Capítulo 8

453 22 0
                                    

Esa noche no pude dormir. Mi cama de latón antiguo crujió mientras daba vueltas, tratando de ponerme cómoda. Seguí reproduciendo la escena de la broma una y otra vez en mi cabeza, tratando de averiguar por qué no había sido tan satisfactoria como me había imaginado. No lo entendía. En algún momento alrededor de las dos y media, tomé mi iPod, puse White Blood Cells, y escuché música hasta que finalmente caí dormida.

Me desperté el sábado en la mañana sintiéndome como si hubiera sido arrastrada detrás de un autobús circulando a través de un campo de minas. Esperaba que no hubiera contraído algo así como la fiebre tifoidea o el ébola bajo esas gradas. Además de no querer tener una enfermedad contagiosa mortal, tampoco quería cancelar el servicio de niñera para Sam esa noche. Tuve que preguntarles a sus padres si Matt podía venir, también. Maravilloso. No podía esperar para eso.

Me di la vuelta para hacer frente a la ventana al lado de mi cama. Afuera, el sol tenía la transparente y descolorida apariencia que era el signo de un día húmedo. Cerré los ojos y traté de volver a dormirme. Cuando eso no funcionó, decidí, a la vez, que necesitaba cafeína. Me quité las cobijas y bajé por la estrecha escalera trasera de la cocina.

Mi madre y otras mujeres estaban sentadas amontonadas alrededor de la mesa de la cocina, conspirando sobre sus tazas de café. Una de las mujeres era la madre de Paula. Mientras ella se quedaba viendo mi camisa de dormir rasgada y mis pantalones de pijama de alce, un destello de horror iluminó su rostro. Yo dije: ― Hola Señora Amoedo. ¿Eh, mamá?

Mamá se sorprendió. ―Oh, Bianca, justo estábamos hablando de ti. De tu curso de matrimonio, es decir. Este es el Comité Ejecutivo de la PTA. Señoras, esta es mi hija, Bianca.

Ellas hicieron una seña de asentimiento hacia mí, y yo salude con la mano sin hacer contacto visual directo con nadie. Parecían un grupo de mafiosos planificando un golpe. Me acerqué a la cafetera, que estaba vacía, por supuesto, así que empecé a hacer una nueva jarra. Normalmente, solo habría agarrado una Coca-Cola, pero uno, necesitaba una mega dosis de cafeína, y dos, quería escuchar.

―Vivian, ¿la Directora Miller dijo exactamente cuándo consiguió la aprobación del consejo escolar? ―preguntó una mujer que tenía una masa de rizado cabello negro con una banda de raíces de color gris, de cinco centímetros, en la raya del pelo. Parecía que un zorrillo electrocutado había muerto sobre su cabeza.

―Todo lo que ella dijo ―respondió mi madre―, fue que apeló a ellos durante el verano, y ellos llamaron a una votación de emergencia justo antes de comenzar la escuela.

―Y todos sabemos lo conservador que es el consejo escolar ―dijo el Zorrillo electrocutado―. Pero hay conservadores, y luego hay locos. Sin ánimo de ofender, Michelle.

La Señora Amoedo compuso una sonrisa y levantó una mano como para decir "no se preocupen".

―¿Apelar a ellos? ―dijo una mujer con pendientes de oro con forma demasiado grande y llamativos para las 10:23 am―. Más bien lloró sobre sus hombros. Crecí con Barbara Miller. También lo hizo la mitad del consejo. No me sorprendería escuchar que Bárbara les dijo alguna triste historia acerca de tratar de criar a dos hijos y trabajar a tiempo completo, mientras que el bastardo de su marido revolotea alrededor del mundo, gastando la cuenta de ahorros de ella con alguna joven y atractiva vagabunda.

La Señora Amoedo se estremeció. ―Bueno, sin embargo, ella podría haberlo dicho, es obvio que su divorcio está afectando su juicio. El matrimonio es un sacramento y no un requisito previo de la universidad.

Mamá se levantó y llevo un plato de pastel de café a la mesa. ―Me siento muy mal por lo que ella está pasando, pero retener los diplomas de nuestros hijos sobre sus cabezas, eso es demasiado.

