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El inmenso dolor en mi pecho no desaparecería con nada, de eso estaba completamente segura. Menos de una semana había pasado desde que la fatídica noticia de la muerte de mi padre había llegado a mí. Perder a la única persona que pertenecía a mi familia me dejó devastada. Mi papá, el hombre que me había criado, ya no estaba conmigo. Me había dejado, igual que todas las personas que tenía el apellido Petrov.

Ahora, luego de prometerme una vida en Australia, se había ido, dejándome completamente sola.

Limpio la lágrima que empieza a deslizarse por mi mejilla y me obligo a tomar un poco más de fortaleza de mi interior. Observando el arreglo de flores que yo misma había armado, me coloco mis lentes oscuros. Como por arte de magia mis rodillas se doblan y termino en el suelo, frente a la tumba de mi padre.

—Papi —Mi voz se libera en un extraño chillido, resultado de largas horas de llanto encerrada en mi habitación, no soy capaz de reconocer mi propia voz y, sin poder evitarlo, dejo que varias lágrimas se escapen de mis ojos—, me prometiste que volveríamos juntos a Australia... Juntos. No sólo yo.

La fuerte brisa sacude mi cabello y me obligo a reprimir un sollozo en cuanto mis ojos se enfocan en las elegantes letras talladas en la lápida que yo misma había mandado a hacer.

Papá siempre amó mi caligrafía y, ahora que había muerto, no dudé en escribir yo misma las palabras en un papel para que éstas fueran colocadas en el pedazo de piedra frente a mí.

Andrey Petrov.

Amado padre y confidente.

1960-2013

En la mañana en la que había recibido la noticia de la muerte de mi padre, no había creído en nada. Simplemente, como toda una estúpida, me había echado a reír, sin embargo, cuando varias imágenes invadieron mi teléfono, mi corazón se detuvo por completo.

Había perdido al hombre de mi vida. El hombre que me quería, a pesar de todos los malos ratos que le había hecho pasar.

Levanto la mano, no pudiendo resistir el impulso de pasear mis dedos por la rasposa e irregular piedra. Era el único contacto que me quedaba con él, con la única persona que había sido capaz de amarme como nadie más lo había hecho.

Supo perfectamente cómo llenar los papeles de padre y madre. Ciertamente, tener a Andrey Petrov como padre, no había necesidad de desear a una madre, mucho menos a una mujer que abandona a sus hijos luego de traerlos al mundo.

—Me iré a Australia —murmuro, con voz ronca. El acento ruso se hace mucho más notable por las lágrimas que luchaban por escapar de mis ojos. Sin importar las fotografías que salgan de mí, me inclino y presiono mis labios contra la lápida de mi padre y murmuro un pequeño te amo en voz baja.

Como puedo, me coloco de pie, dando una última mirada a la tumba de mi padre. De ahora en adelante, era el lugar al cual tendría que venir para poder verlo.

KILLER © |SIN EDITAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora