separo, con lentitud. Mila me observa algo confundida y termina mordiéndose el labio, algo común en ella cuando debe decir algo que no quiere.

—Mi padre está esperando afuera por mí, Hel, no quiere que me quede contigo. Ya sabes, hasta que se solucionen todos estos problemas. —Asiento, completamente de acuerdo.

—Estoy de acuerdo con él, te quiero fuera de todo esto Mila —Mi mejor amiga sonríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos—. No te metas en problemas, ¿de acuerdo?

—Nos vemos en la universidad en dos semanas. —Asiento con lentitud, para luego observar a mi mejor amiga regresar al gran auto negro que la esperaba estacionado frente a la casa.

El cristal negro baja con rapidez y la mata de cabello castaño del padre de Mila aparece en mi campo de visión, no dudo en elevar mi mano y brindarle un saludo cuando él hace lo mismo; luego, Mila termina subiendo al auto y este arranca, dejando una cortina de polvo a su paso.

KILLER © |SIN EDITAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora