Capítulo 10

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Volvimos a la casa de Sam. Matt se quedó atrás para llamar a sus padres para decirles qué sucedía. Sostuve la mano de Sam y salté sobre las grietas de la vereda. Una rana toro comenzó a croar en alguna parte, y el sol se sumergió detrás del horizonte y se apagó. El cielo se volvió salmón, y el aire tenía ese húmedo frío que viene con las tardes del verano tardío.

―¿Sobre qué es tu proyecto? -preguntó Sam.

―Es una larga historia -dije.

―Cuéntame.

Nunca pude mantener algo en secreto de Sam.

―Debemos pretender que estamos casados. Hacer cosas juntos. Averiguar cómo ganar dinero y gastarlo. Es estúpido.

―¿Por qué te casaste con él? ¿Por qué no te casaste con ese tipo que te gusta, cuál es su nombre? ¡Oh, Pablo! ¿Por qué no te casaste con Paio?

Sam se evadió cuando intenté presionar una mano contra su boca.

―Shhhhh ―siseé―. Por favor no digas nada sobre esto frente a Matt ―susurré.

―De acuerdo. Lo lamento, Bianca ―dijo Sam―. ¿Crees que oyó?

Miré hacia atrás para ver si Matt mostraba algún signo de haber estado escuchando. Ya no estaba al teléfono, pero tampoco estaba tan cerca.

―Espero que no ―dije.

―¿Dónde está el lugar? ―exclamó Matt con bastante fuerza, así que pensé que quizás estaba demasiado lejos para habernos oído.

―Justo aquí -dijo Sam, alejándose de mi alcance y yendo hacia la puerta.

Cuando entramos, ella corrió hacia la cocina. Matt y yo la seguimos. Fui hacia la alacena y tomé un tarro de popcorn.

―¿Dónde vamos a ir esta noche? ―pregunté.

―¿Ir? ¿Qué quieres decir? ―preguntó Matt.

Le expliqué a Matt que cada vez que Sam y yo mirábamos una película (que era cada vez que la cuidaba), hacíamos popcorn saborizado con alguna especia o salsa extranjera. Maíz Internacional, lo llamábamos. A veces teníamos suerte, como la vez que habíamos preparado popcorn con sésamo y aceite de maní y lo saborizamos con polvo chino de cinco especias. Pero otras veces teníamos que tirar el bol. Como cuando quisimos visitar Alemania, así que preparamos el popcorn con salchicha y col fermentada seca. Demasiado vomitivo.

―Estaba pensando en Italia ―dijo Sam, haciendo girar la bandeja giratoria en la alacena de la esquina donde su madre mantenía las especias―. Tenemos un paquete de salsa italiana por aquí en algún lado. Aquí está.

―Mmmm ―dije―. ¿Sabes qué iría genial con eso? Mini pizzas. Podemos usar pan para la corteza. ¿Tienes queso?

Sam abrió el refrigerador y reviso el estante de charcutería.

―No. Espera, hay queso cottage.

Me encogí de hombros.

―Podríamos intentarlo. ¿Hay salsa de pizza?

Sam revolvió la alacena.

―No. No hay salsa de pizza.

―¿Salsa de spaghetti? ―sugirió Matt.

―No.

―¿Pasta de tomate? ―pregunté.

Sam abrió el refrigerador una vez más.

―Tenemos ketchup.

Hice una breve pausa para considerar lo apetitoso del pan con ketchup y queso cottage. Dudoso.

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