Prólogo

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La dura y fría mirada que Petrov ofrecía perforaba cada uno de los rostros presentes, ninguno de ellos podía imaginarse que el jefe -quien llenaba sus bolsillos cada mes-, se encontraba en la misma mesa sentado con ellos.

La habitación se volvía más incómoda con el paso del tiempo y las ideas empezaban a aparecer en la cabeza de cada una de las personas que ocupaban el lugar. ¿A qué había venido? Petrov, como muchos lo conocían, nunca se presentaba ante los suyos, a menos que algo más grande que él estuviera ocurriendo.

—Como ya saben —dice, rompiendo el incómodo silencio, en ruso—, el asesino de pacotilla, Killer, está tras la cabeza de muchos de los aquí presentes —Una sonrisa tenebrosa cruza sus labios, haciendo que más de las mitad de los presentes temblara como miedo—, y entre los primeros me encuentro yo.

Los ojos de Petrov se desvían al final de la habitación, en el rincón más oscuro que había allí y no duda en observar al alto y musculoso hombre que se apoya contra la pared. Éste observar a Petrov con una sonrisa en su rostro.

No tenía miedo de aquel asesino.

La mirada del castaño denotaba determinación y respeto dirigido a Petrov.

Ciertamente, después de todo, Petrov había sido más que un padre para él. Luego de que el maldito asesino exterminara a su familia, el hombre se había encargado de él. Petrov estaba orgulloso del trabajo realizado en el chico, sabía que, si algo llegase a ocurrirle, su pequeña pelirroja estaría en buenas manos.

—He tenido a mi equipo detrás de su pista —dice, con voz serena—, pero el mal nacido sabe esconderse. Conoce los puntos a los cuales no tenemos alcance y los usa para su provecho —Petrov suelta un gruñido, únicamente para empezar a caminar y rodear a los participantes de la mesa. De un momento a otro se detiene, chocando su palma contra la mesa, sorprendiendo con ello a más de uno—. Y estoy jodidamente enojado con eso.

—Puede ser imposible de creer —El castaño murmura, interrumpiendo las palabras de su padre de crianza—. Killer es uno de los asesinos en serie más conocidos en toda Rusia. Varios lo creen héroe por el simple hecho de que nos está cazando, pero no es más que un mal nacido que juega con fuego —Cada uno de las cabezas presentes giran en su dirección, su metro noventa intimidaba a cualquiera, sin contar la tenebrosa cicatriz que cruzaba toda la longitud de su cuello, dándole un aspecto mucho más salvaje. Peligroso. Aquella cicatriz era una de sus peores recuerdos. Aún podía sentir el acero del cuchillo abriendo su piel, rasgándolo con enojo—. Es difícil encontrarlo, pero no imposible.

—Tienes razón, Daen —Nuevamente Petrov empieza a caminar, tomando a la mayoría de presentes por sorpresa. El nerviosismo era palpable en la habitación. Todos sabían que Killer era un asesino sanguinario, sin embargo, Petrov podía ser mucho peor que él. Petrov no conocía límites —. Lo quiero muerto antes de regresar a Australia.

La habitación se envuelve en una ola de murmuros una vez que Petrov la abandona, dejando detrás de sí una maraña de hombres preocupados. ¿Quién podría imaginarse que un solo hombre había acabado con la vida de más de cien personas en lo que iba del año? Eso, sin contar el sinfín de muertes que no habían sido registradas en su currículo.

El castaño pasa su mano por el desastre de cabello que tenía. Estaba cansado.

Durante los últimos dos años todo se había tornado completamente extraño. Las muertes que rodeaban el apellido Petrov eran algo que estaba saliéndose de sus manos. Los socios que Petrov tenías desaparecían uno a uno, dejando una estela de sangre a su paso que tenía la firma de Killer.

Tal y como había pasado con sus padres.

—Será mejor que arreglen toda su mierda —murmura, haciendo que la habitación se envuelva en un tenebroso silencio. Daen Hamilton podía acabar con todos ellos si tan sólo se lo propusiera, sin embargo, no estaba de ánimos para perder el tiempo con toda la basura que trabajaba para Petrov—. Lo último que necesitamos es a Petrov muerto.

—¿Qué pasará si eso llega a ocurrir? —Una voz dudosa y cargada de miedo suena con algo de fuerza, logrando que un ceño fruncido aparezca en la frente del castaño.

—La peor guerra que hayan visto tomará lugar aquí. Y, ciertamente, nadie quiere eso, ¿no?

La estruendosa explosión que se escucha seguido de las palabras del castaño logra sembrar el pánico en cada uno de los presentes. Los gritos fuera de la habitación hacen que un mal presentimiento se establezca en el pecho del castaño.

Sin dudarlo mucho tiempo, Daen, el hijo adoptivo de Petrov, es el primero en abandonar la habitación, sintiendo como los latidos de su corazón amenazaban con exterminarlo con un solo ataque. Petrov había sido su padre, aún cuando aquel hombre no era capaz de demostrar un ápice de amor, él sabía, muy dentro de sí, que lo amaba.

Los gritos cargados de horror logran desconcentrarlo por un segundo, sin embargo, como puede y esquivando a las personas que corren de un lugar para el otro, se abre paso. La mansión, la cual había sido el principal escondite de Petrov, ahora estaba envueltos en personas corriendo con el pánico burbujeando en su sistema.

El humo recibe con violencia a Daen, haciendo que sus pulmones se nieguen a trabajar en semejante situación. Varias personas heridas gritan por ayuda, o por un poco de compasión, sin embargo, pasa de ellas, dirigiéndose al gran auto negro que transportaba a Petrov y, cuando llega, se arrepiente de inmediato.

Un paso más y podría saber si Petrov, su segundo padre, se encontraba en el interior.

Da un paso, queriéndose acercar, pero todo el suelo debajo de él ruge con fuerza cuando una nueva explosión termina empujándolo unos cuantos metros lejos del auto. Sus oídos zumban y parte de su cuerpo duele, pero logra colocarse rodillas y ver directamente el auto que se encontraba frente a él.

Los ojos azules del castaños se abren, haciendo que sea fácil diferenciarlos en su rostro y, cuando piensa que Petrov no está en el interior del auto, el olor a piel quemada invade sus fosas nasales. Se arrastra, no creyendo lo que estaba viendo.

El auto en el cual Petrov había llegado explotó.

Con el mismo Petrov dentro de él.

Parecen horas cuando, al fin, el humo se dispersa. Sus rodillas duelen, pero, sin embargo, toma fuerzas para levantarse del suelo. Sus manos están cerradas en puño y guarda silencio al ser testigo de la imagen que se dibuja frente a él.

Petrov, el hombre que lo había criado como a un hijo de sangre, yacía completamente calcinado en el interior del auto.

Te mataré —murmura—, te mataré con mis propias manos y terminarás siendo comida para perros, hijo de puta.




KILLER © |SIN EDITAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora