Capítulo 2

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Paula me jaló de nuevo y me llevó a rastras hasta el baño de las chicas.―¿Viste eso?―lloré.

―Lo siento, Bi ―dijo Paula―. No puedes quejarte conmigo.

―¿Matt Ferrario? ¿Cómo se supone que pueda pasar el año con ese Neanderthal sin cuello?―Me incliné sobre el lavabo, deseando que me succionara el cerebro. La luz fluorescente zumbaba sobre nosotras.

―Él tiene cuello. Y culo y abdominales. Lindos. Y aún si tú no lo has notado, muchas de las otras chicas sí lo han hecho.―Ella sacó un tubo de brillo labial y comenzó a aplicárselo―. Además, en caso que te lo perdieras, él es conocido por todos, no como el chico que me tocó a mí.

―Pero al menos es una buena persona.―Pau me ofreció el brillo labial. Lo rechacé con la cabeza. Ella arrojó el brillo de regreso a su bolso.

―¿Cómo lo sabrías?―lloró―. Él ha ido a la escuela con nosotros por años. ¿Has tenido alguna conversación con él?

Yo revisé el cabello quebrado de las puntas del final de mi trenza por un segundo, me di por vencida y sólo miré a Pau acicalarse.―No, pero él se reserva para sí mismo. Usa sus audífonos todo el tiempo. Podría ser agradable.

―Y también podría ser un asesino en serie―dijo. Ajustó y reajustó su cola de caballo ante el espejo y colocó un mechón destacado con rayitos por detrás de su oreja.

Yo volteé mis ojos y revisé por debajo de los cinco cubículos del baño para asegurarme que nadie estuviera allí. Estaba limpio, así que dije:―¿Viste que la loca de Micaela Viciconte tiene a Paio? ¡Qué injusto! ¿Crees que tendremos oportunidad de negociar? De cualquier manera, ella nunca negocia. Además, yo nunca jamás le preguntaría, porque ella sabría que a mí me gusta Paio. O, ¡espera! Podría decirle que sería agradable que ella tuviera a Matt. ¡Oh! Olvídalo. Eso me haría aún más sospechosa. No puedo creer que consiguiera a Paio. Típico. Ella lo tiene todo.

―Por Dios, Bianca. Tomate un descanso―dijo Paula― No es la vida real. Déjalo ir.

―Hey, tú eres quien está en shock por haber sido emparejada con Gonzalo Gravano.

Me quité los lentes para lavarlos en el lavabo. Los sequé con mi camisa y me los puse de nuevo. Muchas chicas entraron al baño. Porristas. Vomito. Iniciaron tal frenesí de risitas y aplicación de maquillaje que ni siquiera noté que su Alteza Porrista Real, Micaela, había llegado detrás de mí.

―Escucha Bianca― dijo. Yo me giré,pero ella pasó su mirada de largo viendo su reflejo en el espejo y se arregló su ya perfecto cabello rubio―.Supongo que piensas que alcanzaste el anillo dorado consiguiendo a Matt.

Me cambié de posición bloqueando su reflejo en el espejo.―Antes que empecemos, Micaela, por favor, limpia tus metáforas. ¿Estás tratando de decir "Ticket dorado" o "anillo de bronce"?

Ella chasqueó su mandíbula.― ¿Qué?

―Solo quiero entender completamente las complejidades de tu locución y léxico.

Ella parpadeó hacia mí como tratando de mover sus engranajes mentales ―los dos que tiene―para juntarlos. Puede que Dios no me diera belleza, pero me hizo más inteligente que Micaela Viciconte, y eso era suficiente la mayoría de los días.

―Escucha perdedora. Déjame dejarte claro que si tú piensas que solo porque conseguiste ―Hizo la seña de comillas con sus pálidos dedos con uñas pintadas de esmalte rosado―"casarte" con Matt él va estar contigo y no conmigo, estás muy equivocada.

―¿Ves cuanto mejor te va si te quedas con sílabas simples?―le dije.

Micaela sonrió.―Aquí hay una sílaba simple para ti.―Ella me mostró su dedo del medio, se volteó y caminó fuera del baño. El resto de las porristas se fueron detrás de ella.

―¿Por qué amas tanto provocarla? ―preguntó Paula a través de su reflejo en el espejo. Ella lamió su pulgar y limpió un rastro de máscara debajo de su ojo.

―Solo trato de equilibrar las balanzas del universo―le dije.

¿Por qué ella tendría toda una vida de tanta perfección sin tener que dar el más mínimo pago a cambio?

―¿Por qué sientes que es tu responsabilidad nivelar el campo?―dijo Paula imaginándose una terapeuta novata. Yo era su paciente favorita.

―No lo hago ―dije―.Es solo por diversión.

―Trata de enfocarte en lo positivo Bian ―dijo Pau―.Al menos estamos en el mismo salón. Vámonos.

Eso era verdad. Las dos teníamos a Mr. Tambor, quien era muy decente, incluso cuando todas sus oraciones terminaban luciendo como si todo fuera una cuestión empática. Debió ser la buena suerte de Paula la que lo consiguió, ya que de seguro no era por la mía. Mi suerte había dado como resultado que Matt también fuera nuestro compañero. Pau y yo lo vimos con Micaela afuera del salón del Sr. Tambor, recostado en su casillero. Cuando pasamos, los dos ―justo al mismo tiempo― me miraron como si yo tuviese una llaga drenando pus por cada uno de los orificios de mi cuerpo.

Abrí mi boca para decir algo justamente cuando el Sr Tambor dijo: ―Okey gente. Tomen sus asientos.

Paula me agarró el brazo y me jaló hacia adentro: ―Déjalo.


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