El Zorrillo electrocutado torció su dedo en el asa de la taza. ―¿Y qué hay de los chicos que ni siquiera son heterosexuales? Es cruel, si me preguntan.

―Y lo siento ―dijo Grandes pendientes―, pero ¿cómo es que algún curso les va a enseñar cómo funciona el matrimonio? He estado casada tres veces, y no lo he resuelto todavía. ―Soltó un bufido―. Aunque, averigüe cómo llamar a un abogado. ―Alzó la mano, y Zorrillo electrocutado chocó los cinco con ella.

Una mujer en un mono color crema que había guardado silencio hasta ahora bajó su taza con un golpe fuerte. ―Como Presidente de la PTA, propongo que comprometamos nuestra ayuda a Vivian en su oposición al curso de educación matrimonial. ―La señora Amoedo secundó la moción―. ¿Todas aquellas a favor?

Cuatro manos se alzaron en el aire. Mamá sonrió. Se había aliado exitosamente con el grupo más poderoso de mujeres en nuestra pequeña ciudad. Amas de casa con problemas de ira, muchos ingresos disponibles, y de alguna manera demasiado tiempo libre.

Mamá estaba establecida. ―Gracias, Cybil. Gracias, Comité. Creo que deberíamos comenzar con una petición ―dijo.

Tomé una taza de café y subí las escaleras. Saqué mi diario de matrimonio de debajo de mi cama para hacer una entrada. Con los años, había aprendido que debajo de la cama era el mejor lugar para guardar cualquier cosa que no quería encontrar, porque había tanta basura, periódicos, revistas, calcetines sucios, bolsas de supermercado, que nadie podría sospechar siquiera que algo de valor estaba allí. Algo así como oculto a plena vista. No que pensara que el diario tenía valor alguno o lo que sea.


Sábado, 7 de septiembre

El baile de anoche fue... Bueno, solo digamos que memorable.

No es que me haya quedado por mucho tiempo. Luego de haber pasado algún "tiempo de calidad" con Matt (ahora conocido como el Señor Mierda Floja), me fui. Pobre Pau, la saqué de allí. Pero yo estaba frita. La planificación de antemano, además de la tensión de la espera, y luego el hecho en sí. (A pesar que Gonzalo Gravano me hizo compañía, lo que estuvo realmente bien. O él es muy tonto o tiene un extraño sentido del humor. Sospecho que es lo segundo. Por ejemplo, cuando él, Pau y yo estábamos en la tienda antes del baile, les hablé de cómo tuve que conseguirles a las porristas su preciosa agua, como si ellas ni siquiera rompieran a sudar. Y Gonzalo dijo: —Oye, mira el lado bueno. Siempre puedes escupirla. ―¿No es gracioso?) Pero volviendo a la broma. Tengo que decir, que realmente esperaba terminar energizada y hasta divertida por toda la cosa. No me malinterpreten, estaba histérica, mientras estaba ocurriendo. Pero una vez que estuvo hecho, y todo el mundo volvió a lo que estaban haciendo... No lo sé. La calma no duró mucho tiempo. Me di cuenta que no tenía ningún deseo de quedarme. Bizarro. Me había imaginado, totalmente, a mí misma pasando el resto del baile en el modo completo de recreación. Lo cual, de acuerdo, no dice mucho de mi personaje, pero de nuevo, al final, solo me fui. Así que, tal vez, no soy una idiota completa.

Ah, y una cosa más. Este diario puede convertirse pronto en reciclaje, porque mi madre tiene este curso del matrimonio en su punto de mira. Una de las cosas que puede hacer de mi mamá un enorme dolor en el culo, a veces, es que cuando hunde sus dientes en un nuevo proyecto (como este, o decir... que me obligó a tener un corte de pelo horrible cuando yo tenía doce años), ella más o menos se cuelga hasta que la víctima se estremece en derrota. Si no crees que sea cierto, entonces echa un vistazo a la foto del anuario de mi séptimo grado. La compañía del anuario cambió mi nombre a Franco Sheehan porque estaban seguros de que el niño con el corte de pelo en la foto no podría ser una niña. Eso es lo que dijeron cuando mamá llamó al respecto, de todos modos. Nunca me fastidió sobre mi pelo otra vez. 


Educación para el matrimonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora