A pesar de la distracción de los azotes verbales de la Directora Miller, la práctica de las porristas por el resto de la semana fue bien. No era coincidencia que esta "buena" semana terminara el viernes trece.
Pregunta a quien quiera que no tiene suerte cual es el día cuando tienen suerte, y apuesto a que dirán viernes trece. Y este viernes trece lo prueba. Me encontré a mí misma uno, siendo mejor amiga de Pau de nuevo; dos, sin combate mano a mano ni con Matt o Micaela; y tres, un día para dejar mi sentencia de prisión como porrista. Y si eso no te convence que el viernes trece es de mi suerte, entonces estás loco. Es ciencia sólida.
Todo el equipo vestía nuestros uniformes de la escuela del viernes para preparar a todo el mundo para la competencia del sábado. Tengo que decir que, cuando hicimos la rutina de la competencia en perfecta sincronía, era genial. Todos nos movíamos juntos. Y yo era parte de ello. Parte de un equipo. Nunca había sentido eso antes. Tuve un tiempo difícil poniendo mi dedo sobre el nombre exacto de la sensación. Pero finalmente lo descubrí. Orgullo. Oh Dios. En realidad tenía orgullo Águila. ¿No es la ironía una molestia?
Finalmente, nos separamos y acordamos reunirnos fuera del gimnasio a las ocho de la mañana para subir al autobús que nos llevaría a Stonemount High, la escuela sede de la competencia.
En casa, mordisqueé en la cena. Traté de forzar algunos carbohidratos por mi garganta para tener energía al día siguiente. Hablé por teléfono con Pau durante unos minutos. Le rogué que no se presentara a la competencia. Me quité mis lentes de contacto y miré por la ventana al borroso cielo nocturno como por cien horas. Finalmente me quedé dormida y sueño con porras. No exactamente lo que llamarías una noche de descanso.
Mi alarma sonó a las 7 de la mañana. Me bañé, me coloqué mis lentes de contacto, sujeté mi cabello en una cola de caballo, y me coloqué mi uniforme. Papá me llevó a la escuela para que no tuviera que ir en bicicleta con las piernas desnudas.
La Señora O'Toole estaba bastante animada mientras inspeccionaba nuestros uniformes y revisaba nuestros nombres en una tablilla sujeta papeles. Para las ocho con doce, todos estábamos en el autobús, inhalando los gases del motor que se filtraban en el sistema de calefacción y tratando de olvidar que en tres horas estaríamos o en nuestro camino a las regionales o en nuestro camino a casa como perdedores. Bueno, yo no iría a las regionales. Estaría ahí pero con las hieleras naranjas. Eso es, a menos que mamá en realidad tuviera éxito matando el curso de matrimonio. Probablemente iría de cualquier manera. Sólo para ver.
―¿Qué estás pensando Princesa? ―Matt se había girado en su asiento para molestarme. Micaela se sentaba junto a él con sus manos entrelazadas pero hacia caso omiso de mi existencia. Estaba bien con eso.
―Me estoy dando cuenta del hecho que éste es mi último día de mi carrera como porrista.
―Di lo que quieras, pero sé que vas a extrañar esa pequeña falda ―dijo.
―No te preocupes ―dije― la tendrás de regreso hoy. Espero que te quede.
―Al menos no estiraste el suéter.
―A diferencia del pobre suéter que estás usando, tus pechos de hombre son mucho más grandes que los míos.
―¿Tienes pechos de hombre?
Micaela miró en nuestra dirección. Matt se puso frente a ella y se inclinó para acariciar su cuello color marfil. Encendí mi iPod, me puse los audífonos y apagué todo lo demás.
Cuando llegamos a Stonemount una hora después, estaba medio dormida. La música, el balanceo del autobús, y la falta de sueño la noche anterior me había dejado dispersa. De hecho todos parecíamos estar en modo zombi mientras bajábamos del autobús y nos enfilábamos al gimnasio de la escuela. Luego todo cambió.
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Educación para el matrimonio
FanfictionCuando el Director anuncia que cada Senior debe participar en un obligatorio programa de Educación Matrimonial de un largo año, Bianca Di Pascuale cree que su vida no puede empeorar más. Entonces ella se casa con su "esposo" el súper atleta Matt, cu...