Capítulo 26

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Doce minutos después, estábamos sentadas con las piernas cruzadas sobre la cama con dosel de Paula. Una tarde de llanto había convertido su rostro en una zona de guerra. Su máscara de pestañas corría por sus mejillas en hilos negros. Su nariz generalmente delicada estaba congestionada y goteando. Manchas rojas cubrían su piel como un camuflaje carmesí. Abrazó una de sus almohadas blancas de encaje estrechamente contra sí.

―¿Qué pasó? ―pregunté.

―Bueno, básicamente, no soy lo suficientemente bonita para él ―dijo abruptamente.

―¿Él dijo eso?

Se limpió la nariz con su manga. ―No, lo que dijo fue que me había convertido en alguien demasiado plástica. Demasiado cabello, uñas, maquillaje y esa mierda. Dijo que él siempre se había imaginado a sí mismo con una...―Su respiración se estremeció cuando trató de contenerlo—. Una belleza natural, como Micaela. ―Pau rompió en llanto. Envolví mis brazos a su alrededor. Ése hijo de puta, pensé. Luego lo dije en voz alta.

―Pau, tú eres toda una belleza natural ―dije―. Siempre lo has sido y siempre lo serás. Paio es un culo de caballo ciego si no lo puede ve. Y ¿sabes qué? ¿Incluso si pudiera verlo? Él es una mierda por pensar que el físico es todo lo que importa. Lo sabes. ―La abracé y acaricié su cabello exactamente como había hecho el Sr. Pickler con Sam.

―Lo sé ―sollozó―. De todas formas, creo que la verdadera razón de que rompiera conmigo es porque no me acosté con él.

―Bueno, ¿quién lo haría? ―dije, contando todas las veces que había fantaseado con ello―. Asqueroso ―añadí para mayor credibilidad.

―Últimamente, parecía que era todo lo que quería ―dijo ella―. Nunca dejaba de hablar de ello.

―Él no te forzó a nada, ¿verdad?

―No.

―Bien ―dije.

―Bueno, no del todo.

La aparté de mí para verla a los ojos. ―¿No del todo? ¿Qué diablos significa eso?

Ella jugueteó con el listón lila del borde de la almohada. ―Oh, nada terrible. Bueno, nada demasiado terrible. Sólo se puso un poco... agresivo algunas veces. Pero nada ilegal ni nada.

―No se tiene que hacer algo ilegal para estar mal, Pau. No lo defiendas.

―Ya lo sé. No lo defiendo. Simplemente es difícil determinar exactamente lo que hizo. Simplemente consiguió ser insistente a veces. Y se enojaba cuando no hacía lo que él quería. Pero luego, después, me decía que me amaba, lo que ahora sé que es una completa mierda, pero cuando lo decía, todo era perfecto otra vez. Realmente pensé que me amaba, Bian. Y que yo lo amaba.

No podía creer que él hubiera roto su corazón de esa manera. Matt tenía razón. Todo este tiempo tuvo razón. Pablo Rodríguez estaba muerto. Calcinado. Iba a arder. Me gustaría verlo.

Ella se dobló sobre la almohada y gimió: ―¿Cuándo va a dejar de doler?

―Todo va a estar bien ―dije. Froté su espalda―. Olvídate de él. ¿Sabes qué? Simplemente pretende que nada de esto pasó.

Se irguió y alegó: ―¿Cómo podré hacerlo?

Ella quería una respuesta. Estaba sentada ahí sobre su prístina colcha blanca con volantes esperando a que yo le diera la solución que sanaría su corazón y restauraría su dignidad. Porque eso sería genial justo ahora, Bianca. Olvidarlo sería genial. Y tú le has hecho creer que es posible. Así que, ¿cómo?

Pensé en Nana sobreviviendo a cuarenta años de dolor por el tío Tommy. Pensé en la Directora Miller luchando por un discurso sobre el matrimonio, mientras que el suyo se había derrumbado. Pensé en el lento deterioro de Maggie Klein en un trabajo que una vez la había hecho sentir completa. Y fue entonces cuando supe la respuesta.

―No puedes ―susurré―. No puedes olvidar las cosas malas, y no puedes pretender que nunca pasaron.

Paula cerró sus ojos y los apretó, al igual que sus labios. ―Pero quiero hacerlo ―chilló.

Puse mi dedo índice alrededor de un mechón de su cabello y lo quité de su frente. ―No. Tienes que adueñarte de ello. Tienes que hacerlo tuyo, Pau. Porque una vez que sea parte de ti, entonces podrás construir sobre ello. Se convertirá en una parte de la base de lo que eres. Y de en quién te convertirás. 

Abrió los ojos y asintió ligeramente. ―No es exactamente una solución a corto plazo ―dijo.

―Me gustaría tener una para ti. ―Realmente me gustaría. Lo que me dio una idea―. Pero apuesto a que puedo animarte un poco.

Hizo una mueca y sacudió la cabeza. ―Ja. Dudoso.

―Bueno, mira esto. ―Salí de la cama y me quedé en medio de la habitación delante de ella. Puse mis manos en mis caderas y grité—: ¿LISTA? BIEN. ―Palmadas en mis muslos―. TENEMOS EL ESPÍRITU, SÍ. TENEMOS EL ESPÍRITU EN ALTO. DEBERÍAS VERTE A TI MISMA, PORQUE CUANDO ANIMAMOS VAS A ESCUCHARLO. NO UN POCO —un paso y giro—, NO MUCHO. —Me estiro y salto—. ES —sentadilla—, ESPÍRITU EN ALTO. ―Sentadilla y patada―. Y LO SABES —saltitos-y-movimiento-de-brazos, saltitos-y-movimiento-de-brazos―, ¡ES CANDENTE! —Lamo-dedo-pulgar-ylo-coloco-en-el-trasero—. TSSSSSS.

―Oh. Por. Dios. ―Marcie se cubrió el rostro y rodó hacia atrás, riendo― ¡Oh por dios oh por dios oh por dios! ―Se sentó de pronto―. ¡Bi! Realmente eres buena.

―Obviamente estás delirando por haber llorado.

―No, definitivamente no eres mala. Aunque admito que la visión de ti animando fue una de las cosas más raras que he visto en mi vida.

―Tengo que trabajar en los saltos ―dije.

―Como sea. Me encantó. ―Me dio una sonrisa radiante―. Gracias, Bian.

―Sí, bueno. Sólo tú tienes el espectáculo privado, Pau.

Llamé a mis padres para decirles que me iba a quedar para cenar. Después de cenar, llamé para preguntarles si me podía quedar a pasar la noche. Dijeron que sí, así que Pau y yo nos contamos la una a la otra los detalles que nos habíamos perdido durante nuestra "discordia temporal" como le decíamos.

Le hablé sobre Samantha Pickler. Ella re-enumeró todos las puntos más buenos de Gonzalo Gravano. Le hablé del tío Tommy y le mostré el anillo de Nana que había estado usando. Me dijo todo lo que pasó entre Paio y ella. Escuché, a pesar que se trataba de...Paio.

Casi se sentía como si la "discordia temporal" nunca hubiera pasado. Pero ambas sabíamos que sí. Sólo que ahora, nos adueñamos de ella.


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