11.

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—¿Estas lista? —Levanto la mirada, los ojos de Daen me observan con curiosidad y en unos pocos segundos la curiosidad pasa a preocupación—. ¿Qué ocurre?

—No quiero ir a la universidad —musito, cubriéndome nuevamente con la manta. La mañana era perfecta para ir a la playa, o para intentar meter un pie dentro de la piscina detrás de la casa, pero la fiebre y las permanentes nauseas en mi sistema, me impedían permanecer de pie más de 5 minutos—. Creo que la comida de anoche me cayó mal.

—¿El sushi?

—No volveré a comer pescado crudo durante el resto de mi vida —Me quejo, soltando un bufido. Siento la mirada de Daen sobre mí, pero lo ignoro—. Si quieres ir, ve.

—¿Estás loco? —Bufa, para quitarme un poco la manta de encima. Sus grandes y helados dedos entran en contacto con mi fiebre, obligándome a alejarme de su toque—. Estas hirviendo.

—Dime algo nuevo. —Suelto, con sarcasmo.

—¡Zoe!

—¡Deja de gritar, Daen! —Me quejo, lanzándole una de mis almohadas.

—La fiebre tiene que irse, Hel —Un chillido se escapa de mi parte cuando la manta es retirada con rapidez, intento volver a tomarla, pero Daen se encarga de lanzarla al suelo.

—¿Me llamo? —Tanto Daen como yo observamos a una Zoe completamente confundida. Si yo fuera otra y no estuviera completamente cubierta con un conjunto de deportes, ella pensaría que estaba pasando algo mas entre Daen y yo.

—Necesito una ducha de agua fría, con hielo extra, Zoe.

—¿Tú me quieres matar, Daen? —Me río, nerviosas—. Tengo frío, me dará pulmonía si intentas meterme a esa bañera.

—¡Zoe, date prisa! —La pequeña morena sale pitando de la habitación, chocándose en su camino con la puerta. Tratando de no llamar la atención de Daen, intento huir de su mano que está cerca de mi pierna, pero fallo por mucho.

Mi relación con Daen parecía haber mejorado, al menos a pequeños pasos de tortugas, hablaba mas conmigo, intentaba bromear y hasta simplemente se sentaba junto a mí en el sillón del piso principal a ver cosas sin sentidos en la televisión.

Todo eso gracias al pequeño recuerdo que tenía de cuando era una niña, era algo borroso, pero la voz de aquel niño retumbando en mi cabeza continuaba conmigo hasta el día de hoy, y saber que ese niño era Daen, cambiaba las cosas.

—Hel, por favor —Suspira, obligándome a no moverme—. Es mi culpa que te hayas enfermado.

—Yo quise comer.

—Yo te lleve.

—Porque te lo pedí. —Recuerdo, sonriéndole con suficiencia. Él sabía que yo tenía razón, prácticamente lo había obligado a vestirse y a tomar un auto para logar llegar a un restaurante donde preparaban sushi.

—Te meterás a esa bañera en cuando Zoe la tenga lista.

—Quiero seguir viviendo y no morir de hipotermia.

—Hel...

—No puedes obligarme, Daen —Me quejo, sentándome en forma de indio frente a él. Mis ojos recorren su rostro con tranquilidad y me detengo en el inicio de su cicatriz—. Me gusta como se ve en ti.

—Tus halagos no funcionan conmigo.

—Sí que lo hacen. —Me burlo. Suelto un suspiro, sabiendo que no saldría de aquella habitación si me negaba a sus planes. Cuando estoy a punto de decir algo, siento los dedos de Daen recorrer mi rostro, quitando un mechón de cabello que intenta entrar en mi campo de visión.

KILLER © |SIN EDITAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora