9.

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—¿Todo tu traje de chico malo era necesario traerlo a la universidad? —pregunto, tratando de no soltar una larga risa por el rostro de Daen. El castaño me fulmina con la mirada cuando estaciona el auto, sin detenerme a esperar que abra la puerta, bajo del gran auto.

La vista de un sinfín de estudiantes me hace soltar un suspiro.

—De vuelta a la realidad, rusa.

—La realidad apesta —musito, una sonrisa tira de mis labios y observo a Daen—. ¿Listo para toda una mañana de inglés?

—Será fácil. —La sonrisa en sus labios me hace rodar los ojos. Daen se me hace a un lado, dejándome el camino libre y ambos caminamos junto al otro.

Las dos semanas que faltaban para el inicio de clases habían pasado con rapidez, la noticia del asesinato en casa, había perdido su intensidad y yo estaba algo tranquila.

Ninguna caja misteriosa había llegado a casa últimamente, lo que mantenía mi sistema nervioso trabajando con normalidad.

La relación con Daen había mejorado, al menos un poco. De acuerdo a la escala que había marcado en mi cabeza, del escalón cero, habíamos subido al escalón cinco. Tener el conocimiento de la muerte de sus padres me tenía completamente intranquila.

Daen parecía ser un tipo duro por fuera, pero había momentos en el día —extraños momentos–, en los cuales parecía perdido.

—Me siento demasiado viejo.

—Daen, solo tienes 25, no es la gran cosa. —Me río, Daen suelta un bufido y una disculpa es emitida por sus labios cuando choca con una mujer, esta lo observa con atención y un guiño es enviado hacia el castaño a mi lado—. No creo que tengas problemas adaptándote. No quiero bebés gateando en mi casa, Hamilton.

—¿Qué? No voy a tener un "bebé", rusa. —se queja, observo como su cuerpo se sacude un poco ante el falso escalofrió—. ¿Te imaginas otro yo? Sería como un apocalipsis.

—Sería lindo... pero desastroso —suelto un suspiro—. Como sea, cruzando estas puertas somos completos desconocidos —Daen se detiene cuando sus ojos se posan en mí, su ceño se frunce por un segundo y creo que mis palabras han sido muy duras—. Mira, estos últimos días han sido geniales, pero si entro contigo a esta aula, mi estatus con los chicos no crecerá nunca.

—Como digas, pelirroja. —Mi cuerpo es empujado con suavidad, alejándome de la puerta. Daen es el primero en entrar, y el primero en cerrar la puerta en mi cara. Suelto un gruñido, abriendo la puerta nuevamente.

Varios ojos se posan sobre mí, obligándome a regalar una sonrisa algo forzada.

—Tú debes ser Hel Petrov, ¿no? —Mi marcha se detiene en cuanto escucho una voz a mis espaldas, los ojos de Daen se conectan con los míos cuando toma asiento en uno de los últimos lugares, luego, sus ojos azules viajan hacia el punto detrás de mí.

Me obligo a mantenerme tranquila, ignorando al lado de mi mente que me empujaba a huir. Giro sobre mi eje, topándome con un par de ojos cafés.

La gran sonrisa que me recibe no ayuda a tranquilizar el rápido golpeteo de mi corazón.

—¿Quién lo pregunta?

—Oh, claro. —el castaño me ofrece su mano y, algo dudosa, termino aceptándola. Su mano es suave al tacto, completamente ajena a mi estado de nerviosismo—. Soy Darel Banach, presidente de la comisión de estudiantes ante el rector.

Mi ceño se frunce un poco, pero trato de relajarme lo más que puedo, ofreciéndole una sonrisa.

—Creo que ya conoces mi nombre...

KILLER © |SIN EDITAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora